El ruido son las casas

Crítica de Nicolás Kusmin - Otros Cines

Tras su presentación en la competencia Vanguardia y Género del BAFICI 2018, se estrena en el Gaumont esta propuesta experimental -con tanto o más énfasis en el sonido que en las imágenes- a cargo de estas dos directoras que ya habían participado en 2011 en el proyecto colectivo de Teoría de cuerdas.

Una propuesta extrema, realmente de vanguardia ¿Un documental? ¿Una búsqueda del sonido en la ciudad o más bien de diversos ruidos? ¿La creación de un largo de 61 minutos que podría haberse realizado como un corto o disminuido su duración?

Aquello que arranca con sonidos de la ciudad, de una obra en construcción con un cielo prístino y un avión que corta esa imagen y agrega su sonido, pasa a unas sillas autónomas, que con un mecanismo de rueda comandada a distancia realizan giros irregulares. De ahí el film gira y busca sonidos en unos globos que al inflarse y desinflarse generan nuevos ruidos, que hace pensar en los instrumentos informales del grupo Les Luthiers. 

Ahí aparece lo humano manipulando diversas maquinas mecánicas, como viejas consolas de vinilo que al girar chocan con vasos y demás para generar mas ruidos. ¿Existe una uniformidad? No, no la hay, solo una búsqueda de un sonido, siempre saturado e irregular, que se va fusionando con la imagen, y las luces, entrando a unas bandas que reinterpretan un viejo disco.

La propuesta de las directoras Luciana Foglio y Luján Montes -artistas creando música experimental en un formato que se aleja obviamente del documental clásico y sin diálogos- no deja de ser interesante, pese a la duración mencionada. La ciudad y la noche pueden ser un mundo a descubrir con una cámara y haciendo un foco que no permite definir en la primera mirada qué es lo que existe, de dónde y por qué aparecen esos sonidos.