El prisionero irlandés

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Lejos de hirvientes ollas

En 1806, un grupo de soldados ingleses fue trasladado a la provincia de San Luis para alejarlos de una posible segunda invasión que entrara por Buenos Aires. En cautiverio, el irlandés Conor Doolin (Tom Harris) es enviado por un general criollo (Manuel Vicente) a ayudar a Luisa Ochoa (Alexia Moyano), la viuda de un caído durante las invasiones. Así surge una relación silenciosa entre ambos, que toma otros ribetes cuando se desencadenan las primeras luchas por la Independencia y Conor, ilusionado con volver al mar, no se decide a pelear por los criollos que le dieron cobijo. En la película no hay batallas, ni siquiera escenas románticas entre Luisa y Conor, pero pese a su excesiva morosidad, atípica para un film de época, y al avance brusco de la trama, el film tiene un atractivo peculiar. Hay algo de western, especialmente de The Searchers, en cuestiones como la cautividad y la dialéctica entre sangre ajena o propia, que El prisionero irlandés explora con delicadeza. Junto a esto, la fotografía de áridos paisajes puntanos y el carisma de Moyano y Harris apuntalan un film atípicamente entrañable.