El teléfono negro

Crítica de María Paula Rios - Admit One

“El pasado no está muerto".

Basada en un relato de Joe Hill (si, el hijo de Stephen King), Scott Derrickson regresa a un terreno que maneja muy bien (el terror), con The Black Phone. Una película ambientada en unos convulsionados años 70´, marcada por los movimientos sociales y la herida abierta de Vietnam. La violencia inunda las calles, las instituciones, hasta el propio seno familiar.

Es así que la historia transcurre desde el punto de vista de Finney (Mason Thames), un niño de 13 años, tímido y muy sensible, que vive con su hermana pequeña (Madeleine McGraw), y un padre alcohólico y abusivo. Su madre se suicidó dejando un vacío muy grande en la familia; dejando a dos pequeños sin contención, atajando la vida como pueden. De su casa a la escuela, donde Finney es blanco favorito para el bullyng, y donde las peleas cruentas son moneda corriente a la hora de defenderse (no importa la edad).

Una vez ubicados en contexto los personajes, comienzan las desapariciones de niños. Uno a uno, de modo aleatorio, desaparecen sin dejar rastro. Vemos señales como la aparición de un camioneta y globos negros. Hasta que un día raptan a Finney. Lo encierran en un sótano y atravesamos toda esta odisea perversa y violenta desde su mirada. En El teléfono negro, Derrickson no solo se centra en una narración oscura y tensa, también pone en relieve el entramado personal y social de nuestros personajes menores, para generar una atmosfera asfixiante.

Un clima opresivo donde sobrevuelan los recuerdos del pasado, y donde un teléfono negro funciona como catalizador para ir estructurando la historia. Despojándose de la mirada adulta, no le interesa explicar la psicología del raptor, pone en valor la fuerza y la resiliencia de estas pequeñas victimas que tienen mucho por manifestar, y la necesidad de reparar algo de una sociedad tan dañada.

Una película dura, visceral, física, con tintes fantásticos y uno de los peores villanos de las películas de horror (nota aparte la actuación de Ethan Hawke). Máscaras siniestras, juguetes setentosos, alguna que otra bocanada de aire fresco con música de la época y bromas… una película que se olvida del jump scare para introducirte en una pesadilla incómoda y traumática.