El seductor

Crítica de Victoria Leven - CineramaPlus+

ESE OSCURO OBJETO DEL DESEO

Este filme tiene un doble origen muy singular, por una parte es la adaptación de la novela A painted devil, del escritor americano Thomas Cullinan (1966) y al mismo tiempo es una suerte de libre remake del filme de Don Siegel, The beguiled (1971), que protagonizó el icónico Clint Eastwood.

Tanto la obra de Siegel como la de Sofía Coppola en su labor de adaptación respetan el núcleo dramático de la trama y sus acontecimientos centrales, aunque claramente no comparten una misma perspectiva.

La trama se sitúa en el contexto de la guerra de la secesión (1860), en el sur de los Estados Unidos. Un soldado yanqui malherido aparece en los vastos jardines de un internado de señoritas, y es rescatado por una niña de la escuela que lo encuentra moribundo. Frente a la llegada del soldado las mujeres entran en pánico, aterrorizadas por la idea de tener al enemigo escondido en su morada. Pero la directora del lugar decide que como “buenas cristianas” deben auxiliarlo para que no muera. Por lo que lo curan quitándole la bala que lleva en la pierna y finalmente le salvan la vida. Casi inmóvil en su lecho, podría parecer un simple convaleciente, pero la presencia de un hombre en el lugar no deja de provocar inquietudes, deseos y fantasías entre las mujeres del aislado internado. Cuando finalmente el joven empieza a recuperarse, irá seduciendo una a una desplegando sus diversos encantos de conquista, y el ambiente se irá enrareciendo cuando la tensión sexual entre ellas crezca y estalle un desenlace oscuro y perturbador.

Si me focalizara en la versión actual de Sofía Coppola debería destacar que la impronta de “cuento de hadas siniestro” es la marca más lograda y distintiva del filme. Las razones son dos: primero, en el proceso de adaptación de la novela que la misma directora realizó, la narración se sitúa desde el punto de vista femenino para construir el relato y sus identificaciones. El espectador, como las protagonistas, se siente invadido por este sujeto ajeno a nuestro mundo (el soldado/Colin Farrel) y percibimos su presencia desde la mirada emocional femenina que traza un camino desde el temor hacia el deseo, y desde el rencor hacia el castigo.

No es posible ver objetivamente “quién es este hombre”, solo lo dimensionamos a través de las distintas subjetividades de las figuras centrales de esta historia: la directora (Nicole Kidman), la maestra (Kirsten Dunst) y la alumna (Ellen Fanning). Aunque el rol de la mirada de la niña que lo descubre (Oona Laurence) y su inicial percepción naif del soldado nos instala en una narración casi fantástica, como de cuento de hadas, luego en manos de las mujeres adultas se transformará en algo siniestro.

Abordando el segundo aspecto que refuerza la impronta fairy tale del filme, se encuentra el tratamiento de la luz y el espacio. El enorme caserón tan solo para unas pocas internas, el bosque inconmensurable de un verdor irreal y con detalles singulares como la imagen de la niña que con su canasta junta hongos de la tierra húmeda. Y sin duda la iluminación creada por el director de fotografía francés Philippe Le Sourd que es oscurantista y gótica en los interiores nocturnos a la luz de las velas, y en los exteriores a través del permanente de los cielos nublados o las reiteradas lluvias, genera una textura difusa y agrisada que desnaturaliza el espacio exterior haciendo de éste un decorado casi irreal.

Estos tópicos claves difieren mucho de la versión de Don Siegel, no menos potente pero sin duda focalizada en la mirada masculina y el efecto dramático que esta produce.

Tal vez la debilidad del último filme de Sofía Coppola es la morosidad con la que se desatan los niveles más intensos del conflicto, generando cierto desequilibrio en el crescendo del relato. No puedo dejar de dar cuenta que la directora ganó por la película la Palma de Oro a la mejor dirección, y aunque no podemos negar su destreza, su gusto exquisito y la precisión narrativa y visual que va desplegando obra a obra, aún en este relato que parecería muy ajeno a su universo diegético, no creo que El Seductor sea digna representante de semejante reconocimiento internacional.

Es el segundo filme en su carrera que pone un pie en las tinieblas de la femineidad y sus tensiones ocultas, el deseo y la represión, el goce imposible y el castigo; como lo hiciera años antes con otro tipo de argumento en Las vírgenes suicidas (1999). Ojalá en el mundo de “este oscuro objeto del deseo” esta intensa autora nos traiga de su mano más y mejores historias.

Por Victoria Leven
@victorialeven