El príncipe del desierto

Crítica de Luis María Fittipaldi - RosarioCine

El León del Desierto

Uno vé "El Príncipe del desierto" -mejor su título original: "Black gold"- y si se es cinéfilo parece sumergirse en la cápsula del tiempo, es un volver al disfrute de las grandes aventuras en amplios espacios, sin recurrir a los hoy tan utilizados efectos especiales.
Nosotros vemos 100 guerreros cabalgando bajo el implacable sol y sin dudas lo son en verdad, aquí no hay dibujo que valga, ese mérito del director Jean-Jacques Annaud ("La guerra del fuego", "En nombre de la rosa", "El Oso", "El amante", "Siete años en el tibet",etc) le otorga un algo especial que lo convierte en plato de alto paladar para aquellos que aún hoy buscan en el cine los grandes relatos descendientes del mentado folletín que intercalaba la acción con el romance en ambientes exóticos, y que dió grandes clásicos del cine.

Aquí aparece el enfrentamiento entre dos tribus y como acuerdo de paz supondrán que nadie toque el llamado "Cinturón amarillo", pero un día algún perdido buscador yanqui hallará en ese sitio una veta de "Oro negro", y así el capitalismo productivo volverá millonario a un pueblo y el otro hará carne de dignidad sin aceptar el potentoso líquido elemento. Obvio, llegarán asi los enfrentamientos, pero clave de la historia es que los hijos de uno de los jeques -que perdió la primera batalla- dió como entrega de rehenes sueltos a sus dos pequeños hijos, ellos se harán grandes y para suerte o desgracia del guión, se verán entre dos fuegos.

Cuando algún crítico aplaude la banalidad y la estupidez fílmica de "Los juegos del hambre", que deberían decir de esta aventura servida en bandeja, y entretenida ciento por ciento...?
En el elenco actoral sobresale con nota alta, la presencia del estupendo Mark Strong como el jeque abatido y que dado a su vencedor sus hijos, su antagonista es Antonio Banderas, quién no desentona en su rol, aunque juegue al árabe con tonos de voz similares al del "Gato con botas".