El quinto poder

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Con un teclado y banda ancha

Desde siempre, la necesidad de atraer gente a las salas llevó a los tiburones de Hollywood a estar atentos a la más rabiosa actualidad para transformar en películas las historias que circulan masivamente. Sólo para dar un par de ejemplos, Hitchcock adaptaba novelitas baratas que se consumían como pan caliente, y más acá en el tiempo Red social hizo lo suyo con Facebook y un estudiante que se convirtió en millonario y se quedó sin amigos.

El quinto poder, entonces, se sube a la fenomenal repercusión que tuvieron las revelaciones del sitio WikiLeaks sobre masacres varias, corrupción y sobre todo la manipulación de los gobiernos más poderosos del planeta.
La película toma dos caminos predecibles: por un lado la guerra de guerrillas que encaró desde el principio el fundador del sitio con un teclado y banda ancha contra los poderes de turno, y por el otro la paranoia y megalomanía de un personaje tan fascinante como odioso.
Pero además, el film de Bill Condon (responsable de la saga Crepúsculo) agrega otro elemento, la sociedad y amistad entre Assange (Cumberbatch) y Domscheit-Berg (Brühl), una relación maestro-alumno o si se quiere, mesías-creyente, que termina mal como era de suponerse.
Demasiados hilos de relato en una madeja por momentos frenética, entretenida pero que inevitablemente se enreda en estilos narrativos y la ambición de dar un mensaje, que es algo así como que la información que circula no puede ser procesada por los medios tradicionales, que para eso está la fenomenal Internet, pero que al final de la jornada es difícil hacerle daño en serio al poder.