El silencio del cazador

Crítica de Santiago García - Leer Cine

El realizador Martín Desalvo es uno de los directores argentinos que intenta salirse de los moldes y probar suerte con los géneros. En un cine industrial esto sería ser la norma, pero en Argentina, un país donde la mayoría de los directores, sean buenos o pésimos, quieren ser grandes autores con importantes temas, hacer películas de género es un camino diferente. En este caso, la película busca ser un western contemporáneo, aunque podría haber transcurrido, por varios de sus elementos, en cualquier época.

Al igual que Al acecho, otro film argentino estrenado recientemente, la película transcurre en un Parque Nacional, en este caso en la selva misionera. Guzmán (interpretado por Pablo Echarri) es el guardaparques que lucha contra los cazadores furtivos. Venneck (Alberto Ammann) es un conocido poblador que sigue la larga tradición familiar de cazar animales. Completa el triángulo Sara Vogel (Mora Recalde) una médica que está casada con Guzmán y fue antes pareja de Venneck. En conflicto crecerá en el ambiente exuberante de la selva, con el calor y las tensiones entre los personajes.

El guión de la película tiene la misma base que muchas otras historias de este tipo. Hablamos de western, pero también podríamos hablar de melodrama o film noir, por las tensiones sexuales, el círculo en el cual los personajes parecen estar atrapados y la sensación de que más tarde o más temprano todo va a explotar. En esta clase de films se necesitan alguna chispa extra para hacer la diferencia y no quedar atrapado en lo convencional. El director busca armar una puesta en escena que subraye todo lo mencionado y por momentos lo logra, pero la historia pasa por más lugares comunes que hallazgos novedosos. Los actores parecen llevados al lugar y no se siente como parte de ese ambiente. Seguirá siendo un misterio porque a Pablo Echarri se lo convoca para roles protagónicos cuando ya ha demostrado con creces que no tiene como sostener estos papeles. Es difícil sobrellevar su presencia. Tampoco Mora Recalde tiene química alguna con él y son esas las cosas que le terminan bajando el nivel a toda la película más allá de sus intenciones, sus detalles poéticos y sus pequeños y previsibles apuntes políticos.