El silencio de otros

Crítica de María Bertoni - Espectadores

“Lo necesitamos ahora más que nunca” aseguró Lucrecia Martel al término del discurso que ofreció antes de la entrega del León de Oro a Pedro Almodóvar en el 76° Festival internacional de Cine de Venecia. El ahora remite a un presente signado por el avance de la ultraderecha, y por la indiferencia de hombres y mujeres que siguen “mojando sus bikinis en un mar de muertos”. La reivindicación del vínculo vital con el cineasta manchego se basa en una filmografía capaz de inaugurar “territorios donde se puede vivir mejor”.

Las palabras de la realizadora salteña llegaron a Buenos Aires justo cuando nuestra ciudad estaba preparándose para (volver a) proyectar una película coproducida por Don Pedro y su hermano Agustín. El silencio de otros se titula este documental de la española Almudena Carracedo y del estadounidense Robert Bahar sobre la querella que sobrevivientes y familiares de las víctimas de la dictadura de Francisco Franco iniciaron ante la Justicia de nuestro país contra los verdugos del Generalísimo. Se exhibió por primera vez en nuestra ciudad en el otoño pasado y en el marco del 18º Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos.

Carracedo y Bahar se montaron al hombro la titánica tarea de visibilizar la porción de Historia que el statu quo español ocultó desde 1977, mediante la Ley de Amnistía y el consecuente Pacto de Olvido. Los realizadores convirtieron en punta de lanza la demanda que un equipo de abogados encabezado por el argentino Carlos Slepoy presentó el 14 de abril de 2010 en Buenos Aires para pedir que se investigue los crímenes de lesa humanidad cometidos por orden del Caudillo, se identifique a los responsables todavía vivos y se los sancione penalmente.

La dupla autoral reconstruye el pasado silenciado con el testimonio de algunos querellantes, y con filmaciones y fotografías tomadas en tiempos de despotismo y de transición democrática. Esas mismas declaraciones también sirven para describir un presente condicionado por la negación de aquel horror y por un sufrimiento tan imprescriptible como los crímenes que lo causaron. Refuerzan el fresco segmentos de informes televisivos y entrevistas a ciudadanos que dan cuenta del daño social que provoca la desmemoria impuesta por el Estado.

Llevaría alrededor de 450 horas seguidas revisar el material recopilado a lo largo de seis años. Con sensibilidad y con un indiscutible sentido de la pertinencia informativa y de la perspectiva histórica, Carracedo y Bahar supieron convertir ese crudo en una película de noventa minutos de duración, a la vez reveladora, concientizadora, conmovedora e inspiradora.

Como Joshua Oppenheimmer cuando filmó El acto de matar y La mirada del silencio, la dupla autoral puso en evidencia la falacia que reduce el ayer y el hoy a dos compartimentos estancos. A diferencia del colega atento al genocidio indonesio de 1965 y 1966, los ganadores del Premio Goya al mejor documental pueden mostrar indicios de reparación institucional: lo hacen cuando registran el avance de la causa en manos de la jueza María Servini de Cubría y la atención que la prensa española le presta progresivamente a la “Querella Argentina”.

Asimismo vale relacionar El silencio… con The Code de Carles Caparrós. Este otro documental español de reciente factoría gira en torno a dos elementos mencionados al pasar en el largometraje de Carracedo y Bahar: el concepto de “justicia universal” y la labor fundamental que el ex juez Baltasar Garzón lleva adelante hace años.

Esta co-producción con El Deseo impacta por partida doble en el público argentino. Por un lado, conmueve el rol protagónico que nuestro país juega en esta historia. Por otro lado, la experiencia española muestra el daño que nosotros también habríamos padecido si nuestra sociedad hubiese acatado las consignas de olvido y perdón que impulsaron las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final sancionadas durante el gobierno de Raúl Alfonsín y los indultos decretados por el sucesor Carlos Menem.

En este lado del Atlántico, golpea directo el derrotero de María Martín y Ascención Mendieta Ibarra para recuperar los restos de su madre, la primera, y de su padre, la segunda. La lucha incansable de estas mujeres octogenarias emociona tanto como la búsqueda que madres e hijos de nuestros desaparecidos llevan adelante hace décadas. En este marco, El silencio de otros evoca el recuerdo de La memoria de los huesos del argentino Facundo Beraudi.

Carracedo y Bahar eligieron cerrar su documental con los versos “Aquí están y vienen los hijos de España / los muertos sin nombre, los rostros sin cara” que Luis Pastor entona mientras la cámara muestra el Monumento a los Olvidados de la Guerra Civil y la Dictadura Franquista que se erige, baleado, en el Valle del Jerte. Algunos espectadores recordamos este poema de Rafael Alberti.

Con El silencio de otros queda claro que Almodóvar enfrenta el avance de la ultraderecha no sólo con sus películas sino ayudando a producir proyectos ajenos. Sin dudas, en el documental que Carracedo y Bahar pre-estrenaron en la Berlinale de 2018, la búsqueda de justicia inaugura otro territorio donde se puede vivir mejor.