El suplente

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Dirigida por Diego Lerman y protagonizada por Juan Minujín, “El Suplente” resulta uno de los ejercicios cinematográficos más auténticos del medio nacional en el presente año. Un referente del ámbito independiente como Lerman, retorna al ecosistema educativo que indagara con la notable “La Mirada Invisible” (2012); el entorno no le es ajeno, si bien la concepción de disciplina en la relación docente/estudiantado se encuentra aquí más ligado a variables como la insolencia y la rebelión, en las antípodas respecto a aquel film anclado hacia represivas coordenadas en el final de la dictadura militar. Un ajeno a la estructura escolar llega en calidad de reemplazo y, más allá de lo estrictamente académico, las realidades sociales y educativas circundantes lo incitan a involucrarse. Exhibida con gran éxito en Biarritz y San Sebastián, nos trae la historia de un profesor que debe luchar contra sí mismo para encontrar las herramientas necesarias que produzcan un necesario cambio. Generar intercambio y reflexión acerca del sentido de la educación se convierte en el principal desafío de un film estupendamente actuado (Alfredo Castro, Bárbara Lennie, María Merlino y Rita Cortese, completan el reparto), colocando en perspectiva esta suerte de confrontación ideológica que lleva a cabo un docente frente a un aula y toda su coyuntura circundante; un entorno hostil, marginal, carente de contención y preferentemente orientada hacia otra clase de peligros. Poco ilustrada en lo poético y de escasas aspiraciones, muy distinto a lo que acostumbra lidiar. ¿Para qué sirve la literatura?, expresa el profesor, apenas comenzado el relato. ¿Para quién escribimos? ¿Quién lee poesía hoy? Una serie de inquietudes que, con perceptible escepticismo nos interpelan, intentarán responderse ante nuestra atenta mirada. Inspirándose en el estilo naturalista de “Entre los Muros” (2008), del francés Laurent Cantet, “El Suplente” fue filmada en la zona sur del conurbano bonaerense (Avellaneda, Dock Sud, Isla Maciel), aspecto que otorga identidad no solo geográfica, sino conceptual: observamos el simbolismo evidente de una fuerte incidencia en el límite que divide a estas locaciones con la Capital Federal.