El silencio

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Debut en el largo de ficción del director Arturo Castro Godoy, El Silencio es un film intimista, austero, y de una gran sensibilidad para una temática que, a primera vista, parece sencilla.
La paternidad asumida, ese click que se nos hace en la cabeza y que es imposible de describir para quien no lo ha vivido. Ese es el ambiente que rodea este film inclinado por los tonos calmos y los tiempos que corren a un ritmo particular.
protagonista absoluto es Tomás (Tomás del Potro), un adolescente que pasa sus días evadiéndose. Falta al colegio, escucha música aislándose, se interesa por cosas triviales, y mantiene un no diálogo con su madre y la pareja de esta.
Su novia está embarazada, y a sus 17 años no está en sus ¿planes? ser padre. Pero en la sala de espera para realizarse un aborto, ocurrirá ese primer click; y aunque entre ellos tampoco hy un gran trato, deciden tenerlo.
decisión de la paternidad, sumado a todo lo que eso conlleva, desplegará otra capa en Tomás, una que ya intuíamos, la usencia de su padre. A través de algunos rastros, emprenderá su búsqueda y dará con la figura de Camilo (Alberto Ajaka), con quien intentará establecer un vínculo basado en el secreto.
El silencio maneja correctamente los hilos emotivos, no se precipita, y eso la convierte en ago real. En los diálogos no se nota el armado ni el esquematismo de una historia que no entra por lo novedoso sino por lo cálido y por la profundidad sentimental con la que varios podrán verse reflejado.
Castro Godoy se vale del muy expresivo rostro de Tomás del potro y noo abandona nunca. El joven posee una suerte de no expresión casi pétrea, pero que en esa “dureza” (no interpretativa para nada) expresa mucho de las sensaciones internas de un joven que está perdido, que sufre de una profunda soledad y lo expresa como puede.
No hace falta aclararlo, pero nunca está de más recordarlo, Alberto Ajaka es de esos actores de enorme talento que aguardan su momento para pegar el salto a la fama masiva, o quizás no. Su ductilidad se probó en distintos géneros, siempre con resultados convincentes. Aquí hace uso de una gran naturalidad, compone a Camilo sin grandes polos, pero varios matices.
La química entre ambos actores/personajes, es una de sus puntos más fuertes. Quines busquen los tiempos de la prisa, el vértigo y las emociones de las explosiones de imágenes impactantes; El silencio claro está, no es una película para ellos.
En sus 105 minutos abundan precisamente los silencios, la gestualidad, los diálogos dichos con peso y precisión, quizás, como la vida misma.
No hay que confuncir el paso lento por una falta de ritmo, Castro Godoy mantiene siempre el interés, al fijar un punto de vista claro y un objetivo preciso, expresar en largometraje las emociones de un joven abandonado y confundido.
El silencio se destaca por su xalidez, la construcción de personajes, y la sinceridad y honestidad de su planteo simple. Una propuesta que no decepcionará a su público.