El sonido de los tulipanes

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Marcelo Di Marco nunca se llevó bien con su padre. Ahora que su muerte dudosa le da un cachetazo a su vida, piensa que es hora de rebobinar y no sólo indagar sobre lo que pasó. Su hijo parecía llevarse bien con el viejo, quién sabe cómo ese desconocido que fue para él su padre pudo establecer ese tipo de relación. Su trabajo en la redacción de un diario puede ayudarlo y se propone investigar, aunque el peligro lo esté rondando. A su alrededor, una serie de personajes dudosos que de una u otra manera manejan o creen manejar el poder, y una chica con cara de ángel (Calu Rivero), relacionista de una galería de arte, que con su ambigüedad puede mezclarse muy bien con el agua y el aceite.

"El sonido de los tulipanes" es un filme policial que, ambientado en el 2001, intenta reflejar el marco de corrupción e ilegalidad de un determinado período que preside el estallido social y donde viejas fórmulas reaparecen y condicionan cualquier intento de reorganización social y democrática. La reaparición de las clásicas figuras de "padrinos políticos", cómplices religiosos, políticos en los que la ambición parece obnubilarles la acción y chicas oportunistas, son el entorno de eclosiones de imprevistos resultados.

PUNTOS FUERTES

La idea era buena pero abundan los lugares comunes, clichés en los diálogos, los personajes se quedan en tipos y la interioridad se resiente. Lo mejor es el ritmo y los actores: Pablo Rago creciendo en su carrera de actor, la eficiente participación de Gerardo Romano con el "loco Bertolini" y el profesionalismo de Gustavo Garzón y Roberto Carnaghi, como Toño, el padre del protagonista.