El prisionero irlandés

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Una propuesta diferente es la que acercan a las pantallas Marcela Silva y Carlos Jaureguialzo con “El prisionero Irlandés” (Argentina, 2014), drama romántico de época, algo poco visto en nuestro cine.
Surgido el guión por un concurso realizado por San Luis Cine, en el que la idea de “cómo sería la vida cotidiana en la época de la colonia” era el disparador de los guiones, Silva y Jaureguialzo, imaginaron un romance prohibido desde la propia investigación de Silva sobre su pasado Irlandés.
Cuenta la historia que cuando se produjeron las primeras invasiones inglesas, estos no sólo eran ingleses, sino que venían acompañados por miembros del ejército perteneciente a algún otro país sobre los cuales ellos mantenían soberanía.
En este caso un prisionero irlandés llamado Connor (Tom Harris) cruza, en el momento de ser trasladado al interior luego del primer intento fallido de invadir, una mirada con Luisa (Alexia Moyano), una viuda de carácter fuerte, y algo entre ellos se dispara.
Será por eso que desde ese plano, el derrotero amoroso de ambos, totalmente inaceptable para la época, será el objeto de narración de una cuidada y bien ambientada producción de época en la que además se narrará un trasfondo político particular que favorece la tensión sexual de los protagonistas.
La fotografía árida y sombría, más el hecho de ser rodada en exteriores en casi el cien por ciento del filme, favorecen la pasión que entre ambos comienza a crecer cuando Connor es enviado a la hacienda de Luisa para ayudarla en las tareas de campo.
Compartiendo actividades, y principalmente contemplándose, es como el interés del uno por el otro termina por generar una de las historias de amor más interesantes de los últimos tiempos.
El dato curioso es que recién pasada la hora es que ambos concretan, por lo que la habilidad de Jaureguialzo y Silva radica en mantener en vilo a los espectadores con las idas y venidas de ambos y con la incorporación de personajes secundarios que no hacen otra cosa que fortalecer la tensión entre ambos.
Destaca a nivel actoral la capacidad de Moyano para poder transmitir con solo una mirada o un gesto la impronta heroica de una mujer que pese a quien le pese siguió luchando por sus ideales y por su patria.
Otro punto a favor del producto es la naturalidad con la que se representan las actividades de la época, el lenguaje simple y sin adornos y principalmente una puesta en escena que sorprende por los espacios y paisajes seleccionados para contextualizar la historia.
Son pocas las oportunidades en la que el cine nacional permite un acercamiento al pasado, y hay que celebrar, como en esta ocasión, que se lo haga con una ambición desmesurada que permite una historia interesante y además ofrece una pasión cinematográfica como las que siempre quisimos ver.