El pulso: la llamada del apocalipsis

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Antes que nada una aclaración al respecto. Mientras iba hacia el lugar de proyección tuve la fea experiencia de caminar por las callecitas de Buenos Aires, tienen ese ¡que se yo! ¿Viste? Al deterioro de sus veredas y al regalo que dejan los dueños de los canes, ahora se le debe sumar el tener que estar atentos para esquivar, a los “celulopatas”. Esos personajes que van escribiendo en sus celulares, mirando hacia abajo, caminando por la vida, o la vereda, o la calle, como si el otro no existiera.
Hecha la aclaración, vale decir que lo mejor de éste filme se encuentra en los primeros veinte minutos,
Clayton Riddell (John Cusack) retorna a Boston para ver a un familiar del que está separado hace un año: Es un novelista que ha logrado ser reconocido, que esta a punto de conseguir su primer gran logro como escritor de comics, proyecto causa de su alejamiento.
Tiene la fortuna que su celular se queda sin batería, y es testigo presencial de una locura general, todos los concurrentes del aeropuerto comienzan a tener conductas violentas sobre los otros.
Clayton se da cuenta que los que no estaban usando el celular se comportan con miedo por la situación, mientras los otros parecen robotizados.
En su huida del aeropuerto, conocerá a Tom McCourt (Samuel L. Jackson) un empleado del metro, conductor de trenes, conocedor de los túneles, quien será su nuevo mejor amigo, como Clayton lo denomina.
El regreso de Stephen King al cine no podría ser menos desalentador, traslación de su propia novela, dejando la dirección en manos de Tod Williams, para una recreación muy banal de la producción “28 dias después” (2002), de Danny Boyle.
“Es casi lo mismo, sólo cambia el paisaje”, cantaba Juan Carlos Baglietto, y algunos cuestiones muy mínimas en la instalación del verosímil a partir de los personajes.
Ellos descubren que un pulso misterioso, transmitido desde los celulares, “derrite” el cerebro de la gente y los automatiza, les quita voluntad, les instala una ira asesina, contagiosa, y ahí entran a jugar los personajes creados por George Romero en “El amanecer de los de los muertos” (1978), pero en éste caso sin la alegoría política.
Nada nuevo bajo el sol. Tom acompañará a Clayton en busca de su familia, a ellos se les irán uniendo y despareciendo distintos personajes, que desde su inclusión sostendrán un poco más el débil discurrir del texto.
Lo que no se entiende es la recurrencia de John Cusack en dar por tierra todo lo que construyó en su carrera de más de tres décadas, llegando a ser uno de los mejores actores de su generación. Si continúa por este camino, no tiene buen pronostico. El filme tampoco.