El seductor

Crítica de Leo Valle - Malditos Nerds - Vorterix

EL GALLO EN EL GALLINERO

Colin Farrell es un fachero soldado en una escuela de señoritas ¿Qué puede salir mal?
Sofia Coppola es una directora que normalmente polariza. Yo estoy del lado de los que han disfrutado menos de su cine, pero es innegable que en El Seductor (“The Beguiled”) se beneficia del ritmo particular que le imprime a sus películas. Basta con ver el trailer de la versión original de 1971 de Don Siegel (protagonizada por Clint Eastwood) para ver cómo Coppola convirtió una porno soft en un relato de represión emocional y sexual con corte feminista.

Todo comienza cuando Amy (Oona Laurence), mientras junta hongos en un lúgubre bosque intoxicado del humo de lejanos cañones, encuentra al malherido cabo John McBurney (Colin Farrell), un “yanqui” huyendo de los Confederados durante la Guerra Civil norteamericana. Aunque es el enemigo, Amy lleva al soldado al Seminario de la Señora Farnsworth para Niñas Jóvenes, una enorme mansión dirigida por Martha Farnsworth (Nicole Kidman).

Esta casa de señoritas es un refugio del mundo exterior, azotado por la guerra. De un lado de la reja, el movimiento de las tropas que van y vienen. Del otro, las pupilas y la profesora Edwina (Kirsten Dunst), que continúan con en la pasividad de sus días, en los que el tiempo parece no avanzar y la negación y represión son la norma. La llegada de un hombre, disruptiva de por sí, revoluciona la casa cuando, después de haber sido curado por Martha, McBurney se muestra como un joven no solo atractivo, sino también carismático y encantador.

Coppola maneja de forma magistral los tiempos en esta primera mitad de la película, mostrando cómo cada generación de mujeres sucumbe ante la presencia del soldado. Es una exploración precisa de la dinámica de un grupo de mujeres que convierte una estructura de comunidad en una competencia.

McBurney simboliza algo diferente para cada una de ellas, con una personalidad camaleónica que se muestra paternal o sensible para recibir cuidado maternal, amable y de bajo perfil o confrontativo y entregado al coqueteo. La adoración de la pequeña Amy, los impulsos de Alicia (Elle Fanning), el amor de Edwina y el deseo de Martha se manifiestan de forma más o menos sutil, y es en esta primera mitad en la que se lucen particularmente Kidman, Dunst y Farrell, que manejan bien los milimétricos cambios de ambiente que propone la directora.

Quizá la decisión más cuestionable de la directora es el dejar afuera de la película a la esclava Hallie, un personaje relevante en la obra original pero más que nada en el contexto en el que se desarrolla la película. Su ausencia simplifica el conflicto pero también impide ofrecer una representación real de la época. La diversidad no hay sido nunca el punto fuerte de Coppola, pero en este caso la cosa se nota mucho. Cada cual lo entenderá como quiera.

El director de fotografía Philippe Le Sourd es fundamental para el tono pictórico de este cuento de hadas oscuro. El sol irrumpiendo entre las hojas o las persianas y la tímida luz de las velas iluminando las estáticas escenas interiores remite a verdaderos cuadros en movimiento.

Pero el soldado playboy, más allá de todos sus encantos, sigue siendo un enemigo, por lo que su estadía tiene fecha de vencimiento. Y por más que se muestre como una útil adición a la casa, Martha sabe que no es más que un gallo en el gallinero, situación que genera una esperable desesperación en McBurney la cual, sumada a la “abrumadora” tentación, termina en desastre.

La primera mitad de la película es intrigante y atrapante. La naturaleza conflictiva de la presencia del soldado y las diferentes aproximaciones de cada una de las mujeres construye un conflicto que se ve venir a la legua, pero aún así resulta atractivo.

Sin embargo nunca creamos un vínculo con ninguno de los personajes, lo que se potencia en la segunda mitad, cuando la sutileza se deja atrás y la castración simbólica genera que el poder tácito de McBurney se convierta en sometimiento. Coppola pega un volantazo en el ritmo, el tono y las motivaciones de los personajes: amor, deseo y venganza se mezclan sin dejar demasiado en claro el porqué de los eventos.

McBurney deja de ser el gallo suelto en el gallinero para volverse la mosca atrapada en la telaraña – cuyo castigo es, de alguna manera, el castigo a la eterna traición del hombre.

El Seductor es una película técnicamente impecable, con una atractiva premisa, un buen elenco y buenas actuaciones, que se desmorona en el último acto. De todas maneras estoy seguro que los seguidores de Coppola se quedarán satisfechos con esta historia de hermandad y poder femenino (aunque ese poder esté representado por un elenco bastante parejo en lo que a raza refiere).