El reino de la corrupción

Crítica de Mariano Casas Di Nardo. - La Prensa

La curiosidad de saber por qué una película con protagonistas desconocidos ganó tantos premios ya nos obliga a verla. Sobre todo cuando se trata de un cine como el español, donde las figuras no tienen mucho que envidiarle a las de Hollywood. Siete premios Goya (Mejor Director, Actor y Guion, entre lo más destacado), menciones especiales en San Sebastián y Toronto, son indicios que nos conducen a la sala de cine como focas a su comida. Y así, hipnotizados y obligados, durante sus primeras dos horas empezamos a pensar que está sobredimensionada y a reconocer que de calificativos exagerados y valoraciones desmedidas, el séptimo arte está lleno. Sin embargo terminan siendo conjeturas que se desvanecen en los últimos diez minutos y nos cargan de adrenalina para aplaudir a rabiar. El final de "El reino de la corrupción" no solo vale toda la película y sus premios, sino toda la filmografía del cine español durante el último año, mínimo. Sí, incluso por sobre "Dolor y gloria", del eterno Almodóvar. Los últimos diez minutos son todo lo que un cinéfilo espera de una película.

DE GUANTE BLANCO

La cinta relata la corrupción que se teje en las más altas esferas de todo gobierno. En esta ocasión se trata del de España, y es así simplemente porque su autor y director es el español Rodrigo Sorogoyen ("Que Dios nos perdone", 2016). Es claro que su país lo habrá inspirado, sobre todo para recalar caprichosamente en el año 2008, cuando la tecnología celular comenzaba a aflorar y los delincuentes de guante blanco lo hacían con las mañas históricas, desconociendo lo nuevo.

El filme es lineal. No viaja en el tiempo ni son los flashbacks los que nos explican los problemas. Comienza con la filtración en los medios de un chanchullo que salpica al protagonista, Manuel López Vidal, un influyente vicesecretario provincial, en conjunto con su mejor amigo y colega, Paco. Y con su imagen ya manchada en la opinión pública, será el principal acusado el que intente que toda la maquinaria corrupta se desmorone al unísono con su persona. Hasta aquí, pareciera una película argentina en alegoría a cualquiera de nuestros dirigentes políticos. Que se estrene un mes antes de las elecciones, tal vez no sea casualidad.

"El reino de la corrupción" maneja los tiempos del mejor policial de Hollywood, con la artesanía española. Una combinación letal para todo amante del cine. Es un gran filme. Atrapa, seduce, refleja y explica el porqué de la política. Y sobre esta base rica en condimentos emerge la brillante actuación de Antonio de la Torre como Manuel. A su fidedigna interpretación se le suma un guion que lo muestra vulnerable, torpe por momentos pero de unas agallas fuera de lo normal.

No habría una actuación tan sólida sin los textos de los guionistas (la película fue coescrita con Isabel Peña), pero tampoco valdría sin su actuación. El final es todo. Somos nosotros mismos poniéndole el nombre que queramos a este político corrupto e hipócrita que busca su redención en ventilar a todos sus superiores. Y del otro lado, el canal que se quiera mencionar de la grilla. Sólo por esto, los premios, que parecían mucho, terminan siendo pocos.