El rey Arturo: La leyenda de la espada

Crítica de Luciano Mezher - Visión del cine

Guy Ritchie (Sherlock Holmes, El agente de C.I.P.O.L.) incursiona en la fantasía medieval y pone su propio sello en la nueva versión de El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada.
Charlie Hunnam (Sons of Anarchy, Titanes del Pacífico) es Arturo, antes de que fuera Rey. La historia comienza cuando su tío Vortigern (Jude Law) traiciona a su padre el rey Uther (Eric Bana) y toma el reino para sí mismo. El joven Arturo queda perdido y crece en las calles, entre prostitutas y tramposos. Cuando la famosa espada Excálibur queda expuesta nuevamente a la vista de todos, el pueblo clama por el retorno del legítimo heredero, que será aquel que pueda desprenderla de la roca en la que está clavada.

Muy pocos directores pueden mantener su impronta cuando los grandes estudios les proponen proyectos de presupuestos enormes. Guy Ritchie confeccionó un particular Sherlock Holmes con Robert Downey Jr. y Jude Law en una atmósfera steampunk moderna pero a su vez clásica y repitió su éxito con El agente de C.I.P.O.L. manteniendo el respeto por la serie original y dotando de humor y carisma a la cinta.

En El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada el terreno de la fantasía y lo épico lo pierde un poco, pero Ritchie hace de las suyas con varias escenas de su factoría.

En primer lugar el espectador que no conozca al director no entenderá qué pasa en el principio del filme. El ritmo de edición (que en general tienen sus trabajos) resume veinte años de la vida de Arturo en pocos minutos. Las escenas son narradas anticipando lo que va a pasar, intercalando presente y futuro, algo también visto en películas anteriores del director.

A Charlie Hunnam le cuesta despegarse del héroe rebelde sin causa y la premisa que construye el director sobre la construcción de este nuevo rey Arturo, parece armada alrededor de él y no en base a la historia original. Por momentos aquellos que seguían la serie Sons of Anarchy van a ver a Jax Teller manejando su banda en la época medieval.

Algo que no vuelve a conseguir con éxito el director es la inclusión de un sidekick. Los personajes secundarios no tienen peso en la historia, no producen empatía con el espectador y muy pronto sus nombres se pierden alrededor de las idas y vueltas del guion.

Viniendo del videoclip y siendo un hábil conocedor de la música, el filme se nutre de una banda sonora rítmica y muy a tono con la velocidad de los cortes en la historia.

En cuanto a los efectos especiales, quedan fuera de tono y forzados en la película que apuesta más al estilo ya mencionado de Ritchie y sus juegos de diálogos.