El robo del siglo

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

Con una lluvia interminable y con la vidriera de un videoclub con neones como marco se gesta la idea de un robo frente a las puertas del Banco Río en 2005, uno de los casos policiales más audaces que un año más tarde concentrarían la atención de todos los medios.

Luego de su paso por la comedia, el director Ariel Winograd transita por el thriller pero el humor siempre está presente en el diseño de los personajes y en las situaciones que se presentan como si fuera una "buddymovie".

La película presenta a las cabezas de este grupo que decide vaciar las cajas de seguridad de la entidad bancaria. Luis Mario Vitette Sellanes -Guillermo Francella-, el inversor y el ladrón profesional que estuvo preso en varias ocasiones, es convocado por el cerebro de la operación, Fernando Araujo -Diego Peretti-, un artista plástico que practica taekwondo y descubre su gran oportunidad para salvarse. "Un solo robo bien grande". El team lo completan el técnico -Pablo Rago-, el tornero especializado en abrir las cajas; Rafael Ferro, el hombre de familia que tendrá un traspié después de la operación; Mariano Argento. un delincuente disfrazado de sacerdote y Juan Alari, el conductor del camión.

Viernes 13 de enero de 2006. Los francotiradores del Grupo Halcón están a la espera de una orden. El negociador Miguel Sileo -Luis Luque- mantiene contacto permanente con Vitete y también es víctima de sus engaños. Entre la "pareja despareja" protagónica y Sileo se construye el clima de tensión que el relato necesita y que alterna los preparativos previos al gran atraco con el presente que mantiene al grupo y sus rehenes en escenas efectivas y graciosas.

La recreación del túnel para el escape, el uso de la música -con el tema Ultraviolento- y un elenco sólido hacen que la película funcione desde el comienzo y se sostenga con interés a pesar de que el público ya conoce el desenlace. En ese sentido, Winograd aprovecha los laberintos del filme inspirado en hechos reales y con el fantasma de los bancos como villanos reales para un producto de género concebido con grandes recursos.