El turista

Crítica de Laura Gehl - Cinemarama

Del medio.

Pocas películas motivan menos que “las del medio”. Hace ya dos semanas que vi El turista y acá estoy, dándole vueltas a la medianía. El turista no es buena, pero tampoco mala. Está actuada correctamente, convoca desde la imagen del póster, pero no ofrece mucho más allá de la postal. Bettany está un tanto ridiculizado; lo de Dalton parece un cameo; Deep hace de Deep y Angelina es Angelina, aunque ella es lo mejor que adorna la pantalla. Quizá por primera vez hay una plena conciencia de que la belleza de esta mujer no es algo que se ve todos lo días y cada uno de sus movimientos está en función de eso; el reparto completo se da vuelta para admirarla, como si realmente hasta los extras se deslumbraran con la llegada de la estrella principal (ver la escena de la fiesta por ejemplo), y es que solo dentro de ese marco cabe la posibilidad de que la mujer “elija” a alguien parecido a su amante en un tren (motor del argumento), como quien elije chocolates en el kiosco. Un lindo momento. Digamos que todos los momentos en los que Angelina se mece felonamente sobre sus altísimos tacos son lindos, muy lindos. Los otros, no tanto.

La trama es algo enquilombada (por suerte) y si viste al menos dos películas de espionaje o ladrones o algo por el estilo el desenlace se descubre en, ponele, unos cuarenta minutos, pero igual entretiene. Y si aparece Angelina, un lindo momento. Y así con todo, el justo medio aristotélico aplicado al cine. La música no invade, la acción está bien, tiene alguna cuota de humor, un je tibiecito, y las locaciones, se sabe, aportan mucho (pongan a la chica de En la ciudad de Silvia caminando por Río Gallegos sino) pero no pueden salvar El turista de la apatía. Hacia el final, parece que toda la película está contenida en una frase: cuando encuentran a un hombre que supuestamente podría ser el estafador tan buscado, él les dice que es simplemente un turista y que le pagaban para entregar las cartas; la policía le cuestiona cómo es posible que haya aceptado ese trato de un extraño, irse así, como quien no quiere la cosa a cualquier lado a hacer de cartero sigiloso. Él contesta “a cualquier lado no” y señala el paisaje. Eso es El turista, no importa qué, no importa cómo, no se juega por destacarse, no se arriesga a hundirse, pero mirá qué linda Angelina en Venecia.