Show me the Money! Dice Stephanie Zacharek -una crítica siempre interesante que escribe en Movieline- que le pareció divertido ver a Anthony Hopkins haciendo de exorcista/exorcizado en El rito. A mí me pareció bastante patético. No porque su actuación sea precisamente mala (le alcanza su técnica y su presencia para hacer el personaje "de taquito") sino porque me parece que un actor de su categoría y su trayectoria no debería (o no debería necesitar) aceptar un papel así... por más generoso que sea el cheque. Que quede claro: no tengo nada contra el cine de género y hasta el propio Hopkins se consagró de forma masiva y definitiva gracias a El silencio de los inocentes. Los pocos colegas que rescataron algo de El rito hablan de las "atmósferas" que consiguió su director, el sueco Mikael Håfström (Solo contra sí mismo, 1408, Descarrilados). Es que la película -vendida con el ¿plus? de estar "basada en un caso real- no se decide por ser "una de terror religioso con todo" o una "en serio", de esas más creibles y sugerentes. El film es demasiado solemne y, de vez en cuando, dispara un gag muy simpático, como cuando el padre Lucas que encarna Hopkins está exorcizando a una embarazada italiana, suena su celular y contesta: "Ahora no puedo hablar, estoy actuando". Si a Hopkins le alcanza su estirpe para zafar en las tres o cuatro secuencias que le tocan en suerte (aparece por primera vez a los 25 minutos), lo del resto es insostenible. El verdadero protagonista (un joven escéptico que se ve forzado a estudiar religión y es enviado al Vaticano para un curso de exorcismo) es realmente un "paquete" llamado Colin O'Donoghue, mientras que los buenos intérpretes contratados para los papeles secundarios ( Alice Braga, Ciarán Hinds, Toby Jones, Rutger Hauer) no tiene ni una mínima escena para lucir un poco su talento: quedan prácticamente reducidos a objetos escenográficos como las velas, los crucifijos o las imágenes de ángeles que se ven de fondo. Con una edición que se encargó de cortar todo lo necesario para no haya ninguna toma "inconveniente" capaz de poner en peligro la calificación PG-13 que el film necesitaba para su explotación en el mercado norteamericano (los adolescentes, se sabe, conforman el target predilecto), este sub-sub-sub El exorcista resulta una película decididamente menor y, por lo tanto, prescindible.
El primer exorcismo sucede a los 32 minutos de comenzada la película, pero hasta ese momento, no pasa casi nada. Es más, si leiste la sinopsis y llegaste media hora tarde al cine, podés seguir viéndola sin problema que...
Volvieron las películas sobre exorcistas. Ya se veía venir el año pasado, con el estreno de El Último Exorcismo, filmada en clave de falso documental. Si bien El Rito está contada de manera clásica, también llega para tratar de aportar su grano de arena al subgénero. Harto de los malos recuerdos que le genera trabajar en una funeraria junto a su padre, Michael (Colin O'Donoghue) decide estudiar para convertirse en sacerdote. Pero cuando está por abandonar la carrera, es convocado para asistir a un curso de Exorcismo en el Vaticano, ya que en la santa Sede planean formar a una nueva generación exorcistas que operarán en distintas partes del mundo. En paralelo a las clases, un Michael cada vez menos entusiasmado por la religión conocerá al Padre Lucas (Anthony Hopkins), un veterano en el arte de expulsar demonios. Al principio, el joven no cree en los que ve durante los exorcismos y pretende encontrarle explicaciones científicas y psicológicas. Pronto descubrirá que el Mal existe, y que anda tras él y el Padre Lucas. Sin dudas, la mejor película sobre el tema sigue siendo El Exorcista, seguramente la película más aterradora jamás filmada y un clásico del cine todo. Pero El Rito, sin siquiera ubicarse algunos escalones abajo del film dirigido por William Friedkin, es uno de esos dignos “productos a la sombra de”. Al igual que El Exorcismo de Emily Rose (y de la alemana Réquiem), el hecho de estar inspirada en episodios reales nos lleva a pensar que puede pasar aquí y ahora. Pero hay algunos puntos en común con El Exorcista. Michael, como el Padre Karras (Jason Miller), vive perturbado por episodios familiares y no deja de cuestionarse la fe. Y en determinado momento termina formando equipo con un experimentado en la materia, como Karras con el Padre Merrin (Max Von Sidow), quien venía de tener confrontaciones fallidas con los discípulos de Satán. En ambos films, el joven y el anciano son puestos a prueba por el Mal. El director sueco Mikael Håfström no es ajeno al género fantástico: hizo Leyenda de Fantasmas en su país natal, y la subvalorada 1408 en Estados Unidos. Se nota que sabe crear climas de suspenso y de extrañeza, con golpes de efectos nada novedosos pero siempre efectivos. Se nota más que nada en las escenas de exorcismos —que generalmente involucran a niños y adolescentes, para no perder la costumbre—, y en las visiones de Michael. Durante las entrevistas por este film, Anthony Hopkins dijo que su personaje del Padre Lucas era el mejor que le había tocado interpretar desde el de Hannibal Lecter. Pero en realidad se acerca más a esas actuaciones que el galés parece ejecutar con piloto automático. No está mal el viejo Anthony, pero tampoco es una labor comparable a la del refinado caníbal. Por su parte, el irlandés Colin O'Donoghue está correcto como el conflictuado joven sacerdote. Toby Jones y Ciarán Hinds aportan lo suyo en papeles mínimos, y Alice Braga encarna a una periodista que tampoco puede escapar de traumas personales. Ah, y no nos olvidemos de la voluptuosa Maria Grazia Cucinotta, que en una época era invitada a festivales de cine argentinos casi tanto como Geraldine Chaplin. El Rito difícilmente se convierta en un clásico, pero funciona como pasatiempo con sustos incluidos. Y además, nos hace pensar en el Diablo, que puede estar junto a vos ahora mismo, contemplándote leer esta crítica, listo para desaparecer cuando gires tu cabeza para mirar atrás.
Hay un diablo en mi cuerpo Enésima revisión de ese clásico más clásico del cine de terror que es El exorcista (The Exorcist, 1973), El Rito (The rite, 2011) se presenta como una propuesta que suple la falta de originalidad con un desarrollo interesante y atrapante. Pero se empantana en su propia tibieza conformándose con la mediocridad de un par de saltos y sustos. Supuestamente basada en hechos reales (¿alguien se encargará de comprobar la veracidad de las situaciones englobadas bajo esa leyenda?), la película del sueco Mikael Håfström narra la historia de Michael Kovak (un plástico y felizmente ignoto Colin O'Donoghue), seminarista y ex empleado de la casa fúnebre regenteada por su padre. Con su fe presa del descreimiento, lo envían a Roma para que tome clases de exorcismo. Para que se curta, digamos. Ahí conoce al poco ortodoxo Padre Lucas (Anthony Hopkins, quien aseguró que era su mejor película desde El silencio de los inocentes) y descubrirá que sus dudas eran infundadas: el Diablo existe. Si hay algo que amerita la visión de El Rito es su tercio inicial. La primera escena es el preparativo de un cuerpo para su velorio. El recorrido pausado, casi admirado de Hafstrom por el principio del fin de una fisonomía humana; el procedimiento automático pero meticuloso con que Kovak lo maquilla, lo viste, lo armoniza; la presencia fantasmagórica de un Ruthger Hauer corroído por el tiempo invitándolo a cenar, todo construye una atmósfera ominosa, plena de claroscuros visuales, donde la multiplicidad de temas promete un relato atrapante. Porque después de allí, quizá como contraposición al patriarcado absoluto de su casa o como búsqueda de respuestas espirituales al hecho infinitas veces certificado de la expiración del cuerpo, Michael parte rumbo al seminario. El Rito se pone mejor: el futuro cura piensa no ser tal porque descree, porque la religión no le dio las respuestas que buscada. Si hasta mira con apetencia sexual a una compañerita. ¿La película más iconoclasta del año? No, porque aparece el Padre Lucas y exorciza a El Rito dejándola inocua como una seda. El tour de force religioso de Michael por los suburbios de la estilizada Florencia es el mismo al que Hafstrom somete a un espectador que lentamente empezaba a contagiarse del descreimiento generalizado. El Lucas de Hopkins, como el Lionel Lougue de Geoffrey Rush en la sosa El Discurso del Rey (The King's Speech, 2010), está construido a brocha gorda, por el puro utilitarismo narrativo de generar una situación aún mayor. En este caso es, se dijo, inspirarle espiritualidad al descreído. El desenlace es a puro grito y efecto especial. Poco queda de aquella lasciva mirada de Michael a su compañerita, de la fascinación (de él y de la cámara) por el cuerpo y su contorno. El Rito prometía mucho más.
Algo es seguro: El rito no va a marcar un antes y un después en la historia de este subgénero del cine de terror que tanto ha frecuentado Hollywood desde el clásico El exorcista (William Friedkin, 1973). Pero justo es reconocer que, por lo menos en un principio, el film dirigido por el sueco Mikael Håfström intenta algo diferente: hay más preocupación por las atmósferas que por los efectos aterrorizantes, más duelos verbales en torno de la existencia del demonio que escenas dedicadas a ilustrar sus manifestaciones; más debate que gore, y, sobre todo, un nivel actoral poco frecuente en films sobre posesiones y exorcismos. El toque europeo -la historia transcurre mayormente en Roma, aunque parte de los escenarios pertenece a Budapest- también contribuye, sobre todo en el aspecto visual. E incluso puede anotarse algún mínimo guiño humorístico (el experimentado exorcista le pregunta a su novato discípulo después de asistir a una clase práctica: "Qué esperabas? ¿Cabezas que giran? ¿Sopa de arvejas?"). Pero los buenos propósitos se desvanecen a medida que la historia avanza y los clichés más transitados se adueñan del relato. Indecisión Esta indecisión puede tener dos consecuencias: el tedio de los fanáticos del género que esperen imágenes de mayor impacto, más sobresaltos y más humor y la decepción de los que habiéndose tomado el cuento en serio descubran que en el fondo no hay aquí sino lugares comunes. Claro que la cáscara es atractiva: el protagonista es un muchacho de Chicago que en realidad ha llegado al seminario huyendo del negocio familiar (una funeraria) y ahora que está por ordenarse intenta renunciar y aduce una crisis de fe. Pero un superior que ve en él pasta de exorcista lo envía a un curso especial en Roma, donde terminará siendo discípulo de un veterano y poco ortodoxo experto en liberar a posesos. Habrá, claro, mucha discusión entre el escéptico joven y el exorcista, cuyos métodos incluyen alguna trampita. El muchacho necesita una prueba irrefutable para creer en la existencia del demonio y el viejo sacerdote será quien deberá proporcionársela, si puede. Sólo el admirable oficio de Anthony Hopkins, el compromiso del casi debutante Colin O'Donoghue y la convicción del resto del elenco (al que Alice Braga añade el toque femenino en un papel sin relieve) hacen que las escenas clave del cuento exhiban alguna potencia. Lo demás es rutina. Quizá más vistosa, pero rutina al fin.
Fábula del exorcista que pecaba de aburrido Desde La séptima víctima(1943) y Curse of the Demon(1958) –continuando, desde ya, con El bebé de Rosemary, El príncipe de las tinieblas y, más que ninguna, esa bestialidad de El exorcista– las buenas películas de terror satánico inducen al espectador, por más escéptico y racionalista que sea, a creer desesperadamente en el Mal durante dos horas. Las malas quieren convertirlo en creyente fuera de la sala, lo cual es imposible, porque no saben hacerlo adentro. Ejemplo extremo de esa clase, en lugar de ser la estrella de la película, en El rito el Mal parece interesar sólo como prueba de la existencia de su contrario. “Creo en ti”, le grita el escéptico protagonista a quien se supone es el demonio, durante un clímax de voces roncas, perjurios y venas a punto de estallar. “Por lo tanto creo en Dios”, remata. Ah, con que ahí querían llegar. Ya lo había anticipado el profe de Exorcismo del Vaticano, en una de las primeras escenas: “El objetivo de este curso es ver la posesión demoníaca a través de la lente de la fe”. La película, que parece financiada por la Santa Sede, aspira a lo mismo. Como corresponde a todo ejercicio de didactismo laico o religioso, El rito es de una seriedad de-sesperante. Presuntamente basada en una historia real (como nueve de cada diez películas de Hollywood), con guión del multiuso Michael Petroni (The Dangerous Lives of Altar Boys, la muy mediocre Personalidad múltiple, la última Las crónicas de Narnia) y dirección del sueco Michael Hafström (que viene haciendo un thriller esquemático tras otro en Estados Unidos), la película narra, como toda fábula de propaganda, la conversión de un escéptico en creyente. La astucia es, en tal caso, que el escéptico no es periodista (aunque una periodista hay, para hacerle lugar a la decorativa Alice Braga), sino... cura. “En mi familia, sos empleado de pompas fúnebres o sacerdote”, constata resignado Michael (Colin O’Donoghue), el hijo del funebrero (el reaparecido Rutger Hauer). Seguramente para diferenciarse del padre, Michael elige lo segundo. Muchacho de convicciones no muy firmes, tras presentar la renuncia al seminario unos años más tarde, su superior (Toby Jones, Truman Capote en alguna encarnación anterior) lo convence de ir a tomar unas clases de exorcismo en Roma, aunque más no sea como forma de turismo. En Vaticano City Michael terminará dando con un veterano en la guerra contra Satán, el padre Lucas (a quien Anthony Hopkins compone con solemnidad de misa). Será el tocayo del pato quien a la larga elimine de raíz las dudas del escéptico, tras hacerlo testigo de las tortuosas sesiones con la niña poseída de turno (hija, aquí, de Maria Grazia Cucinotta). Tan poco convencida de lo que en verdad quiere como su héroe, la película coquetea con el rol de hija rebelde de la Madre de Todas las Películas de Exorcismo (“¿Qué esperabas, cabezas que giran, sopa de arvejas?”, lo carga Lucas a Michael, en referencia a El exorcista), para terminar haciendo girar cabezas y torcer extremidades. Más preocupada por evangelizar que por asustar, El rito confunde la sala con el púlpito, aburriendo al no converso y sin regalar al ateo aunque más no sea un miserable sacudón.
El terror no es mi género. Y el subgénero Exorcismos menos... Como referencia Hugo, El exorcista dificilmente sea superada en algún momento. Y por eso cualquier peli donde la gente intenta mover la cabeza mucho más allá de lo que da el cuerpo... me cansa. Pero El rito me dio la sensación de que va encarada por otro lado. Si bien tiene muchos chichés del género... de esos donde te termina asustando un gato que aparece de la nada... se toma su tiempo para explicar sobre los poseidos, mas que mostrarlos sacurdirse e insultar desde el vamos. Lo de Hopkins no se si es que el tipo está más allá de todo, si es un genio, o si estaba borracho por partes... pero la realidad es que por momentos está brillante, y en otras quizás por el humor que le mete el guión, es raro verlo en esas situaciones. La película tiene un par de excelentes actores en papeles menores, y los protagonistas se la bancan. Es una película mas de exorcismos, pero esta realmente me pareció prolijita y apuntado a algo más. Creo que El rito puede satisfacer a los seguidores del género y a los que no. Y ese seguro es su mejor mérito.
Las historias sobre posesiones demoníacas son complicadas porque siempre tienen que lidiar con el fantasma de El Exorcista, que es la obra cumbre del cine de terror, que hasta el día de hoy no pudo ser superada. No es sencillo hacer un film más intenso y aterrador que el que dirigió William Friedkin en 1973. Esta película que se estrena esta semana estuvo producida por la misma gente que hizo El exorcismo de Emily Rose, donde se vuelven a tocar temas similares. En lo personal, no creo este film pertenezca al género de terror, si bien tiene momentos dignos de ese estilo. Creo que El rito tiene que ver más con el misterio y el género del thriller. De hecho, el director Mikael Hafstrom (1408) evitó con éxito caer en los clichés que suelen tener las historias de exorcismos y se concentró en tratar este tema con el mayor realismo posible. Algo que logra durante la mayor parte de la trama. El problema con esta película, además que este tipo de relatos se volvieron repetitivos, es que por momentos parece una campaña de reclutamiento del Vaticano, para levantar un poco la imagen de una institución como la Iglesia Católica que cada vez pierde más adeptos. Lo mejor de esta propuesta es por lejos el trabajo de Anthony Hopkins que logra destacarse con un personaje que al comienzo de la trama tiene muy buenos momentos cómicos y hacia el final sorprende con un perfil distinto. Es mejor no adelantar nada. Si revisamos las películas que trataron esta temática en el último tiempo, El rito es dentro de todo lo más decente que llegó a la cartelera y está para ver.
Seminario de exorcismo para escépticos A esta altura podemos afirmar que Mikael Håfström desarrolló su carrera en Hollywood siguiendo un recorrido formalmente similar al de su itinerario sueco: tenemos ante nosotros un puñado de films que abarcan distintos géneros y se caracterizan por una fotografía preciosista pero moderada, un discurso bien definido y una correcta labor por parte del elenco. Dentro del pelotón de los directores meticulosos aunque nunca deslumbrantes, el hombre una y otra vez ha sabido sobrellevar con dignidad la pobreza de los guiones, esa clásica afección -en extremo contagiosa- que padecen los representantes de su fraternidad. Tanto Descarrilados (Derailed, 2005) y 1408 (2007) como la por aquí inédita Shanghai (2010) fueron productos nobles que alcanzaron sus metas ofreciendo exactamente lo que prometían. El Rito (The Rite, 2011) es una realización respetuosa para con la inteligencia del espectador y eficaz desde el punto de vista de los resortes prototípicos del terror, hoy sin duda inclinados en pulso hacia el suspenso: trabajando el tópico de las posesiones demoníacas, la película toma prestados elementos varios de El Exorcismo de Emily Rose (The Exorcism of Emily Rose, 2005) y la obra maestra El Exorcista (The Exorcist, 1973). La trama se centra en Michael Kovak (Colin O´Donoghue), un joven que decide estudiar para convertirse en sacerdote como un medio de escape del “negocio familiar”, una funeraria encabezada por el adusto Istvan (Rutger Hauer). Luego de cuatro años, Michael continúa firme en su desazón y escepticismo, por lo que el Padre Matthew (Toby Jones), su superior inmediato, prácticamente lo obliga a asistir a una especie de seminario de exorcismo que se dictará en Roma. Allí el profesor Xavier (Ciarán Hinds) lo remitirá al Padre Lucas (Anthony Hopkins), un experto que vive en contacto cotidiano con el maligno. Håfström disimula los lugares comunes del relato privilegiando el apartado visual y las actuaciones de los dos protagonistas principales, Hopkins y O´Donoghue (el sabio creyente y el neófito en plena crisis existencial). El verosímil está construido con paciencia y se mantiene lejos de las desproporciones industriales, léase CGI y demás fanfarrias que podrían acercar al opus a la autoparodia. Si bien El Rito es previsible y no entrega ninguna novedad significativa, cabe señalar que su estructura narrativa es más que precisa y su tono apesadumbrado funciona a la perfección en un contexto cargado de dubitaciones religiosas.
Y si no se tiene fé... Otra de exorcismos, y esta vez basada en hechos reales. Sólo que en esta caso la trama no se centra en un poseído sino en un aspirante a sacerdote que atraviesa una crisis de fé. La propuesta es seguir a este muchacho en su camino de aprendizaje e intento de recuperar su credo, que incluye un curso práctico de exorcismo en Roma. Michael Kovak (Colin O´Donoghue) no tuvo una infancia normal. Con un padre dedicado al negocio funerario, creció rodeado de cadáveres a los que ayudaba a maquillar para su ceremonia fúnebre. El recuerdo de su madre muerta sobre la camilla y su padre pintándole las uñas lo visita cada tanto. Con la decisión de abandonar el seminario en el cuarto año, a punto de ser ordenado, recibe como consejo de su superior hacer un viaje a Italia dada la necesidad que tiene la iglesia de contar con curas exorcistas. Una vez en Roma, más precisamente en el Vaticano, se le recomienda visitar al jesuita Lucas (Anthony Hopkins), experto en posesiones demoníacas. Kovak comienza a presenciar situaciones que a su entender tienen explicaciones racionales, se contrapone a lo que Lucas intenta demostrarle, aún cuando poco a poco percibe señales que inequívocamente apuntan a él. Se trata de un filme más que se suma la larga lista de este sub-género del terror. Plagada de lugares comunes, aunque de correcta factura, encuentra en su protagonista el principal escollo. La inexpresividad de O´Donoghue no ayuda en nada a la puesta de un director que, sin ser un genio creativo, podría haber explotado mejor algunas escenas con un actor capaz de interpretar la incredulidad sin confundirla con la impavidez. Anthony Hopkins tiene tratamiento de estrella desde el primero hasta el último plano, planeados estos dos como para que no queden dudas de que se está presentando a una gran figura. Su labor remite a tantas otras, pero es justo reconocerle que todos sus trucos están al servicio de la escena más relevante del filme donde su oficio salva un poco el asunto. Sólo para fanáticos que desean sumar otra película a su lista.
Encuentros con el diablo Un filme de exorcismos, centrado en un joven escéptico, con Anthony Hopkins en el papel de un cura que combate al demonio. En El rito , como en la reciente El último exorcismo, dos de los muchos productos derivados de la imbatible El exorcista (1973), los protagonistas descreen de la posibilidad de extirpar al demonio del cuerpo humano o, directamente, suponen que el fenómeno de posesión tiene más explicaciones psiquiátricas que religiosas. En El último... se trata de un pastor cínico que hace un (falso) documental para demostrar que el procedimiento de los exorcismos, practicados tantas veces por él, es un engaño. El rito es más solemne, menos innovadora y se toma más en serio -lo que no es una virtud-, aunque se permita bromas. El director, Mikael Hafström ( 1408 ), aclara, desde el principio, que se basa en “hechos reales”: la experiencia del sacerdote Gary Thomas, extraída del libro The Making of a Modern Exorcist , de Matt Baglio. El filme, además, abre con una frase de Juan Pablo II, sobre el combate incesante del arcángel Miguel contra Satanás. No es casual que el protagonista se llame Michael (Colin O’Donoghue), un muchacho cuya familia se dedica, desde hace varias generaciones, a acicalar cadáveres para rituales fúnebres. El papel del padre lo interpreta Rutger Hauer. Para escaparse de ese destino, Michael elige otra vertiente laboral de sus antepasados y entra, sin convicción, en un seminario. Cuatro años después, cuando completa su formación, amaga con abandonar todo. Pero el Padre Matthew (Toby Jones) lo amenaza (lo extorsiona) con cobrarle los 100.000 dólares que costó su educación y, de paso, lo manda al Vaticano a formarse como exorcista. Ahí, el joven incrédulo -al menos al principio- conocerá a un sacerdote poco ortodoxo, Lucas Trevant (Anthony Hopkins), experto en exorcismos, aunque admite que por momentos duda de su fe. Otro personaje, bastante desdibujado, es una periodista (Alice Braga) que tiene un hermano, internado, que se queja de estar endemoniado. La historia -con guiños a El exorcista , como el (futuro) joven cura practicando boxeo- ofrece atmósferas ominosas, algunos sustos, bromas y dilemas filosóficos. Pero, sobre todo, propicia el “lucimiento” de Hopkins, que en la última parte entrega un histrionismo alla Hannibal Lecter. Tramo en que la película declina en su interés y riesgos, hasta convertirse en un mero pasatiempo previsible. Diablos.
Diluído encuentro con el diablo De todos los villanos de la historia del cine de terror, el que menos ha envejecido es sin duda el diablo. Su aparición en el cine comercial se produce en la década de 1960 (y no antes por razones de censura) con films como El bebé de Rosemary. Seguirían clásicos del terror satánico: El exorcista y La profecía. En los ’80 fue perdiendo fuerza el subgénero, porque la ironía de la década no le dejó mucho espacio. El rito, sin embargo, viene a formar parte de un resurgimiento del género ocurrido en los últimos años. Sin intención de caer en lugares comunes, hay que decir que ninguno de los films recientes –El exorcismo de Emily Rose, El último exorcismo y ahora El rito– se les acerca ni por asomo a aquellos clásicos ya mencionados. Es curioso, porque aunque en todos los casos hablamos de un cine netamente comercial, cuando uno veía la actuación de actores como Max Von Sidow o Gregory Peck en aquellos títulos, encontraba una autenticidad que era una de las claves de la efectividad de aquellas películas. Acá ocurre casi lo contrario. Si bien el talento indiscutible del gran Anthony Hopkins le permite dar fuerza a muchas escenas, algunas incluso magníficas debido a él, son chispazos aislados de un gran oficio que no está acompañado ni por la puesta en escena ni por el guión. Avanzar sobre la trama en esta clase de películas es arruinar lo poco que puede sorprender al espectador, pero definitivamente no debería, quien quiera ver esta película, esperar un guión de esos que deslumbran. La tensión entre el esceptisismo del joven cura y el veterano exorcista se queda en la superficie y el marco de conflictos personales que el primero tiene no alcanza a comprometer al espectador para sentir una identificación más profunda. Y es justamente esa distancia la que hace que El rito no asuste ni interese realmente, aun cuando, con pícaro ojo comercial se nos diga que está basada en un hecho real.
Hemos de escribir sobre El Rito, la nueva película protagonizada por Anthony Hopkins, cuya trama gira alrededor del caso real de un sacerdote escéptico que realiza un curso sobre exorcismo en Roma y asiste al trabajo poco ortodoxo de un cura especialista en la disciplina. Toda la película gira alrededor de la tirante discusión interna sobre creer o no creer. Ahora bien, es imposible hablar de este nuevo film sin remitirnos, obviamente, a El Exorcista, en mi humilde opinión, la gran película de terror de todos los tiempos. Dirigida por William Friedkin y basada en la novela homónima de William Peter Blatty, este gran y maravilloso clásico de 1974 obtuvo numerosos premios (Premio Saturn a Mejor Película de Terror; Globo de Oro al Mejor Guión; Mejor Actriz de Reparto, Linda Blair; Mejor Director; 11 Nominaciones a los Oscar, de las cuales obtuvo dos estatuillas por Mejor Guión Adaptado y Mejor Sonido). Sabemos reconocer y apreciar el brillo de una joya pero titubeamos y tropezamos al intentar entender por qué. Podemos esbozar algunas ideas pero nunca llegaremos a comprenderlo del todo. Esa es una de las características más hermosas de las joyas del cine, esos clásicos insuperables que se mantienen en vigencia muchos años después de su estreno y han sentado enormes paradigmas para las películas que vinieron después. El Exorcista no solo logra establecer grandes debates sobre la fe, la forma de creer y el eterno conflicto cristiano entre el bien y el mal, sino que además logra posicionar al ser humano como objeto de lucha de esas dos fuerzas. Y todo, en su gran mayoría, dentro de una habitación, donde la sensación de claustro nos invade al ver el film, y con un guión salvaje, actuaciones que ya son de culto y una Dirección de Sonido memorable. ¡Con qué pocos pero contundentes elementos el cine nos brindó las sensaciones más terroríficas e intensas que jamás hayamos experimentado! Resumiendo: El Exorcista es La Gran Atlántida del cine de terror. Perfecta y sublime. De tan perfecta que era, se volvió inalcanzable y se hundió en las aguas. Pero no cualquier agua, sino en los mares de la perfección cinematográfica. Es decir que este film representa una especie de altar hundido en la perfección y por eso inalcanzable. Todas las películas que vinieron luego, incluso las odiosas secuelas del propio guionista de la película madre, han tratado de conectarse con aquella majestuosidad, poder ser dignas de tener un poco de aquella maestría de la gran obra de Friedkin; incluso podría decirse que, hasta en secreto, todas las películas sobre exorcismos son un intento que corre enloquecido entre el terreno del tributo, la copia, o la reversión de una idea con nuevos elementos. Eso también se cumple para esta nueva película de La Warner. Claramente la crisis del personaje del novato cura Michael nunca logra mostrarse con suma calidad, no es creíble. Este actor no logra traspasar la pantalla, no hace que su crisis se haga carne en nosotros. Roma es desaprovechada en sus cameos aéreos. La muestra de un Vaticano súper moderno y tecnológico, en vez de darnos una sensación de erudición, nos aleja demasiado del contexto. Nada es creíble en esta película; las posesiones están muy bien hechas pero carecen de brillo. Es normal que pase esto cuando el director quiere mostrar todo el tiempo la delgada línea que hay entre tomar una posesión como una psicosis o una posesión per se. La película logra tener un giro original, eso es muy loable. Una subversión de los clásicos modelos pero demasiado previsible, por lo menos para mí. Es muy gratificante ver actuar a Anthony Hopkins, siempre lo es y siempre lo será. Mucho más cuando siga aceptando papeles tan distintos como lo hizo en el último film de Woody Allen y en esta película. Realmente actúa de maravilla. Ha construido un personaje dual y completo que por momentos tendrá escenas donde brillará pero será un brillo opaco; este nuevo trabajo tiene muchas reminiscencias de su Hannibal Lecter. De todos modos, da una gran actuación, que no deja de ser sumamente interesante de ver. Si hablamos de lo difícil que es superar a El Exorcista y las ganas que parecen tener los directores de hacer eso ¿podríamos afirmar que nunca más se volverá a hacer una buena película sobre posesión diabólica? Que cada uno lo repiense. Lo que yo afirmo es que será muy difícil poder igualar al clásico pero que se pueden dar nuevos elementos y generar una trama original, por ejemplo como en El Exorcismo de Emily Rose, una muy buena película con giros innovadores. Me cuesta creer que, teniendo en cuenta que dos sacerdotes volverían a ser el centro de atención en una película que analiza el egocentrismo del Diablo y su obstinada necesidad de demostrar que existe, el director, junto con todo su equipo, no hayan sido capaces de darle nuevos aires a un argumento ya mítico. De poseer muchos más elementos técnicos que el film de culto y no poder lograr ni siquiera una cuarta parte del pánico interno que logra El Exorcista. Se quiso reconstruir el brillo de una antigua obra en la arquitectura del cine. Y no se pudo. Es como si se quisiera reconstruir el Coliseo con ladrillitos Lego. Sin embargo, hay que valorar el desafío y las ganas de seguir haciendo cine bajo la sombra de un gran clásico. Porque no hay nada más lindo que sentir en la panza ese terremoto típico, una mezcla de ansiedad y pavor cuando nos sentamos a ver una película que trata sobre este tema que despierta tanta curiosidad y hasta diríamos, ¿por qué no?, morbosidad. Y aunque no sea un éxtasis en este caso, es lindo volver a recordar todo ese hermoso ritual que es sentarse a ver una película de terror.
Cuestión de fe Con un comienzo inquietante, este thriller sobrenatural coloca en primer plano las dudas, miedos y cuestiones de fe que afronta Kovak (Colin O'Donoghue), un joven seminarista que se crió junto a su padre (el reaparecido Rutger Hauer) en una funeraria. Los temores y pesadillas son una constante en su vida hasta que ingresa a la escuela de exorcismos del Vaticano, y conoce al Padre Lucas (Anthony Hopkins), quien le mostará el mundo más oscuro de la fe. Dirigido por Mikael Hasftröm (1408), el film se torna más disperso en su desarrollo y desenlace. La acción gira en torno a Kovak, su relación con una joven periodista (Alice Braga) que escribe sobre casos de exorcismo y una madre (María Gracia Cucinotta) y su hija poseída. El espectador no tardará en darse cuenta lo que va a ocurrir. El Rito explora el sendero de lo psicológico (y psiquiátrico) y explota menos el efectismo al que recurre este tipo de realizaciones (como en El último exorcismo), pero el clima pesadillesco aparece reflejado con la presencia de sapos, cucarachas y un caballo, que diluyen el misterio. Rica en detalles (amuletos, cruces), la película se articula en base a la entidad demoníaca que se esparce por el mundo y conoce los temores de sus adversarios. Sin lugar a dudas, Anthony Hopkins tiene presencia en su rol de sacerdote poco ortodoxo y su mirada remite por momentos a la figura de Hannibal Lecter. Pero con eso no basta. La maldad tarda en aflorar y no asusta. Que vuelva Linda Blair.
Anexo de crítica: La temática de las posesiones demoníacas ya no da para más: El Rito no cuenta nada digno de mención, no agrega ni la más mínima innovación al subgénero (para colmo, en mi opinión, El Exorcista además de insuperable es la mejor película de horror de todos los tiempos) y desperdicia a un Anthony Hopkins que cada día elige peor sus proyectos. Lo único rescatable es la dirección del sueco Mikael Håfström que sabe organizarse para narrar con cierto estilo y alcanzar algunos climas de tensión que no compensan las debilidades de un guión que recae nuevamente en el viejo cliché del religioso con problemas de fe. En su búsqueda de realismo el filme se queda en un inoperante término medio que sólo enfatiza su mediocridad...
Anexo de crítica: Las posesiones demoníacas -sean o no inspiradas en hechos reales- han perdido todo atractivo luego de la magistral El exorcista (1973), salvo honrosas excepciones como la alemana Requiem. El resto de los títulos que giran en torno a este tópico no llegan nunca a los niveles tanto desde lo narrativo, los personajes y los climas como aquella película que rezaba que el infierno era una construcción mental despojada de todo elemento sobrenatural. Siempre resulta más intrigante ligar un acto de posesión diabólica con cierta patología mental, pero sin caer en las redes de la racionalización pura como sinónimo de negación de los hechos. Ese es el principal problema que arrastra esta película de Mikael Håfström (1408), excesivamente solemne, cuyo único mérito es contar con la presencia de Anthony Hopkins para darle lustre a su personaje a pesar de no poder salir airoso de un caprichoso guión que busca desesperadamente a Hannibal Lecter...
Terror Qualité Hubo un tiempo en el que el terror fue hermoso y libre de verdad, con el fuera de campo, la cámara subjetiva y mucho más. En efecto, antes de convertirse en una exhibición de atrocidades, gozó de muy buena salud, ya sea por la función subversiva de sus mejores exponentes para inyectarse en el imaginario colectivo o por establecer conexiones referenciales con el resto de la serie genérica. Hoy (salvo honrosas excepciones) ya resulta redundante encontrar filmes que prometen y se desbarrancan rápido por una pendiente plagada de lugares comunes. Esto es lo que inevitablemente sucede con El rito. Su director, el sueco Mikael Hafstrom, pone en juego durante los primeros quince minutos (los mejores) un arsenal de elementos que colocan a la historia en la cornisa: el simpático argumento de un joven (Colin O´Donoghue) que huye de su padre (Rutger Hauer) con quien comparte la singular tarea de preparar los cadáveres para los funerales y termina accediendo a un curso de exorcismo en el vaticano como si de una beca trascendental se tratara porque su escepticismo no le permite progresar en el sacerdocio. Allí se topa con el padre Lucas (Anthony Hopkins), un cura poco ortodoxo que es capaz de atender un celular en medio del ensalmo o despojar de importancia al acto en sí (guiño a los espectadores) cuando le profiere a su aprendiz “¿Qué esperabas encontrar, sopa de arvejas o cabezas girando?” en un juego de clara alusión a la clásica película de Friedkin, El exorcista, aún perturbadora. En efecto, este tono ligero, acompañado por prolijos encuadres que toman distancia de lo observado, variedad de ángulos de cámara para mostrar personajes y paisajes solitarios como objetos inertes, más ciertos duelos dialécticos interesantes, cae por un precipicio el resto del metraje cuando se elige un tono pomposo, una grandilocuencia en los diálogos espantosa y una prolijidad que apesta (con infaltable lluvia acompañada de solemne banda sonora). A partir de allí, todo se pierde y es como si a los zombies de Romero les pusieran pelucas y los hicieran danzar al ritmo de Mozart. Luego, el devenir argumental se transforma en una sucesión ininterrumpida de lugares comunes, de una impersonalidad absoluta y de un esfuerzo por copiar las atmósferas de un Shyamalan, con un cura (a lo Gibson en Señales) que recupera la fe, y un Hopkins con sus infaltables tics de Hannibal Lecter pero horneado (ya verán por qué). Lamentablemente, la película comete una triple traición: a sí misma en lo que dejaba entrever en su planteo; al género mismo, al caer en la ampulosidad y pretenderse como “culta” en lo formal, buscando poesía donde no hay; y al espectador por prometer no darle sopa de arvejas y servírsela luego en porción doble. Al final, lo que queda, es un forzado viaje narrativo con el héroe devenido en elegido y la chica que lo acompaña, es decir, los sedantes a los que nos tienen acostumbrados el ochenta por ciento de las películas industriales.
Al diablo con los exorcismos. Pasan las décadas y parece que la Warner Brothers no se resigna a dejar de lado una temática cuyos signos de desgaste son evidentes. En 1973, el éxito impresionante de El exorcista, esa obra maestra iniciática de William Friedkin, impulsó una secuela dirigida por John Boorman y estrenada cuatro años después: El hereje, que pese a la elaborada estética de muchas de sus escenas fue un fracaso absoluto. Tuvieron que pasar más de treinta años para ver dos precuelas de escasa repercusión: la floja El comienzo de Renny Harlin y la subestimada Dominion de Paul Schrader. Ahora le toca el turno a El rito, film “basado en hechos reales” según proclaman su afiche promocional, su trailer y su introducción. El joven Michael Novak (Colin O’Donahue) trabaja en el negocio familiar, una funeraria, ayudando a su padre (Rutger Hauer). Como este es muy estricto, Michael decide tomar los hábitos. El problema es que no cree en Dios. Cuatro años después, ya de sotana, decide renunciar a la Iglesia. Su superior (Toby Keith), creyéndolo el elegido, se opone a esa decisión y por eso lo envía a un curso de exorcismo en el Vaticano, algo así como un campamento para curas escépticos. Una vez allí queda bajo la tutela del veterano Padre Lucas (Anthony Hopkins), experto en posesiones demoníacas. Es inobjetable que todo gran actor tiene sus muertos en el ropero. Así y todo, resulta curioso advertir la abultada cantidad de bodrios que se acumulan en el currículum del notable Anthony Hopkins. Al tipo parece no importarle, con su oficio le alcanza para cumplir en cualquier ocasión. Y si la película resulta ser tan mala que con eso no es suficiente, siempre puede echar mano de su pequeño Hannibal Lecter ilustrado. El debutante Colin O’Donahue, por el contrario, es tan inexpresivo como una tabla de madera. El clímax del relato, que supuestamente debía ser un contrapunto entre él y Hopkins, termina por convertirse en un risible monólogo del segundo. Uno está muy verde. El otro está pasado de rosca. En una escena, luego de asistir a su primera clase de exorcismo, Michael es interpelado por el Padre, quien, en obvia alusión a la iconografía de El exorcista, le pregunta: “¿Qué esperabas? ¿Sopa de arvejas?”, a lo que cabría responder: “Qué tupé”. El director Mikael Hafström reemplaza el famoso recurso de la sopa por un arsenal de efectos especiales cuya efectividad, en comparación, resulta insignificante, sin mencionar esa ampulosidad que tan mal le queda al cine de terror. La secuencia por medio de la cual nace la fe del protagonista (un puñado de alucinaciones obvias y aburridas, con largas panorámicas, voces en off y demás chiches) prepara la película para un final aun más pobre del que se podía esperar en los primeros dos tercios de metraje. Poco y nada se puede rescatar de El rito: el bellísimo paisaje romano, la lóbrega escena inicial en la funeraria y paremos de contar. Si hasta el más rabioso de los católicos podría considerarla indefendible. A fin de cuentas, es como si aquella famosa maldición de El exorcista se hubiera extendido también sobre el subgénero que esta inauguró.
Hay un axioma cinematográfico, sobre todo cuando se refiere a productos hollywoodenses, que reza: "Si el filme esta basado en hechos reales, no le creas nada". Que queda de esperar cuando al principio de la proyección se puede leer "inspirado en hechos reales", ya ni siquiera "basado". ¿Son sinónimos? No exactamente, por lo cual llevará a confusión al espectador creyendo que verá algo del orden de una realidad, que no es. Sólo puede deducirse que los personajes encarnados por Anthony Hopkins (Padre Lucas) y del inoperante Colin O´Donoghue (Michael Kovac) tienen existencia real, fuera de la pantalla. En tanto y en cuanto a producto fílmico terminado, éste no sólo no aporta nada nuevo, sino que además por lo previsible que se torna a partir de los 15 minutos, aburrida. De que va la historia. Un joven que trabaja en la empresa de la familia, una funeraria, acicalando los cadáveres, decide poner distancia de esa labor tan vital (en sus dos acepciones, la relativa a la vida y la que esta en relación a lo importante) internándose en un seminario para ser un eclesiástico. Pero al final de su estadía en el seminario, tras perder su fe, y luego de presentar su renuncia, es convencido por su maestro y superior (Toby Jones) que se inscriba en un curso de exorcismo en el Vaticano. Es allí donde conoce al padre Lucas y a una estudiante (Alice Braga), pero que en realidad es una periodista que investiga sobre el exorcismo en el siglo XXI en general y en las practicas del padre Lucas en particular. Trío Completo. Sólo resta sumarle, valga la contradicción, la niña que será exorcizada, bromas aparte, cuando el padre Lucas, ante el primer ritual, le dice al joven cura, "¿Qué esperabas, cabezas girando...?”. De allí en adelante, el filme se torna en eso mismo que parece querer ridiculizar y queda en ridículo comparándola con "El Exorcista" (1973), u otros guiños comparativos, como que la niña este embarazada, ¿por el diablo?, reminiscencia de "El Bebe de Rosemary" (1968). Recurriendo a infinidad de lugares comunes del género, degenerándolo. En cuanto a su estructura narrativa, es clásica, lineal, sólo algunos flashback, intentan mínimamente romper con la monotonía de la linealidad del relato. Todo el diseño de arte esta trabajado en función de la imagen y de la historia, no hay contrapuntos de ninguna naturaleza, sólo afirmación de lo mostrado, desde todo punto, música empatica, exabruptos sonoros para asustar, que no cumplen con su cometido, la fotografía acorde a lo narrado. Ni hablar de un guión casi inexistente, pobrísimo, donde lo más importante, esto es la confrontación entre el escepticismo del joven y la fe del viejo cura, sólo esta nombrada sin desarrollar. Todo esto sucede después de esos primeros quince minutos iniciales donde parecía prometer ser otra cosa, pero que se empieza a diluir hasta convertirse en un mar de inoperancia. En relación a las actuaciones, el gran Anthony Hopkins, paso, lo hizo de taquito, cobro y se fue; Alice Braga pone su belleza; Rutger Hauer vuelve con oficio; Toby Jones esta netamente desperdiciado, y el actor protagónico no seduce a nadie.
Hombres de poca fe. Tarde pero seguro, les traemos una crítica mas corta de lo usual solo para dejarles nuestra opinión sobre el ultimo film protagonizado por Anthony Hopkins y que viene liderando la taquilla Argentina hace 2 semanas. Es bastante mala. Listo, ahí esta la crítica. Bueno, me extiendo un poco mas. Pudo haber sido bastante buena. La idea es interesante, ver un poco el proceso de enseñanza dentro de la Iglesia hacia la formación de nuevos curas y en especial la necesidad de especialistas en exorcismos. En el centro de todo tenemos a Michael, un joven a punto de tomar sus votos finales y convertirse en cura, pero tiene serias dudas sobre su fe. Su mentor ve algo en el que piensa es especial y lo envía directamente al Vaticano a un curso experimental sobre exorcismos. Aquí Michael conoce a el padre Lucas. Un experimentado y poco ortodoxo exorcista con miles de casos en su historial. Veremos la fe de ambos hombres ser puesta a prueba y como se diferencian las visiones ante casos particulares. Algunos recurriendo a la psicología y otros a la fe completa. El mundo de la Iglesia, los ángeles y demonios, exorcismos y la fe es uno muy rico. Lleno de detalles y oportunidades para buen cine. En este caso son todas desperdiciadas por un guion sin rumbo claro. Con un protagonista principal completamente carente de cualquier tipo de carisma o presencia. Y un Anthony Hopkins por poco momentos interesantes, pero que llegando al final se convierte en una caricatura poco soportable. El Rito, es una pobre oferta cinematográfica entre un mar de opciones excelentes. Véanla en dvd, si es que tienen que verla en algún momento.
¿QUÉ ESPERABAS? ¿CABEZAS GIRANDO Y SOPA DE ARVEJAS? ¿Cuanta expectativa puede generar en estos días una película sobre exorcismos? Es una época en la que el sub-género de los poseídos viene en franco decaimiento, marcado por la perdida de la sorpresa y el terror que infundía la presencia demoníaca en épocas pasadas. Muestra de esto son películas francamente malas como El EXORCISMO DE EMILY ROSE (2005) o EL ÚLTIMO EXORCISMO (2010), sin hablar de la impresentable precuela que intentaron hacer de EL EXORCISTA (1973), que mal o bien terminaron siendo nuevas versiones de la película iniciática de los ’70. Ninguna aportó nada nuevo a lo ya conocido ni elementos que merecieran alguna distinción por sobre la obra de William Friedkin. Llegados a este punto EL RITO (¡Por fin un nombre traducido textual!) presentaba como novedad y potencial punto alto la presencia de un nombre de jerarquía, algo que brilla por su ausencia en las anteriores producciones sobre el tema. El nombre y la figura de Anthony Hopkins no pasaron nunca desapercibidos en la promoción previa al estreno de la película. Llegados a este punto la pregunta sería: ¿Logra Hopkins revertir esta tendencia con las películas de posesión satánica? La respuesta es simple: (repique de tambores) rotundamente no. Siendo totalmente objetivos la película no presenta errores en su realización, utiliza los elementos técnicos del cine a la perfección y dosifica muy fluidamente su narración intercalando los sucesos en el presente que vive el joven aspirante a cura Michael Kovak (encarnado por un austero Colin O'Donoghue) con flashbacks de su infancia, con los que de a poco nos internalizamos en su historia y sus sentimientos. El director Mikaël Hafstrom logra así un relato entretenido que no aburre y mantiene al espectador expectante a la resolución de la historia (un tanto predecible pero no por eso menos complaciente). ¿Dónde falla entonces la película? A mi entender los puntos bajos se apoyan en dos situaciones fundamentales. En primer lugar las actuaciones del reparto en oposición a Hopkins. Hay que decir que el otrora Hannibal Lecter logra una personificación excelente, llevando sobre si una gran parte de la carga emotiva de la película. El padre Lucas se muestra como un personaje ambiguo, con una cuota de oscuridad y un tanto impredecible; un personaje hecho a la medida de Hopkins. Lamentablemente el resto del reparto no logra ponerse a su altura quedando en evidencia esta abismal diferencia en las (muchas) escenas que comparten el padre Lucas y Michael. Aquí O'Donoghue resalta por su inexpresividad que, si bien puede que sea impartida desde el guión, queda demasiado en evidencia frente a la gran fuerza expresiva de la interpretación de Hopkins. Finalmente el rol de protagonista de la película cambia de personaje quedando Michael relegado a acompañar la evolución del padre Lucas. De más está decir que el resto del elenco (encabezada por Alice Braga) cumple con actuaciones decididamente malas. Factor que juega muy en contra al film, sobre todo con Angeline (Braga) quién participa de las escenas del clímax con una interpretación tan pobre que asusta. El segundo punto (infinitamente más subjetivo) es el hecho de que ésta película no puede (o no quiere) despegarse del bagaje cultural que históricamente poseen las películas de posesiones y exorcismos. Ya desde EL EXORCISTA en 1973 (e incluso con antecesoras) esta nueva rama del terror tenía un fuerte contenido conservador religioso inmerso. Películas donde la ciencia fallaba y el poder de Dios terminaba por solucionar los problemas. Esto traído a nuestros días resulta en una película que termina por molestar a cierta parte del público por su contenido deliberadamente evangelizante. Finalmente, y esto ya es personal, EL RITO peca de pretenciosa al querer marcar una época y despegarse de sus antecesoras. El título de esta crítica es un diálogo de Hopkins en clara alusión a EL EXORCISTA. Claro que minutos después tenemos las cabezas y los cuerpos retorciéndose (¡Infaltable!) y demás elementos que hermana a la película con sus antecesoras. Sin contar con detalles decididamente copiados a la película de Friedkin (¿una joven levantándose la pollera y gritando “¡Viólame!”? ¡¡Vaaaamoooooooooos!!) incluyendo una banda sonora que recuerda al clásico Tubular Bells de EL EXORCISTA. En suma EL RITO es otra película dramática (terror evidentemente no es) sobre un cura que pierde la fe (¿cliché? Naaaah) y la recupera mediante un evento que le acomoda las ideas. Mensaje final: el Diablo existe, pero menos mal que está Dios para sacarnos las papas del fuego.
Si hay un tema usadísimo en las películas norteamericanas, es el tema del exorcismo. La cantidad de películas que se han hecho con este tema como eje central es realmente alta, y sin duda alguna, "El exorcista" es la más reconocida de la historia. Pero bueno, a pesar de esto, una vez decidieron apostar a la misma temática y ver qué sucedía (la gente suele ir bastante al Cine a ver estas películas). "El rito" tiene un guión que cuenta más de lo mismo, y no sorprende en absoluto, de hecho, a los 10 minutos de comenzada la película, uno ya tiene una idea (bastante acertada) de cómo va a terminar. Aún así, resulta medianamente entretenida, si a uno le gusta el género. La actuación de Anthony Hopkins es muy buena, como siempre, pero aún así no es suficiente para remontar la película, y lograr algunos puntos extras...De todas manera, que el guión no sea el mejor, no quita que tanto Hopkins como Colin O'Donoghue (el protagonista) hayan brindado buenas actuaciones a lo largo de las casi dos horas que dura la película. ¿Vale la pena ver "El rito" en el Cine? En lo personal me gusta ver todas las películas en el Cine, porque fueron hechas para ser vistas allí, pero bueno, en este caso me limito a avisarles que no vayan con las expectativas muy altas.
Después de la interesante idea y manufactura de El último exorcismo y de un antecedente bastante cercano como El exorcismo de Emily Rose, no resultaba muy conveniente que sobrevenga, como si nada, otro film más sobre esta temática; por más que esté protagonizada por Anthony Hopkins y dirigida por el sueco Mikael Hafström, (responsable de la atrapante Descarrilados y de Habitación 1408). Aquella ópera prima de Daniel Stamm producida por Eli Roth mencionada en primer término, acerca de un exorcista apócrifo, abría una puerta que no precisamente El rito aprovecha. Todo lo contrario, esta película "basada en un hecho real” no aporta nada nuevo dentro de este subgénero, y hasta se podría calificar de innecesaria. Ofrece algunos sobresaltos, es cierto, pero está a dos aguas entre el terror religioso y el film testimonial, y su presunta “verosimilitud” sólo se nota en su excedida solemnidad. Muchas veces un actor de la talla de Hopkins precisa tener un partenaire de fuste para enriquecer su trabajo, y no lo encuentra aquí en el ignoto Colin O'Donoghue, incapaz de transmitir la relativa complejidad psicológica que le demandaba su personaje. De todos modos el gran actor inglés –que últimamente está poco selectivo- se las arregla para ser lo mejor de la película, claro.
Antipatía por el Diablo Al salir de la sala, con mucho público de esta peli, y terminar de verla, mi inquietud era..."Cómo esta peli puede tener éxito, siendo lo que es..??". Y esto viene a tema por varias razones: 1)Es un mediocre filme sobre el tema que ya sabemos y conocemos bien despúes del clásico mayúsculo "El Exorcista"- la original, la primera, la única-, e intenta abrevar sobre aquella con historia diferente, pero se las ingenia para robar planos como la silueta del Padre Lucas sobre la entrada de su casa y bajo la lluvia. 2) El protagonista es tan tan tan mal actor que es imperceptible y de madera balsa -se llama Colin O¨Donoghue- e interpreta a un seminarista que duda y re-duda sobre su vocación para ser curita. 3) Anthony Hopkins aparece a los 25 minutos de iniciada la peli y si bien se sabe labura de taquito, es buenisimo y hace todo bien, es como que el guión le queda chico a tamaño intérprete. 4) La fotografía es buena y hay un par de gags de humor (Hopkins atendiendo el celu en pleno exorcismo), pero es poco y no alcanza. 5)Hay muchos buenos actores como secundarios y ..desaprovechados....Ciaran Hinds, Toby Jones, Rutger Hauer..!!!!. 6) Brevemente aparece Maria Grazia Cucinotta -la bambola de "Il Postino"-, encima ni dice palabra alguna y toda vestida como una tía grande...!!!! 7) Por momentos la peli asemeja a un diseño de marketing del Vaticano para ganar adeptos al catolicismo. 8) Al espectador que va en busca de un sobresalto o de que lo sorprendan, hallará tensión en ...cuentagotas!!!!. 9) El argumento tiene mucha blableta alpedista que no conduce a ningún lado, típica seguramente del "Best-Seller" del cual proviene. 10) Si esta peli no terminara con el final que tiene, podría reivindicarse pero no....ni eso!!
No deja de resultar llamativo el éxito de El rito (The rite), que lideró la taquilla local por tercera semana consecutiva a pesar de competir con una gran cantidad de títulos nominados al Oscar (es increíble que, por ejemplo, las muy buenas El ganador y 127 horas ni siquiera hayan entrado en el Top Ten). Cada tanto se dan estos casos difíciles de predecir desde el modesto cálculo periodístico, ya que El rito no es una película que haya aterrizado como un supertanque vistoso, ni intenta vender una historia original, ni tiene tampoco un elenco rutilante (aunque evidentemente que aquí el rostro de Anthony Hopkins fue más que suficiente). La crítica la destrozó. Pero es indudable que los exorcismos funcionan. Hay “algo” que los hace rentables, quizás una garantía de sustos tan inmediatos como pasajeros. Una de dos: o el espectador sólo quiere la simple evasión que ofrece lo sobrenatural (un escudo frente a los dramas realistas), o se compromete a acompañar a los personajes a través de una experiencia ambigua, dispuesto a obtener más dudas que certezas. Esta última motivación es la que inspira las buenas películas de terror religioso, y en este sentido El rito se queda a mitad de camino. Sin embargo, el film tiene algunas puntas interesantes. Por ejemplo: La angustia del protagonista. El joven Michael Novak (Colin O’Donoghue) vive rodeado de muertos. Su padre (Rutger Hauer, por siempre inquietante) tiene una funeraria, y él heredó el oficio de preparar los cadáveres para el velorio (y jamás averiguar quiénes fueron esas personas o cómo llegaron allí). Su madre murió cuando él era chico y desde entonces se pregunta por la existencia de Dios. “En mi familia, o eres funebrero o eres sacerdote”, dice Michael, aunque nunca entendemos del todo por qué su futuro se detiene en esas únicas dos opciones. La cuestión es que el muchacho se convierte en un cura sin fe. Y a la vez parece que tiene talento, por eso lo mandan a Roma para hacer un curso sobre exorcismos, en donde se entrenará con el padre Lucas (Hopkins). Con una opacidad que el actor sostiene hasta final, Michael se vuelve un personaje misterioso, signado por una angustia que lo retrotrae continuamente a esa helada casa llena de sarcófagos. La Iglesia en el siglo XXI. Faltan curas en el mundo, sobre todo faltan expertos en extracción de espíritus malignos. El sacerdote mentor de Michael no niega la decadencia, y por eso no puede permitirse la deserción del joven. “Vos estás becado acá, así que si decidís abandonar tu carrera, eso significa que nos debés 100 mil dólares”. En estos términos le habla el superior al protagonista para forzarlo a seguir con la sotana. Estamos ante una Iglesia escasa de clérigos y obligada a modernizarse. En el Vaticano el profesor dicta lujosas clases con Power Point y un monitor Touch Screen, hasta llegar al gran gag del film, cuando Hopkins interrumpe una sesión con Satanás para atender el celular. Son detalles simpáticos que le dan a la película una impronta de actualidad, le restan gravedad y la hacen más cercana. La moderación. El director Mikael Håfström elige narrar con un tono circunspecto que favorece la construcción del personaje central y sus primeros encuentros con Hopkins. El terror crece de a poco, sin precipitarse desde los golpes sonoros. Las escenas de exorcismo no aportan mayores novedades, aunque en general están bien resueltas sin abusar de efectos especiales (con la excepción de la catarsis-espectáculo final, donde sobra maquillaje y digitalización). Es verdad que la película se cae bastante debido a una resolución condescendiente, y sin embargo hasta allí el relato venía transitando momentos sugestivos. Más allá de todas las alusiones míticas y las intervenciones concretas en los posesos, en El rito el eje no es tanto el demonio en sí sino la fuerza que ejerce el escepticismo, y aquí es cuando podemos llevar el dilema a terrenos que exceden lo religioso. Básicamente, se trata de la eterna tarea de colmar el vacío. El Diablo o la Nada.
MANUAL PARA SER UN BUEN EXORCISTA Una de las técnicas religiosas que más influencia ha tenido en el cine de terror es el exorcismo, el cual, pese a que hasta el momento el género está muy lejos de poder superar o por lo menos alcanzar lo que en 1973 William Friedkin logró en la cinta titulada "El Exorcista", muchos films intentaron recrear y aumentar su horror exitosa y erróneamente. "El Rito", lamentablemente, se deja llevar por las excesivas explicaciones y no muestra el potencial que en cada escena promete tener. Un adolescente no sabe que hacer con su vida. Su futuro está marcado por dos caminos familiares: el trabajar en una funeraria o hacerse sacerdote. Él no quiere ninguna de las dos, pero opta, sabiendo que luego de cuatro años puede renunciar a sus votos, por la segunda opción. Una propuesta por parte de uno de los superiores le va a llamar la atención, la Iglesia está necesitando exorcistas y él parece ser el hombre apropiado para serlo. Lo que va a descubrir le va a cambiar la vida. Teniendo en cuanta la temática que aquí se narra, es sorpresivo e inevitable decir que esta película no es de terror, es una cinta de suspenso que tiene sus momentos inquietantes y sus sustos, pero la intención de la misma no es asustar al espectador ni hacerlo pasar un mal momento en el cine, pese a que toca muchos de los clichés típicos del género. Es por esta precisa causa que el film falla. La película se la puede dividir en dos partes muy contrapuestas y diferentes. Por un lado todo el comienzo, la introducción al tema, el planteamiento del conflicto y cada una de las distintas escenas que cuentan cómo el protagonista está tratando de entender qué es lo que sucede. En estos momentos el film tiene un solo objetivo y, salvo por algunos previsibles segundos en los que aparece algún gato repentinamente o se abren puertas con rapidez, no hay apariciones concretas del género. Lo que sucede aquí es un incoherente e innecesario planteamiento continuo sobre la existencia del Diablo, son muchos los momentos en los que el protagonista discute con sus superiores sobre el tema y son demasiadas las charlas y los diálogos que no llevan a ningún lado por el simple hecho de que no invitan al espectador a la reflexión. Para ellos el Diablo existe y no se permite, hasta se discrimina, a cualquier persona que les contradiga sus palabras y, principalmente, lo que en las escenas siguientes sucede es una demostración egoísta y soberbia sobre este planteamiento. No se dejan puertas abiertas para que el público saque sus conclusiones y no hay intención por hacer de cada uno de los discursos de los religiosos agotadores e irrespetuosos para con la religión. Pero, y es allí donde la situación cambia, la segunda parte da un giro muy satisfactorio. Se olvida de todo planteamiento religioso y se va a la acción. Los exorcismos siguientes tienen muchos puntos en común con otros de diversas películas, hay muchas tomas que recuerdan a las desarrolladas en "El Exorcismo de Emily Rose" y se llama a la recreación de situaciones que ya se han visto numerosas veces en el cine, pero todo está filmado de manera muy realista, acentuando los cambios en los maquillajes de los personajes poseídos, de los azules de los distintos fondos y creando climas y atmósferas tétricas muy bien logradas. Si la cinta no se hubiese detenido más de la mitad de su duración en dar explicaciones religiosas sobre la existencia del Diablo y llamando a la misma discusión entre la ciencia y la religión (aquí hay un ganador) de manera lenta, desinteresada y poco creativa, la película hubiese sido otra cosa. Las actuaciones son el mejor punto del film. Anthony Hopkins desarrolla un personaje que tiene humor al comienzo y que al mismo tiempo habla mucho, situaciones en las que no se lo ve del todo lucido al actor, pero que cuando da el cambio durante la segunda mitad, acentuando esa inexpresión de su rostro (escena con la nena) y los cambios detallistas en sus movimientos, ahí se ve al fantástico intérprete. Colin O'Donoghue, Michael, está correcto, se destaca en los momentos en los que él da a entender sus miedos e inseguridades, pero no encarna bien cada una de las situaciones en las que defiende sus ideales. Alice Braga está bien en un rol que no la destaca ni la perjudica. "The Rite" no es una película de terror, funciona mejor como una cinta de suspenso. Bien filmada, con actuaciones, en especial la de Hopkins, buenas y escenas muy bien logradas visualmente, pero que falla en ser lenta, al no presentar un conflicto atractivo y distinto, al no poder ser tomada en serio gracias a los sucesivos toques de humor que van apareciendo y al gastar la gran parte de su duración en explicaciones y planteamientos religiosos innecesarios. Una regular cinta que no aporta mucho a lo que ya se ha visto sobre los exorcismos. UNA ESCENA A DESTACAR: sueño con "la muerte".
Tenebrosas estampitas medievales “El Rito” se promociona como “basada en hechos reales”, ya que está guionada a partir de un libro de investigación periodística, realizado por un estadounidense residente en Roma, que registró algunas experiencias documentadas en la escuela de formación de exorcistas, asombrosamente activa hoy en el Vaticano. Sobre esa base no ficcional, el guion construye una historia adaptada a las necesidades de una narración subjetiva (casi propagandística) que pone distancia con la fuente originaria. El argumento cinematográfico pone en el centro de la historia al joven Michael Kovak (Colin O’Donoghue), miembro de una conservadora familia estadounidense, que por generaciones ha orientado y mantenido una vocación humanitaria en los oficios de agente funerario o de sacerdote. Al inicio del film, vemos cómo este joven de nombre y presencia angélical pasa sus días en la morgue familiar, acondicionando cadáveres con respeto y compasión que hacen intuir en él una necesidad espiritual para ese contacto cotidiano con el dolor y la muerte. En su interior, se debaten explicaciones racionales que no alcanzan para echar luz en inquietudes esenciales. Esto lo lleva a emprender la segunda alternativa familiar: el sacerdocio. En realidad, solamente se propone cursar el seminario teórico, dejando abierta la posibilidad de retirarse en caso de que las dudas sobre su vocación persistan. El azar y la perspicacia de uno de sus maestros influyen para que este indeciso aprendiz de fe viaje desde EE.UU. al Vaticano, para realizar un curso de exorcismos, circunstancia que lo llevará a encontrar al menos ortodoxo de los conocedores de esta práctica de resabios medievales. A esta altura, recién llegamos a la presentación de la desigual dupla actoral que sostiene el planteo básico de la película: la pugna entre fe y escepticismo, que encarna el joven novato (Colin O’Donoghue) versus el experimentado sacerdote jesuita (Hopkins). Por debajo del modelo El problema es que la segunda parte de “El Rito”, no se desarrolla a la altura de lo que prometen sus óptimos primeros 45 minutos, porque la historia se vuelve tan infantil como una historia de estampitas con monstruos y ritos medievales. La maldad y el horror parecen limitarse a relatos míticos como sacados de un manual de catecismo adaptado a niños que necesitan un relato en forma de cuento. La otra gran decepción es la falta de expresividad del joven actor principal (Colin O’Donoghue) que no da la talla, precisamente, cuando el personaje debe demostrar su clímax de infierno espiritual. Con respecto al escabroso tema de las posesiones diabólicas, la película no agrega ni mucho menos está a la altura de aquel clásico modélico de 1973 “El exorcista”, de la que de ninguna forma es un remake, pero a la que se alude a partir de un chiste del mismo Hopkins (“¿Qué esperabas, cabezas que giren, sopa de lentejas?”, le increpa al aprendiz); aunque queda claro que se está lejos del clima de terror casi místico de la obra maestra dirigida por William Friedkin. De todos modos, el producto final de “El Rito” es aceptable y logra entretener. Tiene a su favor la sólida interpretación de Anthony Hopkins y algunos momentos elegantes de la puesta en escena de un director que cuenta con mejores registros en su haber como “Evil” o “1048”. Así, la nueva película del elegante realizador sueco radicado en EE.UU., Mikael Hafstrom, oscila buscando hacer equilibrio sobre lo que es bueno y lo que es vendible, aspectos que no siempre coinciden.
Patéticos exorcistas Venimos de vapulear a The Tourist (2010) por la trama precisamente "turista", y este año uno de los primeros encuentros (tropiezos) con el cine de la temporada es con este pseudo-thriller sobre exorcismos. La verdad no entiendo por qué Hollyood se empecina tanto en hacernos creer en este rito, siendo que a estas alturas ya hay títulos mejores como The last exorcism (2010) que tocan la temática de una manera más social y fenoménica que todas estas payasadas que encima le hacen hacer al pobre Hopkins. El veterano actor no puede llevar adelante él solo la historia, y eso se nota a leguas. La película es malísima por donde se la mire. Tiene efectismos torpes, un guión que parece que fue hecho por un mono, y esa idea imperante de que, adonde sea que vayas (no importa si es a Italia, Singapur o el Congo), siempre habrá un hombre que hable un inglés fluidísimo. La historia puede aparentar interesante, pero no se engañen: no lo es. Es un bodriazo eterno, que dura más de lo que debiera, y que es tan predecible que en el momento en que aparece Hopkins ya sabés el final. Párrafo aparte se merece el eteeerno plano en picada del protagonista gritando "¡¡¡¡¡BAAAAAAAAAAAAAAL!!!!", que no tiene sentido y roza lo patético. La verdad, una película olvidable.
El Exorcista puso la palabra de moda en 1973 y, a partir de entonces, la historia del cine de terror jamás volvió a ser la misma. Quizás el impacto del filme pasara por dos aspectos: la inocencia violada de la protagonista, y la cercanía del mal a nuestro mundo, mucho mayor de lo que nosotros imaginábamos. Lamentablemente luego del filme de William Friedkin nadie ha podido hacer algo decente con el tema (a excepción de alguna que otra secuela oficial) y, en los últimos años, comenzaron a tantear con otros enfoques para intentar darle un punto de vista fresco al género. El Rito se suma a otros filmes - como El Exorcismo de Emily Rose -, que tratan el tema desde una perspectiva cuasi documental, afirmando que todo lo visto en pantalla está basado en hechos reales (ja!). Aquí el filme se basa en un libro escrito en el 2009, en donde el periodista Matt Baglio cubrió parte de la vida del padre Gary Thomas, y registró numerosos testimonios de los exorcismos celebrados por el cura durante su iniciación en el tema. Lo que debe haber sido apasionante en el papel termina siendo destrozado bajo el peso del cliché hollywoodense. No sólo el personaje de Gary Thomas es transformado de un amable cincuentón a un bello mozalbete de veintipocos años (y el periodista sufrió un cambio de sexo y se transformó en la impactante Alice Braga), sino que todo el shock y todo el debate intelectual del tema ha quedado reducido a cenizas debido a la incompetencia del director y del guionista. Y eso que Mikael Hafstrom había dirigido algo tan potable como 1408... El primer problema del filme pasa por su identidad. El Rito se debate entre ser un relato autobiográfico, un filme de terror o una película de debate metafísico. Todo lo que pasa en pantalla es bastante anodino - la vida del héroe es aburrida, no hay shocks, y ni siquiera hay alguna discusión intelectualmente apasionante -, y uno espera que aparezca pronto en escena Anthony Hopkins como para ponerle un poco de pimienta a la cosa... pero la presencia del inglés tampoco termina por hacer despegar el relato. El otro defecto importante es la construcción de la credibilidad, la cual requiere tiempos que el filme no le permite. Nuestro héroe no quiere ser funebrero y se mete de cura. A los cinco minutos no tiene más fe y quiere abandonarlo todo ... y alguien le dice: a) que todas las iglesias norteamericanas tendrán la obligación de tener un exorcista en sus filas (como si estuviera previsto que va a haber una epidemia de posesiones!); b) que nuestro héroe, el tipo más descreído del mundo y que lleva 5 minutos dentro del seminario, es el más adecuado para irse a Roma y tomar una seminario sobre exorcismo en El Vaticano. Es como si mandaran a mi primo de 8 años - al que le gusta jugar con naves espaciales - a que tome el curso de ingeniero nuclear de la NASA, por poner un ejemplo. Los problemas de credibilidad interna del relato no termina ahí. Al curso secreto sobre exorcismo puede asistir cualquiera, inclusive una periodista que piensa publicar todo (!!!). Ella y nuestro aburrido protagonista van a parar a la casa de Anthony Hopkins... quien hace de Anthony Hopkins. El primer exorcismo es absolutamente insulso, carente de clima y, para colmo, es interrumpido por una llamada de celular. Ni los mismos curas respetan al demonio. En realidad la gran falla de El Rito pasa por la falta de clima. En ningún momento sentimos que estamos entrando en terreno prohibido, o que estamos viendo algo shockeante o sorprendente. Ya no digo de reiterar cosas como vómitos verdes o cuerpos flotando en el aire (algo sobre lo que bromea el mismo Hopkins en la pelicula). Es cierto que la interpretación física del exorcismo está bien hecha y debió ser extenuante para los actores ... pero todo esto está rodado sin misterio. El demonio no asusta sino que es un ventrílocuo malo y sin gracia. Y el climax bordea lo absurdo, simplemente porque el más curtido y experimentado cae en el lado oscuro y el novato descreído debe rescatarlo. Es un climax forzado y hollywoodense, pero ni aún así logra agregarle algo de adrenalina a la película. El Rito es decepcionante. Todo lo que expone está a medio cocinar, y no termina de ser satisfactoria ni siquiera como un vulgar pasatiempo de hora y media de duración. Mi consejo: espere a que la den por cable, y ahórrese el dinero, tanto de la entrada como del alquiler de la película.
Crisis de fe y de ideas Particularmente, esta veta del género de terror, la de films al estilo "The exorcist", me parecen acabadas. Es decir, pueden seguir haciendose miles de películas similares, pero una vez que uno ya vió varias, el resto sigue un destino similar, en cuanto a trama y clima. Debemos reconocer que es un tema interesante, el de la existencia o no de este tipo de prácticas y el manto de ignorancia (relativa) que tenemos frente a estas manifestaciones demoníacas en nuestra vida diaria... Ese velo de misterio que la Iglesia impuso sobre ella, le dio vuelo a esta corriente, aunque, eso, tuvo su cuarto de gloria en los 70, y ahora, es difícil atraer al público con estructuras tan poco novedosas. En ese aspecto, el género ha recibido los aportes del J-Horror y eso ha revitalizado un poco la cuestión dedicandose a explorar el mundo de las apariciones, pero nada más. Digamos, en otras palabras, lo que todos ya presentimos: ideas originales no hay sobre el tema. Puede haber abordajes interesantes y guiones novedosos, pero nada más. "The rite" sigue esa senda. Tiene sus matices, principalmente porque cuenta con dos pesos pesados de la industria, el realizador Mikael Håfström (recordado por dos muy buenos trabajos :"Derailed" -Descarrilados- y "1408") y el eterno Anthony Hopkins (quien no necesita presentación), un dúo de temer. Hablamos, por supuesto, de su gran capacidad para llevar adelante films oscuros y de climas opresivos y lúgubres. En este caso, se complementan bastante bien y presentan un producto muy bien filmado pero absolutamente convencional. Sin ideas originales pero hecho con oficio. Eso, a cierto sector del público, seguramente atraerá. En esta oportunidad, la historia arranca con un joven, Michael Kovak (Colin O’Donoghue), que trabaja en una funeraria y tiene una compleja relación con su padre. La cinta nos trae la tarea que Michael hace en ese lugar como primera secuencia. El observar cuidadosamente el cuerpo humano inerte en ese espacio y prepararlo para su exhibición es la carta de presentación del film: Håfström se toma su tiempo en establecer ese invisible vínculo con el público cuando desde lo simbólico eso representa la fuerza de la muerte, como imagen primaria que atraviesa a Michael (o sea, su crisis de fe tendrá origen en su constante contacto con lo inerte). Hay que reconocer que es un elemento bien planteado pero demasiado sutil para lo que vendrá: nuestro protagonista se une al Seminario y busca su destino en la lectura de las Sagradas Escrituras. Cuando este presencia un accidente en la vía pública en el que se ve involucrado y ve la muerte cara a cara, entra en una profunda contradicción que le plantea abandonar la religión. Esto lleva a sus superiores a proponerle ir a Roma, buscando recuperar la confianza perdida en la Iglesia y el poder de Dios, en el marco del aprendizaje del rol de exorcista. Por qué esto? Los hombres de Dios buscan "enderezar" la mirada de Michael y le ofrecerán un trabajo original y único: ver y participar del mundo de quienes llevan adelante el rol de exorcistas. Michael acepta y así dará con el padre Lucas (Anthony Hopkins), veterano hombre de luchas que se muestra siempre didáctico y claro a la hora de explicar su tarea: Michael entonces operará codo a codo junto a él para resolver un caso en particular que desvela a los miembros de la Congregación, donde tendrá que poner en juego toda su fe para poder sobrevivir... "The rite" es una película más sobre exorcismos, aunque actúe Anthony Hopkins en ella, no hay que perder de vista eso. Ahora, en el último cuarto de hora, y luego de casi 100 minutos aparece en todo su esplendor este último a devolvernos el precio de la entrada con una soberbia interpretación de un sacerdote poseído. Ese es el único punto saliente del film. Hopkins en el cierre es un maestro dando cátedra y su público se emociona al verlo. Ese es el público que llena las salas de todo el mundo y lo ha elegido como uno de los mejores actores de nuestro tiempo. Un derroche de talento y experiencia para cerrar una cinta decididamente menor. Para novatos y fanáticos de Anthony Hopkins, sí, para los fanáticos del género, ir advertidos de la pobreza del guión...(y para el resto del público, descartarla, sin dudas!).
A Anthony Hopkins le sientan bien estos personajes alucinados. Acá se verá enfrentado a Michael, un seminarista americano que viaja a Italia para estudiar el tema del exorcismo en el Vaticano. El joven se muestra muy escéptico respecto de estas prácticas. Durante su estadía en Roma conocerá al padre Lucas, un sacerdote veterano de aspecto atormentado, quien lo zambullirá en las zonas más oscuras de la fe. A medida que avanza en el estudio de estos rituales, Michael irá conociendo los tenebrosos senderos que llevan al infierno tan temido. Una muchacha de pueblo lo conducirá a su peor pesadilla. Un camino sin retorno. El film acumula sobresaltos en la segunda mitad y amenaza con un brote de histeria colectiva. Hopkins aparece un tanto desbordado por el personaje. Algunos lugares comunes no alcanzan a empañar esta muestra de horror con cuidada puesta en escena, en la que resuenan más gritos que susurros.
¡Obsesión Hopkins! The Rite o El Rito es una historia basada en hechos reales (supuestamente) y en el libro de Matt Baglio "The Rite: The making of a modern exorcist", que narra la historia de un joven seminarista norteamericano que viaja al Vaticano para asistir a cursos de exorcismos y reavivar su Fe que se ha visto severamente disminuida. En la película el joven es enviado con el Padre Lucas Trevant, un cura excéntrico conocido por sus más de 2000 exorcismos, para aprender de primera mano la técnica, lo que lo llevará a adentrarse en un mundo en el que no cree, pero que le tiene preparado una serie de sorpresas de las que no se olvidará jamás. El Padre Lucas es interpretado por el prestigioso y tan venerado Anthony Hopkins, en un papel que cumple con la precisión de un reloj suizo, mientras que el joven seminarista es Colin O'Donoghue, una de las nuevas caras talentosas que trae este 2011. Para empezar debo admitir que los films sobre exorcismos me tienen re contra cansado, es un subgénero del terror que está agotando la paciencia a más de uno, como en breve va a pasar con el tema de los vampiros carilindos en pantalla. Dicho esto, creo que la película desarrolla un enfoque un poco más profundo que las últimas producciones de demonios posesivos, y no cae tanto en los clichés que hemos visto repetirse en casi todas las cintas anteriores. Se hace hincapié en la polaridad de los personajes principales, que de manera muy inteligente logran que el espectador tome partido por el descreído o el creyente, y se hace una explicación un poco más realista sobre los síntomas de la posesión. El guión no es de lo más original, pero con el esfuerzo interpretativo más el uso de recursos muy lúcidos de su director, Mikael Hafstrom (Descarrilados, 1408), la película cumple su función de entretener y meter un poco de miedo, aún con la carga de ser "otra más" del género. En USA, The Rite no fue tan bien acogida, ni recaudó tanto dinero como a nivel mundial, algo extraño ya que por ejemplo en nuestro país, fue una de las cintas más vistas del verano y con más tiempo de exposición en cartelera, superando en recaudación a la ganadora del Oscar "El discurso del Rey". Esta rareza se produce, creo yo, en parte por la fascinación (a veces absurda) que tenemos con el actor Anthony Hopkins, este galés de 73 años que inspira tanto respeto entre los hombres, como suspiros entre las doñas. Es un de esos fenómenos que no tienen una explicación muy lógica, simplemente es así, estamos enamorados de Hopkins, haga lo que haga.
Inspirada en hechos reales, “The Rite” narra la historia de Michael Kovak, un estudiante de seminario enviado al Vaticano para ser parte de un curso que intenta develar los pormenores del rito del exorcismo, práctica que la iglesia intenta instaurar nuevamente. A pesar de sus propias dudas sobre la veracidad de estas prácticas, de la desconfianza que le genera el tema (asegura que en todos los casos la ayuda de un psicólogo es más importante que la de un sacerdote) y de su cada vez más decreciente vocación religiosa, Michael decide conocer al Padre Lucas (Anthony Hopkins). Este heterodoxo sacerdote realizó cientos de exorcismos y será su mentor en el arte de retirar el demonio de los débiles cuerpos humanos poseídos. Los sucesos que le mostrará el Padre Lucas harán que Michael vislumbre un fenómeno inexplicable e incontenible: el demonio es aún más violento y persistente cuando los que lo rodean no creen en su existencia. Este nuevo largo del sueco Mikael Håfström encuentra en la interpretación de Anthony Hopkins uno de sus puntos más fuertes (los últimos treinta minutos son una versión exacerbada de todo el despliegue histriónico del que hizo gala en la composición del doctor Hannibal Lecter veinte años atrás). El escueto pero logrado uso de los efectos visuales también merece ser destacado. Sin embargo, todo en “El Rito” (que desde hace dos semanas, fecha de su estreno norteamericano, se encuentra al tope de la taquilla de ese país) parece que le faltara unos minutos más de cocción. No es por sus varios puntos de contacto con “El exorcista” o que por momentos tenga un planteo idéntico a la reciente e independiente “El último exorcismo”: a los amantes del terror “visual” les faltará escenas propias del género y a quienes se enganchen con el costado “serio” del relato los decepcionará su segunda mitad. Las casi dos horas de proyección también se hacen sentir.