El rey león

Crítica de Martín Pérez - DiarioShow

Fundamental sólo para fans del original

La historia de la versión live action del clásico de Disney es idéntica a la de 1994 y hasta los dialogos son casi exactos. Si bien esa minuciosidad evita que los fans se enojen, también significa que no corrieron ni un riesgo.

Es un clásico inoxidable de Disney. De esos filmes recordados por varias generaciones. También fue un hito para la compañía, que curiosamente no tenía mucha fe en cómo le iría en la taquilla, y además significó la revalidación de la empresa como líder en el campo de la animación. En su estreno animado, en junio de 1994, “El Rey León” alcanzó el segundo puesto entre las películas más taquilleras de la historia, y luego volvió a batir récords de venta cuando salió en video de alquiler, luego cuando se editó en DVD, y una vez más cuando se reestrenó en 2011.

La información demuestra que millones de personas en el mundo la vieron, y otros la guardan en su memoria con un amor especial. Desde aquella poca fe de Disney en su propia historia (en aquel momento, el estudio comenzó a producir “Pocahontas” al mismo tiempo, pensando que no recuperarían lo invertido) hasta esta remake que se estrena hoy pasaron muchas cosas.

Justamente ese “entretanto” es el que derivó en que hoy sea uno de los largometrajes más fuertes de la compañía. La nueva versión llega como un símil “live action”, que se emparenta con las nuevas versiones de “Dumbo”, “La bella y la bestia”, “Aladdin” y “El libro de la selva”, con actores de carne y hueso, tan a la moda en la actualidad.

Y la expresión “símil” se debe a que obviamente no hay leones ni hienas reales, sino que a través de la evolución del CGI (imagen generada por computadora), Disney logró recrear la historia animada con un realismo sorprendente. Simba de cachorro es adorable como cualquier felino real, y su padre, Mufasa, es digno de respeto y miedo como cualquier macho adulto de esa especie que podemos encontrar en la sabana africana o un documental de National Geographic.

La historia es idéntica a la de 1994, el guión respeta severamente al original y los diálogos se repiten, salvo algunas excepciones, con una exactitud que parece exagerada. Si bien hablamos de una monarquía y una “civilización” de especies animales, parece extraño que casi no existan guiños para actualizar algunas cuestiones. De todas formas, el filme dura media hora más, aunque solo se agregan algunas tomas en cada escena y dos canciones (qué lindo es escuchar a Beyoncé) inéditas.

De las que ya conocíamos, tampoco hay muchas variaciones. Simba (voz de adulto de Donald Glover) es el príncipe heredero de las tierras del reino, por ser hijo de Mufasa (James Earl Jones, mismo actor que hizo la voz en 1994). Su tío Scar (Chiwetel Ejiofor), celoso por haber quedado relegado del trono, decide matar a Mufasa y a su hijo, para quedarse como monarca. Pero Simba logra escapar y es rescatado por Timón (Billy Eichner) y Pumba (Seth Rogen), una suricata y un jabalí con los que se cría hasta la adultez. Scar se erige como señor en la sabana, y deja que su ejército de hienas destruya todo el ecosistema.

Nala (Beyoncé) no soporta más la situación y va en busca de ayuda. Al reencontrarse con Simba, le pide que regrese pero aún le quedan traumas de la muerte de su padre. Debe reencontrarse consigo mismo antes de tomar la decisión más importante de su vida y luchar por el trono del que es legítimo heredero. La nueva versión es prolija, y sumamente sorprendente en cuanto a su factura técnica y tecnológica.

Su director, Jon Favreau, especialista en películas animadas, se limitó a contar la misma historia, quizás para evitar la ira de los fans ante un eventual cambio que podría caer mal. Pero por esa minuciosidad también Disney no corrió ningún riesgo, y parece haberse conformado con mostrar a los personajes de forma más realista. Imprescindible para quienes hayan crecido con la original, pero quizá innecesaria para la industria del cine.