El testamento

Crítica de Yaki Nozdrin - Visión del cine

Con base en el Holocausto pero el foco puesto en la lucha por la identidad, llega a las salas de cine El testamento, una coproducción israelí-austríaca escrita y dirigida por Amichai Greenberg.
La película se centra en Yoel Halberstam (Ori Pfeffer), un historiador judío ortodoxo que trabaja en el Instituto del Holocausto de Jerusalén. Su objetivo actual consiste en que el gobierno austríaco reconozca que durante la Segunda Guerra Mundial, un total de 200 judíos fueron asesinados en los campos de Lendsdorf, un pueblo ubicado en Austria. El problema radica en que luego de veintiún excavaciones en la zona, no se localizó ninguna fosa común. Además, al parecer, no hubo testigos de aquella masacre.

Un día, durante el desarrollo de su investigación, se topará con algo que afectará para siempre su propia identidad: un testimonio clasificado de su madre. Ahí descubrirá que aquella mujer no es realmente quien aseguró ser durante todo este tiempo. Esto llevará al protagonista a cuestionarse todo lo que cree saber sobre sí mismo y sobre su pasado. Yoel no sólo deberá continuar con la investigación sobre lo ocurrido en Lendsdorf, sino que además tendrá que enfrentar su nueva identidad.

A pesar de que Amichai Greenberg busca hacer foco en dos historias dentro de la película -por un lado la masacre, por otro la lucha del protagonista por su identidad- falla en el intento. El clima de misterio, que se busca generar por la crisis existencial del protagonista, atenúa por completo la lucha contra el gobierno austríaco por descubrir la verdad sobre aquella masacre. Si bien el cineasta intenta constantemente unir ambas cuestiones, la realidad es que parecen dos historias completamente diferentes a pesar de estar directamente relacionadas la una con la otra.

Aun así, el principal problema de El testamento consiste en su personaje principal. Si bien Yoel cuenta con los suficientes motivos para general algún tipo de empatía en el espectador, termina ocurriendo completamente lo opuesto. Debido a la constante antipatía que genera durante todo el metraje, se vuelve complicado generar algún tipo de preocupación por la crisis existencial que le trae su verdadera identidad.