El sacrificio del ciervo sagrado

Crítica de Laureano Manson - MDZ Online

Desde hace algunos años, el cineasta y director teatral Yorgos Lanthimos viene sacudiendo las pantallas con sus movilizantes películas. En una persistente escalada en el Festival de Cannes, el griego conquistó premios en importantes secciones del certamen con films como Canino y Langosta. A su vez, el primer título mencionado estuvo nominado al Oscar a Mejor Película en Idioma Extranjero; y el segundo alcanzó una candidatura en el rubro Mejor Guión Original. Finalmente, con El sacrificio del ciervo sagrado, Lanthimos se llevó el reconocimiento al Mejor Guión en el prestigioso festival francés, y tal vez en su próxima apuesta logre levantar la codiciada Palma de Oro.

Detrás de todo realizador aclamado en los circuitos festivaleros, puede haber un artista talentoso, o también un ícono de moda inflado por la prensa. En este caso, el elogiado director nacido en Atenas es ante todo, un narrador inquieto. Acaba de completar el rodaje del film de época The favourite, en el que estrellas como Emma Stone, Rachel Weisz y Nicholas Hoult; transitarán pasiones y traiciones en la corte real inglesa de comienzos del siglo XVIII.

Unas cuantas críticas sobre El sacrificio del ciervo sagrado, la película que tuvo un paso fugaz en los circuitos comerciales de Mendoza y continúa en pantalla en la Nave Universitaria, adelantan detalles que transcurren pasada la primera hora de duración. Por lo tanto, no conviene revelar mucho más que el punto de partida. Un cirujano cardiovascular (Colin Farrell) sostiene una enigmática relación con un chico de 16 años cuyo padre ha muerto. Detrás de una fachada de bienestar familiar y éxito profesional, el médico y su esposa oftalmóloga (Nicole Kidman), constituyen el exponente más acabado del paradigma burgués, a puro ejercicio de control sobre sus hijos; todos bajo una impenetrable coraza de frialdad.

A medida que el relato avanza, resulta imposible no trazar conexiones con el cine de referentes como Michael Haneke, por el nivel de perturbación de varias escenas; o el de Stanley Kubrick, por el refinamiento y sofisticación de unos planos secuencia, que logran hacer de un escenario como una moderna clínica, un espacio tan aterrador como el del hotel de El resplandor. Si vamos más hacia atrás en el tiempo, también podría resonar algún eco de Rainer W. Fassbinder, por la brutal mirada sobre todo tipo de entramado vincular; o de la legendaria Teorema de Pier Paolo Pasolini, por las consecuencias que trae la irrupción de un extraño en el ceno familiar.

Más allá de toda filiación, y de que claramente Yorgos Lanthimos está unos cuantos peldaños debajo de los realizadores citados, el griego logra construir una atmósfera sumamente incómoda, que avanza implacablemente, tanto sobre las criaturas que traza en pantalla; como sobre el espectador atrincherado en su butaca. En la primera hora, el tono gélido que domina el accionar de cada personaje, encierra el relato bajo la etiqueta de film de denuncia, que ejercita una despiadada mirada sobre el universo del pequeño burgués. Luego, la película se moviliza hacia zonas más desconcertantes. Con un pie en la tragedia griega y otro en el terror psicológico, decide a pulsar toda zona de riesgo; aún a expensas de regodearse en suculentas panzadas de sadismo.

En el contexto de una cartelera actual, dominada por productos absolutamente pasatistas, el paso de un sacudón como el de El sacrificio del ciervo sagrado ya es motivo de celebración. Es cierto que el film tiende al excesivo subrayado sobre el vacío que reina en el seno de la familia protagónica, y que podría haber explorado más capas de lectura en su coqueteo con lo sobrenatural. Pero mientras pasan los minutos, queda claro que más allá de la escalada de tensión, reforzada por la crispada y omnipresente banda sonora; la intención de Lanthimos tiene mucho que ver con la de mantener vivo el legado de un cine que interpele a la platea. En tiempos de tanta corrección formal y conceptual, el aclamado director griego arropa su película bajo un manto de elegancia, mientras prepara su zarpazo más visceral. Está claro que no estamos frente a un dechado de sutileza, pero también es cierto que las pantallas están cada vez más asépticas en su insípida blancura.

Para quienes hayan visto anteriores películas del considerado "director del momento", obviamente percibirán en El sacrificio del ciervo sagrado, un ejercicio más automatizado; cuyo resultado no alcanza la potencia del material que tiene entre manos. Cierta sensación de un autor que ya tiene la vaca atada, y que conoce de taquito el manual de instrucciones para pinchar al espectador burgués. Durante la proyección, la sensación de shock resulta inevitable, porque Lanthimos sigue esgrimiendo ese poder de un cine que abofetea. Pero pasadas unas horas, los hilos que configuran su diseño del sadismo se hacen más evidentes. Así y todo, sigue siendo un creador sobre el que vale la pena sostener la mirada.

The killing of a sacred deer / Reino Unido-Irlanda-Estados Unidos / 121 minutos / Apta para mayores de 16 años / Dirección: Yorgos Lanthimos / Con: Nicole Kidman, Colin Farrell, Alicia Silverstone, Barry Keoghan, Bill Camp, Raffey Cassidy y Sunny Suljic.