El pulso: la llamada del apocalipsis

Crítica de Germán Pérez - Notinac

El Pulso es una adaptación que tuvo un camino bastante difícil a recorrer antes de llegar a ver la luz en las salas de cines. En el año 2006, cuando se publicó la novela de Stephen King, el proyecto fue catalogado de alta importancia por varias productoras porque lo consideraban como una apuesta segura para los tiempos que corrían debido a la relación entre el ser humano y la tecnología. Eli Roth (Hostel, The Green Inferno) dio el primer paso para dirigir esta adaptación sobre “zombies del celular”, pero por diferencias artísticas decidió alejarse para centrase en ideas originales propias. A causa de ello, el film estuvo en un círculo de idas y vueltas y cambios constantes, hasta el año 2012. En ese año la información empezó a caer a cuenta gotas con especulaciones de casting, nueva dirección y bocetos de arte… pero nada concreto. Finalmente en el año 2016, 10 años después de esas primeras falsas esperanzas, tenemos una película protagonizada por John Cusack y Samuel L. Jackson y con un guion escrito nada menos por el propio King.

Que quede claro: El Pulso es una adaptación con mucha libertad en cuanto a su fuente original. De todas formas, para los lectores de la obra literaria –me incluyo-, los momentos claves están, tal vez un poco diferentes como originalmente se los planteó en el libro, pero aún así están presentes. Ahora bien, no esperen mucho de Cell – título original del film-, porque es una película corta y rápida, que llega a pecar de tener un desarrollo nulo con respecto a sus personajes. Quitando al cuarteto principal, la mayoría de actores y actrices que se presentan en pantalla son simples cameos sin importancia y solamente su presencia sirve para aumentar la cuenta final de muertos. Esto no es extraño en adaptaciones literarias de King en la pantalla grande, muchas veces dejan la atracción de descubrir las personalidades de los protagonistas para dar lugar al gore, lo paranormal y lo macabro que rodea sus historias, perdiendo así el verdadero mensaje del trabajo literario. Pero lo que verdaderamente llama la atención en El Puslo es que, el propio King actúa como guionista y todo se siente demasiado simple para ser un trabajo de él. Un formato diferente, como por ejemplo una miniserie, sin lugar a dudas, hubiera sido más acertado.

La dirección de Tod Williams (Actividad paranormal 2) se muestra aburrida, casi burda de principio a fin, con puntos críticos al uso de monólogos combinados con un primer plano del actor/actriz los cuales resultan absurdos ver y recuerdan – de mal modo - a escenas clásicas de Pulp Fiction y Alta Fidelidad, dos películas que justamente son protagonizadas por sus principales actores, Samuel L. Jackson y John Cusack respectivamente. Hablando de ellos, la química que mostraban en 1408 – otro proyecto de King en el cual compartieron pantalla – se puede divisar claramente, no obstante, se ve afectada por la terrible dirección de Williams. Una gran oportunidad –y reunión- tirada a la basura.

Stephen King toma una decisión bastante controversial, ni más ni menos él decide tirarse a la pileta cambiando el confuso final de su novela de casi 450 páginas por petición de sus fans, supuestamente, para darle un “mejor cierre” a la historia de Clay en la conclusión de la película. ¿Qué se puede decir sobre aquella acción? Solamente que vean la película y disfruten, en mi opinión, de uno de los finales más disparatados en la historia del cine, no quiero decir nada más sobre ello, porque es algo digno de presenciar para llevarse una buena risa en el final de una película que sinceramente, la mala suerte le fue acompañando desde un principio.

John Cusack logra una acertada imitación de Nicolas Cage y su excéntrico pelo. De terror y no del bueno. En resumen, y dejando la humorada de lado, El Pulso se centra en brindar escenas de violencia implícita y caos perdiendo el sentido de todo lo que su contraparte literaria quiso contar de manera intensa y atrapante. Se define como “una más” y tiene que quedar en eso. Y si logra algo, es, interesar al público a que lea primero el libro, para después ver a película.