El sobreviviente

Crítica de Karen Riveiro - Cinemarama

Superficies

Intentar hablar de originalidad pura en relación al cine de hoy –o al arte en general- sería no sólo un sinsentido sino además un engaño. Pero parte del concepto de lo original viene del de origen, y origen es comienzo, nacer, levantarse, o elevarse desde una superficie. Entonces, el origen es también la tierra, el suelo o ese lugar donde los protagonistas de El sobreviviente atraviesan toda la película, desde las primeras imágenes de soldados siendo arrastrados por las olas hasta el último sobreviviente postrado y gravemente herido esperando por su rescate. Sin embargo, nada más lejos de lo naciente o de lo nuevo que el film de Peter Berg, que se erige sobre una base de fórmulas repetidas, acaso sin considerar que no es posible la completa originalidad pero sí un cierto reordenamiento de esa base, un volver a edificar ciertos rincones del gran mundo que constituye cada género.

El contexto de la guerra entre Estados Unidos y Afganistán, Marcus Lutrell (Mark Wahlberg) y su equipo son enviados en una misión para capturar al líder talibán Ahmad Shah, pero varios hechos imprevistos complican a los cuatro hombres, que intentarán unirse y sobrevivir hasta el final. En el marco de ese hecho histórico específico, El sobreviviente echa mano de diversos clichés con los que no sólo delinea la estructura y los personajes, sus sueños y aspiraciones, sino también los diálogos o la música. En algún punto, es como si la película de Berg confiara en la automática verosimilitud del artificio y, curiosamente, eso es lo que constituye su mínima marca propia. El uso del montaje en las escenas de tiroteo, por ejemplo, torna dudoso el enfrentamiento entre los enemigos: la falta de referencias hace que los planos funcionen independientemente, tal como si los tiros fuesen a parar al vacío. Algo similar ocurre con la escena en la que los personajes caen por una pendiente y que Berg filma en cámara lenta, descomponiendo la caída en los diversos choques, dilatando la acción y aumentando los sonidos de quebraduras y golpes. A fuerza de no encontrar lo propio en los diálogos, la música o en los protagonistas y sus vínculos, la esencia de El sobreviviente se encuentra a sí misma en los tiros –debe ser uno de los films con más balas y, sobre todo, con más baleados– y en los golpes, como si el alma de la película pudiese aflorar desde heridas en la piel.