El sacrificio del ciervo sagrado

Crítica de Damián Hoffman - A Sala Llena

La singular mezcla de suspenso y situaciones ridículas que suele hacer el director griego Yorgos Lanthimos volvió este año con un trabajo que se acerca más al género de terror que al thriller. Una familia gélida, con relaciones muy extrañas, empieza a sufrir las consecuencias de una maldición con tres etapas: la discapacidad para caminar, la falta de apetito, el sangrado por los ojos y la muerte. Los padres, unos médicos interpretados por Nicole Kidman y Colin Farrell, saben por qué la desgracia les está tocando la puerta y analizan medidas desesperadas para poder ponerle punto final. En el medio, un psicópata adolescente que se hace amigo de los hijos y parece el principal responsable de todo.

Barry Keoghan se pone en la piel de Martin, ese adolescente problemático, que junto a un muy sobrio y medido Farrell, son las mejores actuaciones. La música y el ritmo recuerdan a algunas películas de Hitchcock y, sobre todo, a El Hombre Duplicado (Enemy, 2014), de Denis Villeneuve. La trama se acerca a la olvidable La Caja (The Box, 2009), que se estrenó con más pena que gloria hace ocho años.

Con un nivel gore menor al de Dogtooh (Kynódontas, 2009), aunque con escenas tan intensas que dan ganas de taparse los ojos durante gran parte del film, la película logra atrapar con su misterio. Sin embargo, pierde su encanto con un sentido del humor que no se conjuga con la tensión de la historia. La ridiculez de algunas partes suma para hacer aún más siniestra a la familia del cirujano que interpreta Farrell, pero en el contexto luce desubicado. No es nada nuevo para la filmografía de Yorgos, por lo que si sus trabajos anteriores resultaron atractivos, con esta nueva historia podría suceder lo mismo.