El prisionero irlandés

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Un amor en el campo

Tras la primera invasión inglesa, un soldado es enviado a San Luis, donde conoce a una linda criolla.

Las invasiones inglesas no son, en el cine nacional, un tema que haya sido abordado con asiduidad. En verdad, El prisionero irlandés toma precisamente a un soldadode esa nacionalidad que es apresado, y enviado a San Luis tras la primera de las invasiones. Allí, quedará a cargo de una joven y atractiva viuda, que acaba de perder a su esposo en combate, y que pese a que su cuñado quiere que abandone el terruño y se marche con él a España, ella decide quedarse allí, y con su pequeño hijo.

Mirada va, cabalgata viene, se deja entrever que entre el pelirrojo y Luisa empieza a nacer algo personal. Pasan los años, pero el cutis de Luisa no lo manifiesta -las bondades del campo, se ve-, ni tampoco en el talante de ese Manuel Vicente que se las tiene que ver con las peores líneas de diálogo de la película.

El filme es una rareza, y no porque su desarrollo sea tenue, sino porque los directores le acompañaron a esas imágenes una música edulcorada. Alexia Moyano y Tom Harris, como los protagonistas, es poco lo que pueden hacer. Parecen atados a las situaciones y a más diálogos explicativos que narrativos, y por más que la fotografía de exteriores sea bella, la película, más que disfrutarla, se la acompaña aguardando que suceda algo.