El quinto poder

Crítica de Fernando López - La Nación

Indecisa mirada al caso Wikileaks

Dirigido por Bill Condon (cuya carrera abarca de la recordada Dioses y monstruos a un par de episodios no tan memorables de la saga Crepúsculo o al irregular musical Dreamgirls ), El quinto poder buscaba, por lo menos en las intenciones, proporcionar una crónica equilibrada -aunque algo distorsionada en beneficio de la dramatización-sobre el controvertido caso de WikiLeaks, sobre la ambigua figura de su fundador, el australiano Julian Assange, y sobre el ruidoso impacto que produjo el website con la filtración de casi 250.000 cables confidenciales de la diplomacia estadounidense en 2010, y cuyo vertiginoso crecimiento destapó diferencias de criterio en el seno de la organización -en especial con el activista alemán Daniel Domscheit-Berg, que jugó un papel decisivo en la creación de la plataforma para divulgar los documentos reservados- y llevaron a la ruptura de la amistad. El film precisamente, está basado en dos libros, uno de los cuales pertenece al alemán, quien es encarnado en la película por el excelente Daniel Brühl (el Niki Lauda de Rush ). El retrato de Assange que se ofrece, responde, pues, a su visión.

Es, no hace falta subrayarlo, una propuesta tan ambiciosa como difícil de concretar, considerando el volumen, la variedad y la importancia del material documental que debe integrarse a la reconstrucción de esta historia, que todavía no ha llegado a su desenlace y cuyas derivaciones siguen siendo motivo de controversia (Assange, actualmente prófugo de la justicia sueca, enfrenta otras causas judiciales y permanece desde hace 17 meses asilado en la embajada ecuatoriana en Londres). Sobre todo porque, como reconoció Condon, existen ya excelentes documentales sobre el tema a los que seguramente seguirán otros. "Por eso -ha dicho- queríamos hacer algo distinto, explorar alguna de las problemáticas principales que WikiLeaks ha puesto en evidencia, mientras llevábamos al público a vivir un viaje emocionante junto a un personaje fascinante de nuestra época. Un personaje cuyas revelaciones lo han convertido en enemigo de los principales gobiernos del planeta, pero otros juzgan defensor del derecho del ciudadano de conocer la verdad de las decisiones de sus gobernantes."

Es la vieja discusión sobre el secreto de Estado, tan vieja como el Estado mismo. Y es la que en cierto modo termina por enfrentar a Assange con Domscheit-Berg. Para el alemán hay un límite más allá del cual el secreto de Estado prevalece sobre el derecho del ciudadano de conocer los comportamientos y decisiones de los gobernantes. Para Assange, tal límite no existe.

El libretista Singer y el director Condon prefieren no adoptar una posición clara sobre el asunto. Por otra parte, es de suponer que con tantos temas que quieren abarcar, bastante complicación deben de haber tenido para encontrar la forma de exponerlos sin que tal amontonamiento condujera a la confusión o, lo que es más grave, al aburrimiento. En la primera parte, Condon elige el camino del vértigo, convencido como parece estar de que un ritmo acelerado, un montaje frenético y una música machacona ayudarán a inyectar el nervio del thriller que quiere para su film. No siempre lo logra.

Tampoco ayuda demasiado el recurrir a imágenes tecno, páginas web o gráficos de computadora. La variedad de lenguajes sólo suma más caos a la sobredosis de información y deja a la intemperie el problema principal de la película: la indecisión del director entre un film de compromiso civil, con su correspondiente mensaje (Assange termina pareciéndose demasiado al villano clásico de cualquier película) y el thriller de acción, para el cual siempre es preferible contar con personajes por cuyo destino el espectador pueda sentir interés, lo que no es el caso del Assange de Benedict Cumberbatch. La personificación que ofrece el actor británico es muy cuidada en lo exterior, pero debajo del maquillaje no se perciben demasiadas señales de su compleja personalidad (quizá por una carencia del guión.) Mucho más convincente resulta Daniel Brühl. Laura Linney y Stanley Tucci, como dos funcionarios del Departamento de Estado, encabezan el prestigioso grupo de actores secundarios cuyos talentos han sido bastante desaprovechados por el film.