El secreto de Lucía

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Esta es uno de esas producciones que logra demostrar que se puede hacer buen cine, siempre y cuando haga de la economía de recursos un valor agregado y no una excusa para los errores.
La historia se centra en tres personajes, casi, casi más que triangulo amoroso, sino un cuarteto, contextualizado a finales de los años ‘60, situación que favorece a la credibilidad del relato por la temporalidad elegida y no por el discurrir de la historia o por los actos que generan la progresión del mismo.
Una voz en off, luego devenido personaje lateral importante, nos presenta a Juan, un clásico porteño canchero, de dudosa profesión pero ligado al entretenimiento, quien planea un espectáculo basado en el engaño cuya meta final es la de llegar a la calle Corrientes.
Su compañero es Mario, un joven de rasgos comunes, pero con la altura casi de un enano, sin serlo, que necesita hacer dinero de manera urgente por una cuestión familiar. Su madre esta embarazada y él no quiere que ese futuro ser pase sus penurias por la enfermedad atrófica que lo condena.
Se constituyen en una pareja de ventrílocuo y muñeco, ambos falsos, “Juan y Juanito”, y parten hacia el interior del país en un viejo colectivo fileteado y adaptado como teatro ambulante.,
Se presentan con su show en el Bar Imperial donde conocen a la hermosa Lucía, cantante y bailarina, que impacta en el corazón de ambos por su belleza y los conmueve por presentarse como víctima del desamparo en que derivo su vida.
Ella descubre el engaño. Juan y Mario le proponen salir juntos de gira, ellos con su show, ella con sus talentos, hasta arribar a la ciudad de Chacabuco, donde ella tiene una historia con heridas que no terminan de cerrar, lo que justificaría el titulo de la película, y ese es el punto más débil de la producción instalado desde el guión en el que la sumatoria de conflictos iniciativos se tornan pueriles, casi inverosímiles por su desarrollo.
Lo que no permite que todo derrape son las actuaciones, desde el oficio y recursos histriónicos de Carlos Belloso, cuyo personaje por la gran pericia del actor mueve tanto al odio como a la condescendencia sin sobresaltos, muy bien acompañado, quien casi lo ensombrece, por Tomas Pozzi, un actor argentino formado en España, que demuestra no haber sido elegido sólo por ser perfecto desde el “fisic du rol”, sino por sus cualidades artísticas, a los que se les suma, en su primer papel protagónico, Emilia Attias que cumple con creces y demuestra que es algo más que una cara bonita o una diosa del olimpo,
Por supuesto que se presentan como un valor agregado de importancia el banco de suplentes, o sea los actores secundarios con peso especifico, como Roberto Carnaghi y Arturo Bonin.
La realización tiene otros puntos altos en la dirección de arte, la recreación de época específica, la fotografía y la banda sonora.
Una película en la cual circulan secretos y mentiras, donde todos los héroes encubren debilidades que los hace más humanos y que maneja la empatia con los espectadores hasta casi convertirlos en partícipes necesarios, sólo que por momentos le gana lo inverosímil y el conflicto principal termina por no ser el que grita el titulo.