El retiro

Crítica de Ezequiel Boetti - Página 12

Todo debe sentirse en "El Retiro"

La historia de un hombre que debe adecuarse a su jubilación es el disparador de una película que nunca sale del recurso de apelar a los sentimientos con puros lugares comunes.

Son meses muy agitados para Luis Brandoni, a quien últimamente se lo ve hasta en la sopa. Una primavera mediática motorizada no solo por sus declaraciones alertando sobre el fin de la República que conllevaría un triunfo de Alberto Fernández en las elecciones presidenciales del 27 de octubre, sino también porque se volvió una fija de las películas provenientes del ala más comercial del cine nacional. A sus papeles centrales en Mi obra maestra, El cuento de las comadrejasy La odisea de los giles –que este domingo se convirtió en la primera producción local en superar el millón de espectadores en 2019– se le suma ahora El retiro. Allí Brandoni interpreta a Rodolfo, un obstetra recientemente retirado que debe adaptarse al tiempo libre, la falta de responsabilidades y una viudez tan flamante como dolorosa. Desde ya que esa adaptación no será para nada fácil luego de 50 años trabajando. Pero a todos les llega la hora de aprender, de dar vuelta una página de la vida para comenzar otra, y él no será la excepción. Más bien lo contrario: pocas veces alguien aprendió tantas cosas, saldó tantas cuentas con el pasado, tan rápido y de manera tan sencilla como Rodolfo a lo largo de una hora y media.

El retiro es la enésima demostración que a las películas nacionales con aspiraciones más o menos masivas les importa tematizar los "sentimientos humanos" –y generar un "hondo dramatismo", como diría algún crítico de la vieja escuela– antes que cualquier atisbo de anclaje temporal y geográfico. Todo aquí está puesto en su lugar con la única finalidad de movilizar los sentimientos del espectador, un mero pasajero del viaje hacia el andamiaje interno de ese hombre aquejado por la soledad y los achaques del tiempo, tal como demuestra la primera escena. Allí Rodolfo come solo, viaja solo y pasa un buen tiempo solo. La única compañía es esa mucama santiagueña que un día, sin preanuncio ni nada por estilo, parte rumbo a sus pagos por un problema familiar. La urgencia la obliga a dejar a su pequeño hijo al cuidado de Rodolfo, no precisamente un experto en el arte de tratar con niñxs. Si en su momento no le dio bola a su propia hija (Nancy Duplaá), a quien el guión le reserva una inevitable charla profunda donde le dirá al padre lo que no le dijo en décadas, ¿por qué habría de hacerlo con un chico que desconoce?

Pero por alguna cuestión que no termina de quedar clara, Rodolfo empatiza con él aun cuando sus preguntas lo incomoden. Que una situación cómica en el siglo XXI gire alrededor de un jubilado explicando que los bebés nacen de una “semillita” es la muestra más cabal del aura apolillada que rodea a El retiro. En esa misma línea se inscribe el personaje de Gabriel Goity, el mejor amigo de Rodolfo, un hombre extrapolado de ese costumbrismo que ya a mediados de los noventa era rancio. Imposible no pensar en la película de Ricardo Díaz Iacoponi como una hija dilecta de la zona más concesiva de la filmografía de Juan José Campanella, con la salvedad que el director de El hijo de la novia y Luna de Avellaneda al menos piensa en términos cinematográficos. Aquí, con la puesta en escena chata y una cantidad imposible de diálogos resueltos a puro plano y contraplano, ni siquiera eso.