El silencio del cazador

Crítica de Mariano Casas Di Nardo. - La Prensa

Al escuchar el primer diálogo de `El silencio del cazador' uno se pregunta si Pablo Echarri podrá sostener a lo largo del filme ese acento del norte de nuestro país. Y las siguientes escenas responden claramente que no. Sin embargo, es tan fuerte su imagen y magnetismo, que ese detalle (no menor) no interfiere en el relato; al contrario, su presencia lo realza. Aunque también hace su parte su director Martín Desalvo, quien logra en todo momento llevarnos por esa selva misionera, entre silencios, ruidos de animales que se acercan y la frialdad de un disparo en medio de la maleza.­

La trama no dice mucho. Un guardaparque, Guzmán (Pablo Echarri), que busca impedir que cazadores furtivos rompan el ecosistema que lleva consigo el Parque Nacional Iguazú. Y ya tiene a uno entre ceja y ceja, Orlando Venneck (Alberto Ammann), quien además de no cumplir con las reglas del lugar, es la ex pareja de su mujer, Sara Vogel (Mora Recalde). Entonces entre ellos hay más que una cuestión reglamentaria.­

Pero `El silencio del cazador' atrapa desde que entendemos de qué va el filme -escrito por Francisco Kosterlitz en colaboración con el propio Desalvo-. Porque los personajes nos adentran en la historia, porque la simpleza de los escenarios nos invitan a fisgonear a gusto y porque entre tanta espectacularidad de Netflix, Amazon y Disney+ queremos ver qué sucede en un recóndito pueblo de nuestro país. Con paisajes autóctonos, casas reales y pobladores que con un gesto dicen mucho y que tan solo con una escopeta se sienten amos del lugar.­

El concepto menos es más, en esta película, se cumple a la perfección.­