El principito

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

El héroe de la eterna infancia

Cuando parecía que Intensa-Mente ganaba el premio a mejor animación del año, llega el contrincante menos esperado: una adaptación del clásico de Antoine de Saint-Exupéry, el favorito de los grandes que se siguen sintiendo chicos. Tras la experiencia de una regular adaptación en los años setenta, el anuncio de esta revisión generó pánico entre los amantes de El Principito. Por suerte, el director Mark Osborne (famoso por la lograda Kung Fu Panda y confeso fan de la novela) realizó una versión inteligente y respetuosa, que preserva los dibujos de Saint-Exupéry, animados mediante la técnica stop-motion, e insertos en un marco adicional, externo al texto original, donde predomina la animación digital.

Este Principito modelo siglo XXI se mueve en dos reinos claramente definidos. En el inicio, con animación en 3D, la protagonista de la historia es una chica, cuya madre (doblada en el original por Rachel McAdams) prepara para los demandantes requisitos de un colegio secundario. Avizorando un futuro educacional competitivo, espejo de la sociedad que la aguarda, la chica escucha con placer los relatos de un nuevo amigo, un aviador que accidentalmente aterriza en el fondo de su casa (doblado en el original por Jeff Bridges). Este aviador, claro, es el mismo que alguna vez, siendo joven, conoció al Principito, y acerca de él son sus historias. Todas las situaciones que describe el libro –los encuentros del etéreo extraterrestre con la rosa, el zorro y demás personajes– se reviven con un maravilloso stop-motion, y la historia tiene un ida y vuelta entre ambos mundos, con una delicadeza que remite a Coraline y Neil Gaiman. Así como el libro preservó un ideal infantil en páginas, este film transmite el mismo mensaje de un modo moderno y sorprendente.