El secreto de Maró

Crítica de Ignacio Dunand - El Destape

Recetas sabrosas para honrar a la Memoria

Norma Aleandro se carga al hombre una película dulce y un tanto naif, que no cae en golpes bajos. Se disfruta por la gracia de sus intérpretes.

Maró (Norma Aleandro) es una cocinera de 90 años que lidera un restaurante de comidas típicas de la comunidad armenia. Las delicias de su cocina, sabrosas en especias y aromas, no alcanzan para llenar los baches monetarios del club que las emplea, que pronto comunica (a Maró y sus ayudantas en la cocina, a cargo de las actrices Lidia Catalano y Analía Malvido) que en poco tiempo habrá que cerrar. La historia de El secreto de Maró es dulce -un tanto naif- pero con objetivos nobles que se ven plasmados en pantalla: concientizar sobre el genocidio armenio y por qué es importante mantener viva la Memoria.

Los problemas en la cocina son solo el inicio del trayecto personal de Maró y su historia de origen. El filme de Alejandro Magnone no cae en golpes bajos y no se enfoca en los horrores del genocidio armenio; en cambio, sí está inundada de personajes optimistas, de buen corazón. Una radiografía ideal de las cosas, bastante edulcorada. La gracia de sus intérpretes, con una siempre impecable Norma Aleandro (quien el año que viene prepara su vuelta a los escenarios, dirigida por Claudio Tolcachi en Mi abuela la loca), da el toque de gracia para hacer de El secreto de Maró una historia agradable.

Un plus a destacar: la complicidad que logran Aleandro y Lidia Catalano basta y sobra para sacar la entrada de cine. Son naturales, funcionan muy bien como dupla, fluye la química. El secreto de Maró se cuece a fuego lento, como una receta familiar en la que no falta amor y esperanza.