El suplente

Crítica de Paula Vazquez Prieto - La Nación

La aventura de la enseñanza es la protagonista

El nuevo film de Diego Lerman tiene a Juan Minujín como un escritor y profesor de Literatura que acepta un trabajo en la Isla Maciel que cambiará su vida

El mundo de la enseñanza ha sido siempre un territorio atractivo para gestación de esos microcosmos tan seductores para el cine de tesis. El espacio del aula como un laboratorio en el que resuenan los temas sociales y educativos de la realidad como en un prisma perfecto para el análisis. En El suplente, Diego Lerman esquiva esos mandatos y consigue una película libre en su búsqueda, que aprovecha el camino de descubrimiento de su personaje en sintonía con la evolución de la mirada del espectador. Nos muestra su universo, nunca nos conduce de la mano a sus previas conclusiones.

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En ese sentido se acerca a una mirada más justa como la de Laurent Cantet en su célebre Entre los muros (2008), en la que la palabra aportaba materialidad a la discusión y nunca restricciones, antes que a la programática La ola (también de 2008) del alemán Dennis Gansel, laboratorio de pasiones conducidas por la astuta mano de su demiurgo.

En el centro de El suplente está Lucio (excelente Juan Minujín), escritor y profesor de Letras que comienza a enseñar en un secundario de la Isla Maciel como forma de probarse a sí mismo, de salir del mundillo intelectual porteño de coloquios y presentaciones literarias, como una revancha por una cátedra perdida en la UBA, como puente hacia la labor educativa de su padre, el Chileno (Alfredo Castro). Todo ello se conjuga en su próxima aventura, interesar a un grupo de adolescentes en la poesía de Juan Gelman, en el relato policial clásico, en los meandros de la literatura. Además, Lucio debe lidiar con las exigencias propias que traslada a su hija Sol (Renata Lerman), a quien instruye con fruición para entrar en un colegio de élite pese a su resistencia, con la desorientación después de su separación de Mariela (Bárbara Lennie), con la enfermedad del Chileno, ese padre que parece hacerlo todo bien.

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El suplente (Campo cine).
El suplente (Campo cine).
El viaje de Lucio es el de la película, y en el aula Lucio aprende que en este mundo utilitario la pretendida inutilidad de la literatura es la gesta más libre que él puede enseñarles a sus alumnos. Lerman expone las tensiones en el espacio, abigarrado y claustrofóbico, aireado por esas ventanas que miran el horizonte, marcado por los peligros del barrio, las lealtades políticas, los narcos filtrando sus pujas en el colegio. Pero lo hace desde los ojos de Lucio, quien encuentra en sus alumnos el lenguaje propio para el acercamiento, la dimensión humana detrás del programa de estudios, la palabra convertida en verdadero sentido.

El suplente (Campo cine).
El suplente (Campo cine).
Entre sus alumnos asoma Dilan (Lucas Arrua), a quien Lucio reencuentra trabajando con el Chileno en el comedor que alimenta a las familias del barrio. Enredado en las disputas que asolan el barrio, la violencia, la pobreza, Dilan expone un destello de interés, que nunca emerge de lo extraordinario sino de algo que allí circula, en ese aula, en ese mundo, solo para quien está dispuesto a percibirlo.

Como su personaje, Lerman mira ese universo con genuina vocación de ser parte de él, de invitar a su espectador a serlo también. Sin tesis, ni moralejas, ni pretendidas enseñanzas. Sus personajes son sus voces y sus cuerpos, puestos cada día allí, con el riesgo y la entrega de enseñar y aprender.