El rey del Once

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

El Rey del Once es la nueva comedia ambientada completamente dentro de la comunidad judía que puebla el barrio de Once, dirigida por Daniel Burman con la actuacion de Alan Sabbagh y Julieta Zylberberg en los roles protagónicos. Reflexiona sobre los orígenes y la pertenencia a una comunidad esquivando caer en la solemnidad.

Dicen que me fui del barrio…
[dropcap]U[/dropcap]sher es el rey del Once, el barrio donde dirige una fundación y todos sus vecinos saben que pueden contar con él cuando necesitan algo. Su hijo Ariel en cambio le recrimina el preocuparse más por extraños que por su propia familia y se aleja de ese entorno para iniciar su vida en Nueva York, con novia bailarina y carrera de economista incluidos. Se mantiene ajeno a su herencia cultural por años, hasta que un viaje a Buenos Aires con la intención de que su padre y su nueva pareja se conozcan lo arrastra nuevamente dentro de la caótica y acelerada lógica del barrio, recordándole los motivos para haberse ido pero sobretodo nuevas razones para quedarse.

Antes de subirse al avión Ariel recibe un pedido de su padre, un tipo específico de calzado que no consigue en Buenos Aires para un joven con problemas neurológicos. Es apenas un indicio de lo que le espera al llegar, porque Usher en vez de ir a verlo sólo lo contacta por teléfono para asignarle misiones en su nombre y postergar indefinidamente el reencuentro. Reticente pero obediente y sin mucho que hacer hasta que su pareja pueda viajar a Buenos Aires, Ariel dedica sus primeros días de regreso en el Once a cumplir con los pedidos que le hacen en la fundación, acompañando a una religiosa joven que inmediatamente capta su atención y por la que revive el interés por la tradición judía que abandonó años antes. Cada misión de su padre lo pone en contacto con la comunidad de la que se alejó, logrando que entienda mejor la obsesión de Usher por ayudar a sus vecinos y reconsidere su rol en el Once.

Con la misma estética televisiva que nos tiene acostumbrados buena parte del cine de industria argentino y un guión un tanto endeble que se sostiene a base de gags más que de una historia interesante, Daniel Burman sabe que corre el riesgo de dejar afuera a una parte importante del público que no conoce los códigos de la película e intenta prevenirse incluyendo varias escenas educativas sobre las costumbres y creencias de la comunidad judía utilizando la intencionada ignorancia de Ariel en muchos de esos aspectos. La intención de acortar esa brecha es entendible en una película que pretende ser todo lo masiva que pueda, pero esas explicaciones se ven superficiales y no alcanzan para justificar los profundos cambios que empieza a tener el protagonista respecto a la religión y las tradiciones, por lo que terminan resultando forzadas al punto que cortan el ritmo de la historia. Aunque varios de los personajes y situaciones resultan bastante cómicas con un humor inocente que bordea la caricatura, cuando pretende ser más que una película entretenida, El Rey del Once se queda en el camino. La transformación de Ariel no resulta creíble a pesar del buen trabajo de Alan Sabbagh y su conflicto parece resolverse demasiado fácil, al punto que queda la duda de si realmente existió.

Conclusión
El Rey del Once cumple con entretener, pero no mucho más. Su punto más interesante queda en algunos diálogos e interpretaciones de personajes que rozan el absurdo sin dejar de verse creíbles, mostrando el ritmo frenético del barrio de Once y algunas costumbres de la comunidad judía que lo habita, pero sin contar una historia profunda o interesante por más que se lo propone. Quizás fue el miedo a quedar demasiado encasillado lo que impidió que apuesten por algo mas contundente, cuando realmente los conflictos internos que siente Ariel para lidiar con los mandatos familiares y sus propias aspiraciones de vida es algo que no se queda dentro de las fronteras del barrio y el público podría haberse sentido identificado aunque no entendiera al detalle los rituales que está presenciando.