El renacido

Crítica de Mariano Ojeda - El Lado G

No todo lo que brilla es oro, y filmar en condiciones extremas no hace a una buena película. Tampoco exponer a los actores a condiciones climáticas extremas para conseguir mejores actuaciones. El Renacido (The Revenant) es una gran apuesta de Alejandro González Iñárritu, director de Birdman (ganadora como Mejor Película en la edición pasada de los Oscar), pero que no llega al nivel de obra maestra por el flojo guión que no acompañó a las actuaciones ni a una fotografía descollante del gran Lubetzki. Leonardo DiCaprio vuelve a mostrar maestría actoral sin ser su mejor personaje.

Hugh Glass era un cazador furtivo que en 1823 formó parte de una expedición por los bosques de Norteamérica en busca de pieles, que en esa época era un negocio más que redituable. En medio de una discusión con sus compañeros, luego de ser atacado por una tribu de Arikaras, Glass decide explorar el bosque solo en busca de un camino soportable para sus compañeros y recibe el ataque de una osa grizzly que defendía a sus cachorros. Este hecho casi lo mata, pero logró salvarse por su resistencia y experiencia en situaciones extremas (y dicha escena es de lo mejor de la película). En un estado moribundo, sus compañeros deciden cargar con él para, en el peor de los casos, darle un entierro digno en civilización. Pero en su camino está Fitzgerald, el antagonista del film: un hombre que formaba parte de la expedición y no contento con las decisiones de Hugh, se interpone en su camino hasta que llega la hora de imponer su ley. Este salvaje y descontrolado personaje, interpretado de gran manera por Tom Hardy, decide acelerar la muerte de Glass, y en el intento no sólo lo deja vivo, sino que le da un buen motivo para renacer luego de la experiencia con la osa, ir a buscarlo y cobrar venganza.

El Renacido trata de cómo Glass debe poner a andar su cuerpo, pese a las condiciones nefastas en las que se encuentra, esquivar a los Indios y sobrellevar la fiereza con que la madre naturaleza le tratará de impedir llevar a cabo su objetivo: la venganza. En el guión está claro el objetivo del film (pese a lo testarudo y caprichoso que se vuelva el relato): la intensión es contar la valentía y el esfuerzo de un hombre frente a la naturaleza y cómo el instinto vuelve ciego al hombre, un animal sin poder de raciocinio en busca de lo más deseado, es decir, la supervivencia sin importar el costo de la misma. Pero más allá de esta declaración de principios, de esta fidelidad a narrar esta historia tan extrema, el sobrante de metraje es evidente. No solo por las extensas escenas donde se ve sufrir en demasía al protagonista, sino porque las subtramas se vuelven irrelevantes. Por ejemplo, la historia de los Indios Arikaras, tribu que está en búsqueda de una tal Powaqa, hija del jefe, no toma el valor necesario como para que importe en los momentos donde cruzan al relato principal. Toman un carácter de nimiedad en el que el espectador llega a preguntarse: “¿y esto para qué fue?”.

Otro de los elementos fallidos que posee el film es el de una historia que no justificaba los reiterados flashbacks en clave de revelación que atormentaban a Glass. Esto genera una extensión sin sentido y que solo ayuda al relleno de muchas escenas. El ritmo de la película comienza muy bien, y le devuelve al público la ansiedad con la que llegó al cine, pero empieza a cansar una vez establecida la meta del protagonista.

Queda claro que Alejandro González Iñarritu ha evolucionado en muchos aspectos como director pero ha mermado en otros. Subido al caballo de “filmar diferente”, asume riesgos para lograr un tipo de relato más realista, pero se pierde un poco el foco de lo que se está viendo cuando enfrenta al personaje de DiCaprio a la soledad del bosque y a las tormentas de nieve que lo acechan constantemente. La trama consigue ser interesante al comienzo y al final cuando se enfoca más en la acción, pero Iñárritu y su ego siempre serán más fuertes y buscarán lo arriesgado, lo extremo y ahí es donde se pierde claridad mientras la película carece de sentido.

Por el lado del reparto, Leonardo DeCaprio asumió el personaje de Hugh Glass, un hombre que figura entre los grandes personajes de la historia norteamericana como Jesse James y Buffalo Bill. El antecedente cinematográfico de este personaje es una película de 1971: Man in the Wilderness, dirigida por Richard C. Sarafian y protagonizada por Richard Harris y John Huston, que también está inspirada en la historia de Glass. DiCaprio, motivado por ganar el Oscar que se le hace esquivo hace años, tomó este papel y se expuso a condiciones climáticas extremas que se reflejan en la pantalla y el esfuerzo en interpretar a Glass finalmente está dando sus frutos en la temporada de premios. Lamentablemente, y pese al gran nivel actoral expuesto en El Renacido, si este año se hace dueño del premio a Mejor Actor, no será por el mejor papel de su carrera. El inolvidalble Howard Hughes es difícil de superar.

Tom Hardy también exhibe un nivel actoral sobresaliente. Su John Fitzgerald es tan lineal como complejo. Uno de los mejores papeles del protagonista de Mad Max: Furia en la carretera, que cierra un gran año en su carrera, lástima su paso por Leyenda. Los momentos donde aparece Hardy son una bocanada de acción que vuelve a introducir al espectador en lo importante de la historia.

Antes de cerrar, ovación de pie para introducir a Emmanuel Lubezki al texto. Dentro de la extensa duración (157 minutos), Lubezki vuelve a demostrar por qué es uno de los directores de fotografía más importantes de la actualidad. Gravity (2013), dirigida por Alfonso Cuarón y ganadora del Oscar a Mejor Fotografía en 2013, marcó un antes y un después en su trayectoria y aquí logra un empate técnico con aquel trabajo. Toda la película está iluminada con luz natural y al experimentar lo logrado por Lubezki, no queda más que aferrarse a la belleza visual en los momentos donde el guión cae y pierde interés la historia.