El príncipe

Crítica de Yaki Nozdrin - Visión del cine

Luego de su paso por diversos festivales internacionales, como el de San Sebastián, llega a los cines El príncipe. La ópera prima de Sebastián Muñoz está basada en la novela homónima del escritor chileno Mario Cruz.
El relato nos ubica en Chile en 1970, poco antes de que Allende asuma la presidencia. Inmediatamente conocemos a Jaime, un veinteañero, que ingresa a prisión tras acuchillar a su mejor amigo (y enamorado). En la cárcel conoce a El Potro, un hombre mayor, con quien inicia automáticamente una relación sexoafectiva. Las cosas, claramente, no serán sencillas. La vida dentro de la cárcel es hostil. “El príncipe”, como lo apodan apenas entra al penal, deberá entender los códigos de este lugar para poder sobrevivir y, de paso, mantener a salvo a sus más allegados.

Si bien Muñoz hace hincapié en la vida dentro de la cárcel y la crudeza de la misma, el verdadero eje de El príncipe está puesto, principalmente, en el amor y las relaciones interpersonales que se generan entre los reclusos. La lealtad, la identidad y la venganza también serán temas en los que se detendrá la trama. Sebastián Muñoz no se queda sólo en lo superficial de la prisión, como las riñas, la violencia, el abuso (tanto por parte de los mismos reos como de las autoridades), sino que nos lleva a un viaje sobre el autodescubrimiento tanto sexual como romántico.

La fotografía de El príncipe nos sumerge de lleno en el mundo de la cárcel, nos hace sentir parte, como si fuésemos nosotros los que estuviésemos ahí adentro. Los planos generan un ambiente de encierro, un clima asfixiante, claustrofóbico. Es este mismo clima el que nos mantendrá tensos y expectantes desde el primero hasta el último segundo. El único momento en el que “salimos” de la prisión es cuando la trama nos lleva, mediante flashbacks, a la vida del protagonista antes de ser detenido.

Sebastián Muñoz construye un relato eficaz, sólido. Logra tocar diversos temas en cuestión de minutos y desarrollar cada uno de ellos sin dejar cabos sueltos. Las actuaciones son sobrias. Los actores conectan inmediatamente entre ellos, convenciéndonos de la veracidad de todo lo que se muestra. El príncipe es un relato crudo, realista, que nos invita a conocer la vida dentro de la cárcel, más allá de lo que muestran las producciones más comerciales.