El secreto de Albert Nobbs

Crítica de Karen Riveiro - Cinemarama

A pesar de sus personajes travestidos, sus numerosas puertas cerradas con llave y romances tras las sábanas tendidas del patio, en El secreto de Albert Nobbs casi todo es translúcido. Incluso hasta aquello que uno no quiere que lo sea. El artificio comienza por invadir ciertos diálogos y situaciones, pero llega hasta detalles visuales mínimos que todo el tiempo frenan la verosimilitud, cuando no producen la sensación de estar viendo a actores disfrazados y bien maquillados en perfectos decorados de época.

Glenn Close interpreta a Albert Nobbs, un hombre que tras su traje de mozo esconde un cuerpo de mujer. Al conocer a Hubert (Janet McTeer), quien también es una mujer encubierta (y que lamentablemente lo es mucho antes de que el director decida revelarlo), Albert empieza a proyectar un futuro completamente nuevo. En alguna ocasión, estos proyectos toman forma a través de una cámara móvil, que atraviesa la puerta de una tienda vacía y se encuentra con la mujer anhelada por el protagonista. En otras (la mayoría), esto se da en planos de unos pocos segundos, en los que Albert se detiene y deja lo que estaba haciendo para preguntarse en voz alta acerca de los pasos a seguir. Ambas escenas caracterizan de igual forma la ingenuidad del personaje, pero en una y otra el efecto es completamente distinto. En la primera situación, el acceso a la imaginación del personaje es una especie de descubrimiento móvil, espontáneo y hasta curioso (el espacio imaginado –que forma parte de la visión de una casa propia– es muy similar al que comparte Hubert con su mujer). En la segunda, en cambio, se presenta como algo programado casi rítmicamente, y las reminiscencias teatrales en su disposición no hacen más que terminar por destruir ese mundo y su posible autonomía.

Así, la primacía del artificio va coartando la capacidad de la ficción para disfrazarse, y un final en el que un bebé con apariencia de muñeco atrae a los ojos más que la acción es su lamentable prueba definitiva. Sin estas elecciones (y/o descuidos) y su acumulación, no puede entenderse cómo es que El secreto de Albert Nobbs cuenta con personajes sólidos y buenas actuaciones que sin embargo lucen coreografiados. O cómo es que a pesar de contar con una historia atractiva en su propuesta, finalmente resulta un film llano y despojado de toda intensidad.