El problema con los muertos es que son impuntuales

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Tanatología

Como idea de exorcizar o quizás por necesidad de catarsis luego de atravesar el umbral entre la vida y la muerte, hecho provocado por una intervención quirúrgica compleja de corazón, el productor y realizador Oscar Mazú llegó a dos conclusiones: el tiempo nos determina que nos vamos a morir por un lado y por otro que la inmortalidad es una sensación que se acaba en un momento en que tomamos verdadera conciencia de que el paso por este lugar es efímero.

Así, y tras una serie de entrevistas con Ricardo Péculo, el tanatólogo argentino que continúa la tradición familiar y es además una voz autorizada en la materia, el realizador pensó en el mejor vehículo para reflexionar sobre su propia muerte y en general, valiéndose de una mirada que busca desdramatizar a partir de dosis pequeñas de humor negro pero siempre respetuoso de los rituales y de todo aquello que gira alrededor del fenómeno funerario.

El problema de los muertos es que son impuntuales, título sugestivo si los hay, obedece a una frase del propio Péculo, voz dominante de este documental, que entrelaza momentos íntimos y reflexivos del propio Mazú con voz en off –al final aparece en carne y hueso-, que compara a la muerte con el sexo como ese tabú del que nadie se atrevía a hablar pero que sin embargo estaba arraigado en la gente.

De esta manera y con un montaje un tanto televisivo se van superponiendo diferentes aspectos siempre relacionados con el antes y el después de la muerte en sí misma, que comprende desde visitas a mausoleos; clases de maquillaje funerario; vidriera de ataúdes de distintos colores y tipos, así como un revelador documento que trae a colación el traslado de los restos del ex presidente Perón a cargo del propio Ricardo Péculo, para quien ese momento histórico es una marca indeleble dentro de su profesión.

Tal como advierte el comienzo del documental, las imágenes y temáticas que se abordan no son aptas para personas impresionables o a quienes no les interese en lo más mínimo este paseo singular por los rituales de la muerte recomendamos abstenerse.

A pesar de todo, se aferra a la vida y a una cámara para registrarlo desde un lugar muy personal y honesto pero que se agota en la experiencia del propio realizador.