El sacrificio de Nehuén Puyelli

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

UNA HISTORIA DE VENGANZA

Al alejarse del paisaje suburbano de Buenos Aires, Campusano logra en este film algo que muy pocos cineastas nacionales han sabido profundizar desde la ficción: hablar de las desigualdades sociales regionales en el sur, particularmente en Bariloche, donde conviven los pueblos originarios con familias acaudaladas que hacen de la discriminación y la explotación una moneda corriente. El racismo, la homofobia y la desigualdad económica se encuentran en este relato con un intenso drama carcelario que deja entrever una veta humana que se aleja de los clichés y golpes bajos comunes al subgénero. Lo que se ve esencialmente es a un realizador cuyo crecimiento cinematográfico va ligado a profundizar sobre las luchas clasistas y la vida en los márgenes con su película más ambiciosa y barroca a la fecha, no sólo por su precisión visual sino por un guión hermético donde cada una de las partes suma al relato hasta su vertiginoso final.

El protagonista es el Nehuén Puyelli del título, un joven mapuche que utiliza sus prácticas curativas y que se encuentra enredado en un homicidio del que se lo acusa injustamente. El motivo por el cual se lo encarcela es en realidad su relación con el hijo de una mujer de clase alta que no tolera el curso de este vínculo y hará todo lo posible para evitar que se vuelva a llevar a cabo. Yuxtaponiéndose el drama carcelario con el entorno social que define a Nehuén, los atropellos de la clase alta y la vida de un reo en busca de redención que creará un vínculo con el protagonista, la película es un torbellino de venganza donde las tensiones que se van construyendo finalmente encuentran hacia el desenlace una resolución satisfactoria. Cualquiera creería que el amplio abanico de temáticas y el riesgo narrativo podrían vulnerar de algún modo el relato, pero la forma en que este mosaico se va descubriendo y su resolución demuestran un guión sólido.

Por otro lado, también se encuentran algunas de las irregularidades comunes al director de Vikingo en diálogos donde el verosímil flaquea, principalmente por cómo se enuncian largos parlamentos que cumplen una función informativa que no siempre fluye con el ritmo de la narración. También uno nota que el retrato de la clase alta se encuentra caricaturizado y las actuaciones no tienen un nivel uniforme, llevando a que provoquen extrañamiento algunas situaciones y se pierda la credibilidad sobre la representación de lo que vemos. Sin embargo, todos estos elementos terminan resultando mínimos ante la solvencia narrativa del film, que termina cerrando un relato de venganza que en su violencia pone en evidencia las desigualdades y la intolerancia en una locación poco utilizada por nuestro cine nacional en este género.