El rito

Crítica de Fernando López - La Nación

Algo es seguro: El rito no va a marcar un antes y un después en la historia de este subgénero del cine de terror que tanto ha frecuentado Hollywood desde el clásico El exorcista (William Friedkin, 1973). Pero justo es reconocer que, por lo menos en un principio, el film dirigido por el sueco Mikael Håfström intenta algo diferente: hay más preocupación por las atmósferas que por los efectos aterrorizantes, más duelos verbales en torno de la existencia del demonio que escenas dedicadas a ilustrar sus manifestaciones; más debate que gore, y, sobre todo, un nivel actoral poco frecuente en films sobre posesiones y exorcismos. El toque europeo -la historia transcurre mayormente en Roma, aunque parte de los escenarios pertenece a Budapest- también contribuye, sobre todo en el aspecto visual. E incluso puede anotarse algún mínimo guiño humorístico (el experimentado exorcista le pregunta a su novato discípulo después de asistir a una clase práctica: "Qué esperabas? ¿Cabezas que giran? ¿Sopa de arvejas?"). Pero los buenos propósitos se desvanecen a medida que la historia avanza y los clichés más transitados se adueñan del relato.
Indecisión

Esta indecisión puede tener dos consecuencias: el tedio de los fanáticos del género que esperen imágenes de mayor impacto, más sobresaltos y más humor y la decepción de los que habiéndose tomado el cuento en serio descubran que en el fondo no hay aquí sino lugares comunes. Claro que la cáscara es atractiva: el protagonista es un muchacho de Chicago que en realidad ha llegado al seminario huyendo del negocio familiar (una funeraria) y ahora que está por ordenarse intenta renunciar y aduce una crisis de fe. Pero un superior que ve en él pasta de exorcista lo envía a un curso especial en Roma, donde terminará siendo discípulo de un veterano y poco ortodoxo experto en liberar a posesos. Habrá, claro, mucha discusión entre el escéptico joven y el exorcista, cuyos métodos incluyen alguna trampita. El muchacho necesita una prueba irrefutable para creer en la existencia del demonio y el viejo sacerdote será quien deberá proporcionársela, si puede.

Sólo el admirable oficio de Anthony Hopkins, el compromiso del casi debutante Colin O'Donoghue y la convicción del resto del elenco (al que Alice Braga añade el toque femenino en un papel sin relieve) hacen que las escenas clave del cuento exhiban alguna potencia. Lo demás es rutina. Quizá más vistosa, pero rutina al fin.