El robo del siglo

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

El robo a la sucursal Acassuso del Banco Río fue, más que un crimen, una obra de arte destinada a convertirse, tarde o temprano, en película. Además de llevarse un botín de entre 8 y 25 millones de dólares sin disparar ni un tiro, ese 13 de enero de 2006 la banda de Mario Vitette Sellanes empezó a escribir, con sus actos, el guión que ahora se transformó en El robo del siglo, esta entretenida comedia policial.

Con tono ligero pero respetando a grosso modo los hechos, Ariel Winograd cuenta cómo se gestó y se concretó El robo del siglo, y lo que ocurrió después. Experto en importar el lenguaje de la nueva comedia americana y adaptarlo al paladar nacional (Sin hijos, Permitidos, Mamá se fue de viaje), aquí Winograd narra ese genial asalto con la agilidad del cine de género hollywoodense, pero sin desdeñar un humor muy argentino.

Y si de humor argentino hablamos, no podía faltar -por más que algunas almas sensibles se horroricen- Guillermo Francella. Que aquí, en el papel de “el hombre del traje gris”, Vitette Sellanes, combina la faceta dramática que empezó a mostrar desde El secreto de sus ojos con la picardía de aquel viejo Francella televisivo. Es decir que vuelve el Francella que le gusta a la gente, pasado por el tamiz de la moderación.

Pero el mejor papel recayó en Diego Peretti: a él le tocó interpretar al ideólogo del robo, Fernando Araujo, que no por casualidad figura en los créditos como coguionista junto a Alex Zito (también productor). A Araujo se lo presenta casi como un hombre del Renacimiento, artista plástico y experto en artes marciales, un bohemio colgado que en un par de epifanías canábicas se ilumina y pergeña uno de los atracos más audaces de la historia argentina.

Este porrero de Peretti que comparte sus planes criminales con su psicólogo y aquel ladrón profesional de Francella forman una dupla magnética, que realza el atractivo de una historia de por sí fascinante. Así, la película no se inscribe sólo en la tradición de Hollywood de los heist films -sobre asaltantes y asaltos que suelen terminar mal-, sino también en la de las buddy movies -películas de amigos- y las comedias fumonas.

Si los asaltos a bancos suelen ser vistos con simpatía, en este caso la tranquilidad de saber que en la realidad no hubo muertos ni heridos y que los damnificados fueron compensados permitió que, sin remordimientos, se dotara de un romanticismo aún mayor al golpe. Y a todos los personajes, ese grupo heroico de antihéroes que concretó la Capilla Sixtina de los robos.