El príncipe

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

El Príncipe (2019) es la ópera prima de Sebastián Muñoz Costa del Río, reconocido director de arte chileno en películas de autores como Pablo Larraín o Alicia Scherson, que debuta tras las cámaras con la adaptación de la novela homónima de Mario Cruz, escrita a principios de la década del 70, y que circuló de manera casi clandestina, un drama carcelario tan violento como explícitamente sexual.

La trama de El Príncipe está enmarcada a principios de los años 70 entre las elecciones que llevaron a Salvador Allende al gobierno chileno y su asunción como presidente. El audio del discurso que brindó en el balcón de la Federación de Estudiantes de Chile la mañana del 5 de septiembre de 1970 con motivo de su triunfo electoral abre la película mientras que sobre el final se escucha la voz de Allende pronunciando algunas palabras el día de su histórica asunción. La acción transcurre en San Bernardo y el protagonista es Jaime (Juan Carlos Maldonado), un joven que comete un crimen pasional en un lugar público y a la vista de todos.

La primera escena de El Príncipe nos muestra un cuello degollado, chorros de sangre en el piso y un cuerpo que luce una camisa de encaje del que no se distingue su sexo. La cámara se mueve y vemos a un joven en estado de shock: el asesino y protagonista de la historia. La secuencia termina abruptamente y la acción se traslada a la cárcel donde el acusado debe cumplir su condena. A partir de ese momento, la historia se desarrolla dentro de las cuatro paredes de la prisión, exceptuando una serie de flashbacks sobre las causales que derivaron en el crimen.

El Príncipe es una película básicamente sobre el despertar (homo)sexual de un joven y la liberación que siente en un espacio que contrariamente lo encierra. Jaime comienza a experimentar y sentirse libre detrás de los muros que lo aíslan de la conservadora sociedad chilena, donde la frialdad del ambiente carcelario se entrelaza con la necesidad de afecto, y si bien la política no se señala como protagonista es la que rige las relaciones de poder entre los presos, divididos en dos grupos. Uno comandado por el siempre brillante Alfredo Castro y el otro por el argentino Gastón Pauls.

Relato claustrofóbico que explora la universalidad de la necesidad del amor a través de la violencia, en El Príncipe Muñoz nos conduce por un submundo marginal que no busca escaparle a los clisés del género carcelario (abusos en todo sentido, maltratos, violaciones, división de clases) pero si impregnarlo de una sórdida belleza.