El prisionero irlandés

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Buen acercamiento al desatendido tema Invasiones Inglesas

En todo nuestro cine, apenas tres películas se inspiraron en las Invasiones Inglesas: "La muerte en las calles", de Leo Fleider, 1952, "Cipayos. La tercera invasión", de Jorge Coscia, 1989, y la que ahora vemos. Las dos primeras destacan el carácter épico de aquellos episodios. Ésta, lo que hubo después y detrás de las batallas. Y lo hace desde el interior del país, que envió sus hombres a la lucha y dejó a las mujeres esperando. La idea nace en 2008 gracias a un concurso de San Luis Cine sobre historias de la vida cotidiana en los años de la Independencia, y se concreta ahora, gracias al empeño de la dupla autoral Carlos Jaureguialzo-Marcela Silva y Nasute.

El relato presenta a una joven viuda con un hijo pequeño y un peón viejo atendiendo los quehaceres del campo. Al pueblo cercano han traído tres prisioneros de guerra (los dispersaban por el interior para evitar alzamientos). Dos conspiran con aire desdeñoso. El otro tiene cara de perro apaleado, pelo rojizo, se persigna, y quiere saber para qué lado queda el mar. Como parece "manso y cristiano", el jefe zonal lo asigna para que ayude un poco en el campo de la viuda. Lo demás lo dirá el tiempo, lo dirán las miradas, la soledad de cada uno, el trabajo cotidiano y la comprensión mutua. Pero además, junto a la parte romántica, pudorosamente contada, empieza otro amor, fruto del paulatino acriollamiento de ese hombre, justo cuando se estaba fundando la patria. Esto se cuenta sin discursos. Bastan unas pocas informaciones, y la aparición ocasional de algunos personajes que actúan a modo de contrapunto moral, o comparten entusiasmos y peligros.

Tampoco hubiera podido representarse de otra forma. La gente era así, y ni siquiera había mucha gente. Y quedó menos, después de las batallas. El relato se inspira en hechos ciertos: la dispersión de los presos por el interior, la Real Orden de permitir su permanencia fuera de prisión a quienes "demuestren ser católicos, hombres de bien y útiles al vecindario", siempre que tuvieran quien los vigile y les diera empleo, la natural relación de afecto con las criollas, y la posterior participación de muchos irlandeses en la construcción de la Argentina. Brown, Casey, French, Campbell, O'Brien, Garrahan, Grierson, Craig, Donovan, Rawson, Wilde, apellidos como ésos engalanan las páginas de nuestra historia.

Buen homenaje, entonces, realiza esta película, bien hecha con pocos pero buenos elementos. Jaureguialzo-Marcela Silva y Nasute, que venían de hacer una interesante adaptación de Joyce (otro irlandés) llamada "Matrimonio", Tom Harris, galés que vive entre nosotros, practicó la entonación debida, asumió el protagónico y hasta hizo los dibujos del comienzo, Alexia Moyano, Alberto Benegas, Manuel Vicente, que también se ocupó del casting, el compositor Santiago Aldano, que combinó música e instrumentos de ambos pueblos, Federico Gómez, director de fotografía, Diego de Souza, director de arte, y mucha otra gente de San Luis, amén de los auténticos presos de la cárcel bonaerense de Barker, que hicieron buena parte de la utilería.

Rodaje en La Carolina, fundada cuando allí había oro, El Trapiche, Potrero de Funes y Río Grande. Para interesados, se recomienda "Historia de la provincia de San Luis", Tomo I, de Juan W. Gez, 1916, y también (aunque referido a los prisioneros en Catamarca) "En las tierras de Inti", de Roberto J. Payró. Libros y película valen la pena.