El prisionero irlandés

Crítica de Eliana Giménez - A Sala Llena

En 1806 y 1807 los ingleses invadieron el Virreinato del Río de La Plata. Y fracasaron. Como resultado, muchos soldados quedaron prisioneros en una tierra desconocida con un idioma que no entendían. Una parte de ellos eran irlandeses. Entonces Irlanda se encontraba bajo el mando inglés y sus ciudadanos eran obligados a pelear por un país que detestaban y a conquistar tierras que terminarían con la misma suerte de su querida Irlanda.

En medio de esta vorágine se encuentra Conor Doolin (Tom Harris), un soldado irlandés prisionero en la provincia de San Luis. Allí deberá trabajar en la casa de una joven viuda, Luisa Ochoa (Alexia Moyano), quien perdió a su esposo en la guerra y odia a los ingleses. Hablamos de una historia de amor, aunque nada de amor a primera vista sino uno que toma años. A medida que pasa el tiempo y entre tareas de rutina, Luisa y Conor, dos personas de países distintos, se dan cuenta que pueden comprenderse mutuamente y que ambos pasan por lo mismo. Los dos aman a su patria, Argentina e Irlanda respectivamente, sueñan con su libertad y están dispuestos a luchar para conseguirla.

El villano de la película es un superior inglés de Conor. La palabra “villano” le calza perfecto, pues sus actitudes y discursos lo envilecen de un modo casi caricaturesco, sin contar las veces que escupe de forma casi compulsiva para mostrar desagrado. Sin profundidad, parece un personaje de los cuentos de hadas en los que el malo es simplemente malísimo.

Un gran punto a favor de El Prisionero Irlandés, es su hermosa cinematografía. En varios planos panorámicos se puede apreciar el paisaje de San Luis con sus nevadas, sus montañas y su aridez. Por momentos, escenas cotidianas de esa época tan lejana parecen salidas de un cuadro: los detalles están cuidados y todo permanece en perfecta sintonía.

La música también tiene un lugar importante, con suaves y tranquilas melodías reconstruye el ambiente de principios del 1800. Algunos de sus mejores momentos son cuando se muestra el paisaje y la música está de fondo. Es fácil notar que hay una gran producción detrás del film gracias a sus actuaciones, sus detalles, su reconstrucción del pasado y la calidad final del conjunto. Es una historia de amor tanto entre un hombre y una mujer que han tenido una vida dura, como entre un ciudadano y la libertad de su patria. Así queda establecido ese paralelismo entre Irlanda y Argentina, como dos naciones que querían valerse por sí solas y librarse de la fuerza extranjera que las oprimía.