El siervo inútil

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Luca es un hombre de mediana edad que trabaja en la empresa inmobiliaria de su suegro, quien le encarga desarrollar un “housing”, como él lo llama, en terrenos ferroviarios de Córdoba. El asunto no es nada sencillo: para construir esas torres de lujo necesita no solo dinero y lidiar con los habitantes de un barrio popular aledaño: también necesita una habilitación municipal que se demora hasta límites kafkianos, un autor cuyo espíritu sobrevuela las acciones que presenta el realizador Fernando Lacolla en El siervo inútil, su primer y muy atendible primer largometraje.

Presionado por su jefe y familiar político, Luca (notable Federico Liss) acude a un diputado que conoció cuando compartió canchas de rugby con su hijo. El funcionario le hace una oferta que no puede –ni tampoco quiere, porque la ambición está en su ADN– rechazar: engrasar los mecanismos de la burocracia estatal a cambio de que lo ayude a vender un campo para el que hace tiempo no consigue comprador. Ese dinero, promete, terminará en las arcas de la inmobiliaria para el emprendimiento. Un negocio redondo que, se verá, no es tal.

Película que no podría transcurrir en otro lugar que no sea Argentina, un país con ciudades permeadas por la especulación inmobiliaria, los problemas habitacionales y los contrastes sociales, El siervo inútil registra cómo Luca abraza la idea del campo como lo más parecido a un paraíso terrenal, un espacio despojado de sus responsabilidades urbanas. Pero la vida fuera de la ciudad tiene sus bemoles, algo que irá descubriendo a medida que el barro (el real y el de los negociados) empiece a mancharlo de una manera muy difícil de retrotraer.

Con Luca perdido en un laberinto burocrático, aspiracional y emocional, la película de Lacolla –un realizador de pulso firme que no necesita subrayar la complejidad interna del personaje central– irá adquiriendo una tonalidad cada vez más oscura, deslizándose, como él, de una idealización de múltiples sentidos hacia un ámbito donde las traiciones, los negociados y los intereses cruzados vienen con la forma de empresarios de saco y corbata.