El tiempo de los amantes

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Antes del atardecer

Si Richard Linkater, Ethan Hawke y Julie Delpy se reunen dentro de diez años para una continuación de Antes de la medianoche, Celine debería ser bastante parecida a Alix. Insegura a la vez que impulsiva, algo neurótica pero extremadamente frágil, ella conoce a Doug en un viaje en tren con destino final en París. Viaje en el que un intercambio de miradas marcará el inicio de una atracción mutua irrefrenable, que se desencadenará luego de un encuentro en un velorio.

A partir de esa anécdota, Jérôme Bonnell hace de El tiempo de los amantes un film cálido y sensible sobre el tiempo, el amor y la soledad, retratando los diálogos, encuentros y desencuentros de la ocasional pareja, todas enmarcadas en la geografía parisina sobre la cual nunca se recarga la atención. No es casual, entonces, la referencia a Linklater, más aún si se tiene en cuenta que Alix (buen trabajo de Emmanuelle Devos en el papel de una actriz) por momentos emana un aire de autenticidad sincera transmitida con sutileza y sin subrayados similar al de Jesse y Celine.

Podrá achacársele a El tiempo de los amantes cierto trazo grueso en la construcción de Doug (un profesor de literatura inglés Gabriel Byrne), pero lo cierto es que la ausencia de información se corresponde al punto de vista femenino sobre el que se apoya la narración: Doug encarna un escape de la rutina, un refugio en medio de una coyuntura económica (la recorrida por los cajeros, el pedido de dinero a la hermana) y emocional (los llamados a su pareja) bastante hostil, independientemente de sus particularidades. Porque, al fin y al cabo, todos necesitan alguien con quien compartir las experiencias cotidianas. Al menos durante una tarde…