El puerto

Crítica de Blanca María Monzón - Leedor.com

Un compromiso con lo humano

Quien recuerde al Kaurismaki de Un hombre sin pasado (2003) puede afirmar que los temas que le preocupan a este gran director finlandés son siempre los mismos: la marginación, el desempleo (en este caso la inmigración clandestina) por ende su trabajo está centrado en los estratos más bajos de la sociedad y en las situaciones límites que de ellos se derivan, para poder mostrar una visión particularmente realista de la sociedad, por lo general de su país.

Como el Malku Peltola del citado film, el personaje y la historia que rodea a El puerto coloca en evidencia ciertas características negativas del hombre para transformarlas en un verdadero soplo de aire fresco, y enfrentarse con la inocencia y la bondad de sus personajes, que emergen de esa realidad como verdaderos sobrevivientes.

Le Havre es uno de esos films que nos hace sentir que la solidaridad y el amor al prójimo, o sea la amistad verdadera son dos características esenciales con las cuales es posible combatir la injusticia y la maldad que se instala en el mundo.

Si bien el tema que subyace es la inmigración clandestina, que de hecho es un tema actual, este termina siendo un pretexto que le va a permitir además rendirle un homenaje al cine.

Esta vez, ese inmenso respeto por la humanidad de sus personajes tiene otro escenario geográfico, que no podía estar en otro lugar que no fuese Francia, simplemente porque es el referente del comienzo del cine.

La historia gira alrededor de Marcel, (André Wilms) un hombre de unos 65 años, que trabaja como lustrabotas en el puerto, un empleo casi en extinción, al cual no se sabe como ha arribado. Ya que hay indicios de que en algún momento ha pertenecido a alguna esfera del arte, y que ahora lleva una vida apacible junto a su mujer Arletty(Katy Outinen), que lo que gana no le alcanza para sobrevivir, pero que vive en armonía consigo mismo y con los demás.

De pronto esa existencia apacible se complica por el encuentro con un niño africano, que llega al puerto en un contenedor pero que logra escapar de la policía, paralelamente su mujer se enferma y debe permanecer en un hospital con un diagnóstico terminal, que no le es comunicado en profundidad.

Marcel a pesar de ese contexto se apiada de ese joven y decide ayudarlo a reencontrarse con su madre en Londres, ya que su padre ha muerto. Mientras, un caricaturezco detective Monet interpretado por Jean-Pierre Darrousin, bien a lo Humphrey Bogart. le pisa los talones.

Desde sus primeros planos donde esas sombras de pasajeros fuera de campo se proyectan en el espacio iniciático del séptimo arte, que representa el tren, El puerto es un homenaje al cine, pasando por la similitud del rostro del chico de Los cuatrocientos golpes, al rescate de Litle Bob, una gloria del rock star.

El tono de fábula y el humor contribuyen a parodiar al cine negro, con un inspector que no se quita ni los anteojos, ni el sombrero y que ingresa al bar con una piña en la mano, que le acaba de dar alguien que supuestamente ha tenido alguna relación amorosa con él, mientras le pregunta que tanto quiere al que transgrede la ley protegiendo al niño.

Fiel a una estética que apela a una fotografía impecable, el color y la música ocupan un nivel de relevancia muy posiblemente con la idea de contribuir a hacer de este film un canto a la esperanza y a la ilusión de vivir.

Todos los personajes de Kaurismaki tienen y mantienen, aún en las peores circunstancias, esa dignidad a la cual ni la pobreza ni el sufrimiento amedrentan, como el abuelo en prisión que se define como el albino de la familia, o la esposa de Marcel en el hospital, que no desea que la vea en tratamiento y a la vez le pide que le traiga su vestido amarillo cuando termine con el mismo, como un personaje salido de la década de los 50.

Ese tono de fábula es el que permite que los personajes entran y salgan de la realidad como sobrevivientes mediante la bondad de sus actos. – "Ya me curé, podemos volver a casa" - le dice Arletty a su marido.

Y esto, que puede ser un milagro forma parte tanto la ética como del particular estilo de su director que enriquece no sólo al cine, sino a la vida.

Publicado en Leedor el 7-03-2012