El señor de los dinosaurios

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

En una localidad de la provincia de La Pampa cuya actividad principal es vivir del campo, dentro de un amplio terreno se montó un parque temático sobre algo cuyo magnetismo atrae a los humanos desde que supieron de su existencia en la tierra: los dinosaurios. En 1995, Jorge Fortunski comenzó a construir a pulmón, con una gran habilidad e ingenio, un Parque Jurásico en su pueblo, Eduardo Castex, y hasta el día de hoy sigue creando a distintas criaturas prehistóricas con gran pasión.
Pese a que el título sugiera una cosa, Luciano Zito en su documental prioriza la historia de vida del artista por sobre la realización de las esculturas y sus motivaciones. Porque Jorge Fortunski se creó a sí mismo. Hasta los 17 años trabajó en un taller mecánico que aunque no le pagaban cumplía igual. Pero se hartó del destrato y comenzó a delinquir. Tuvo varias entradas y salidas de la cárcel a lo largo de su vida, hasta que pasados los 30 años se dio cuenta de que ese no era el camino a seguir.
Con la voz en off el protagonista narra sus años clave, los más importantes y decisivos con gran precisión temporal, mientras se proyectan imágenes animadas muy bien logradas que actúan como flashbacks para refrendar lo que va contando, como ayuda para comprender todas las vicisitudes que tuvo que atravesar y sufrir. De esta manera entendemos el porque del realizador en elegir esa vía narrativa.
El relato en el presente tiene una estructura tradicional, sin innovaciones filmográficas o técnicas. El personaje retratado es omnipresente en cada una de las escenas. La parsimonia predomina, similar al ritmo pueblerino durante la hora de la siesta, alternando el director esos elementos con otros que son, por ejemplo, lo que sucede con los hijos de Jorge, o él mismo que, mate de por medio, en charla con su madre u otras personas que fueron muy influyentes en su juventud y lo ayudaron a salir adelante.
El artista nació con un don. Tardó en darse cuenta de que podía explotar eso que estaba oculto y necesitaba de un hecho, por demás significativo, que le provoque un click en su cabeza, para descubrir su verdadera vocación, pues en sus manos, literalmente, encontró la posibilidad de modificar su existencia y tener un futuro mucho más grato, que su amargo pasado.