El rey Arturo: La leyenda de la espada

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Esta última versión fílmica de la leyenda del Rey Arturo y su famosa espada en la piedra, tira por tierra todo aquello que lo constituyo como héroe romántico, haciendo desaparecer todo ese universo más mítico que novelesco.
Simultáneamente es, al menos a mí entender, la más alejada de la leyenda.Lo cual no es un calificativo en si mismo. El problema de esta producción, una de tantas, escrita y dirigida por Guy Ritchie, no es que nunca se establece en ese universo, ni se acerca desde ninguna de las variables del lenguaje cinematográfico, lo que es peor.
Sólo la recreación de época, en tantos espacios físicos utilizados, responde al origen desde donde se intenta narrar esta versión, demasiado libre.
En el transcurso de las insostenibles más de dos horas de película, se hace demasiado evidente que el director no le cabe hacer lo que no le pertenece y su sello estético no puede aplicarse a cualquier texto.
Ya había tenido algunos problemas con las traslaciones de “Sherlock Holmes” (2009/2011), allí salvados por un buen guión, del que el ex de Madonna no fue partícipe, sumado al talento de Robert Downey Jr, Jude Lawy y Rachel Mc Adams.
En este caso las dificultades que se exhiben ya en la presentación, descripción y desarrollo de los personajes, diversos conflictos, el central y los de las subtramas, lentifican hasta la exasperación ya que de manera paralela todo es previsible.
Creer que siempre los mecanismos de aceleración o ralentización de la imagen darán ritmo al filme es la trampa en la que cayó el director. El guión es el principal problema llevado el extremo por los diálogos, que circulan desde la vacuidad absoluta a la banalidad extrema. Cuando no, están en función explicativa, redundante como si se necesitara, o palabras de una solemnidad patética que producen risa, el efecto contrario al buscado, supongo.
La primera secuencia nos instala sin preámbulos en aquello que en algunos casos después desarrolla, y en otros o se olvido o ni siquiera se dio cuenta que lo había emplazado.
Dicho de otra manera, el filme abre con una batalla entre los magos y el ejército del rey, donde no faltan los monstruos o animales gigantescos, la acción está servida. El momento y espacio de la épica que se establece en las acciones del rey Uther (Eric Bana) para luego olvidarse de lo épico de la historia, o será que esta concluye con la muerte del rey Uther en manos de su hermano Vortigern (Jude Law).
Digamos que narrativamente hasta podría ser una versión antojadiza del recordado “El Rey León” (1994). Esta simple comparación es ya una falta de respeto, ni por asomo hablar de equiparla a “Hamlet”, en cualquiera de sus versiones.
Desde lo visual la estética muy de videoclip, con la velocidad que le imprime a la acción misma de los personajes, o el lentificarlas como si ello por si mismo, le otorgara un plus a la producción.
El infante Arturo logra escapar en un pequeño bote, acaba siendo el único sobreviviente de la matanza pergeñada por su tío. Criado por un grupo de prostitutas de la “gran” ciudad se convertirá en una especie de Robin Hood, hasta que termina preso y la sucesión de hechos inesperados y aleatorios lo coloquen frente a “Excalibur”, la legendaria espada clavada en la piedra.
En ese preciso instante en que nuestro héroe Arturo (Charlie Hunnam) logra extraer la espada de la piedra, es que le cae encima su origen y se instala como antagonista de su tío, el malvado rey, que lo creía muerto.
El texto nunca se erecta, nace aplastado, nada ayuda para que logre seducir al espectador, la incoherencia se hace presente. La intención de modernizar el cuento apelando a la inclusión de personajes imposibles, como “La Maga” (Astrid Bergès-Frisbey), algo así como el reemplazo del mago Merlín, que si aparece, pero mínimo, lo cual ¿podría suponerse que la maga sin nombre se terminará convirtiendo en Guinevere?
También en un papel de compañero del rey Arturo aparece Sir Bedevere (Djimon Hounsou).
Paréntesis necesario: Perdóname negro, cariñosamente se entiende, ¿no?), pero recuerdo a Sir Bedevere interpretado por Terry Jones en “Monty Python and the Holy Grail” (1975), una muy buena sátira, no una burla.
Tampoco aparecen como rescatistas los efectos especiales que, si bien no son de mala factura, no están a la altura de la superproducción que quiere representar. Ni las actuaciones, Charlie Hunnam no da nunca con el personaje, en las escenas de acción sale un tanto airoso, cuando debe mostrar las complejidades y contradicciones internas del personaje no lo logra en lo más mínimo, digamos sintéticamente que su lucha interna es que no desea el poder que le pertenece.
En las antípodas aparece Jude Law quien hace lo que puede, con el personaje que desea el poder por sobre todas las cosas, construido desde lo siniestro mezclado con cinismo lo que cae bien, pero no alcanza al salvar al filme. Nadie a esta altura dudaría de la credibilidad que le da a sus personajes Djimon Hounsou, pero depende de la escritura del mismo, esto mismo ocurre con la bella catalana Astrid Bergès-Frisbey, ambos, además, tienen poco tiempo en pantalla.
Finalizando cabe volver a aclarar, el filme es previsible y aburre, al mismo tiempo que es una versión libre. ¿Alguien debería ir preso?
Uno de los discos que más me gustaban en mi adolescencia era “Mitos y Leyendas del Rey Arturo”, compuesto por Rick Wakeman, en él la canción “Guinevere” era una de las más bellas, pero eran otros mitos, otras leyendas. ¿Seré yo el romántico?