El tiempo encontrado

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Imágenes reales de la supervivencia

Tres historias de vida, tres miradas sobre el devenir cotidiano, tres observaciones de lo real. Inmigración y después ver desde la cámara.

Tres historias de vida, tres miradas sobre el devenir cotidiano, tres observaciones de lo real. Inmigración y después ver desde la cámara. De eso trata El tiempo encontrado, un documental de los experimentados realizadores Eva Poncet y Marcelo Burd, quienes ya habían explorado el tema en la más que interesante Habitación disponible (2004) y en la no tan apreciada Vladimir en Buenos Aires (2002), en el territorio de la ficción. Pero si aquel sensible registro de la inmigración con ecos de pieza de hotel construía su relato a través la urgencia y de la aun letal crisis política y económica de 2001, las tres historias de El tiempo encontrado eligen la observación como fundamento dramático y la contemplación, a través de la cámara, con el fin de registrar lo real, sin invasiones didácticas ni voces en off que altere la pureza de las imágenes. Así, el devenir de Berta, expresada por medio de su labor con el tejido, el día a día de Darío y su cosecha de tomates y el paisaje que se funde al cuerpo de Edwin y su trabajo en una fábrica de ladrillos, no necesitan de una mayor explicación que las imágenes por sí mismas. Los tres nacieron en Bolivia, pero Poncet y Burd articulan un discurso donde no hay lugar para el texto de barricada ni tampoco para exhibir una pose autoritaria de los directores por encima de sus personajes. Ellos se colocan en un mismo punto de equilibrio, colectivizan su mirada sobre el mundo y escarban en las precariedades de vida de Berta, Edwin y Darío, pero apartándose de cualquier rasgo miserabilista y propicio al mensaje que se protege exclusivamente en la bajada de línea.
Por eso, El tiempo encontrado halla sus virtudes no sólo por lo que muestra; también, por aquello que decide escamotear y ocultar, aferrándose a una idea original luego trasladada a las imágenes. Como si se tratara de un más que interesante ejemplo de antropología cinematográfica, este documental de observación y contemplación registra lo real sin adornos ni artilugios, confiando en la empatía de los directores hacia los personajes reales y viceversa. Y es desde allí manifiesta su innegable honestidad estética.